Textos mejor valorados de Mark Twain publicados por Edu Robsy no disponibles

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autor: Mark Twain editor: Edu Robsy textos no disponibles


12

Juana de Arco

Mark Twain


Novela


Primera parte

1

Estamos en el año de 1492. Tengo ochenta y dos de edad. Los episodios de los que voy a hablaros son hechos que yo mismo contemplé durante mi infancia y adolescencia. En las leyendas, romances y canciones dedicadas a Juana de Arco que todos vosotros y el resto de la gente leéis, recitáis y entonáis gracias a los libros estampados con el nuevo arte de imprimir, recientemente inventado, se hace repetida mención de mí, el caballero Luis de Conte. Yo fui su paje, asistente y secretario. Estuve con ella desde el principio hasta el final.

Me crié con ella, en el mismo pueblo. Jugábamos juntos a diario cuando éramos niños los dos, lo mismo que vosotros jugáis con vuestros compañeros. Ahora, cuando nos damos cuenta de lo grande que fue, ahora que su nombre es conocido en el mundo entero, puede resultar increíble que yo esté diciendo la verdad. Es como si un triste cirio, débil y de corta duración, al hablar del sol eterno y refulgente que recorre los cielos, dijera: «Él fue mi camarada y vecino cuando los dos éramos cirios».

Y, sin embargo, en mi caso, ésta es la verdad, tal como yo la digo. Fui su compañero de juegos y luché a su lado en la guerra. Hasta hoy conservo en mi memoria, bello y nítido, el retrato de aquella querida figurita, con el cuerpo inclinado sobre el cuello de su caballo, que volaba, cargando al frente de los ejércitos de Francia. Sus cabellos le flotaban sobre la espalda, su coraza de plata se adentraba cada vez más y más profunda y firmemente en el fragor de la batalla, perdiéndose algunas veces de vista entre las agitadas cabezas de los caballos. Espadas levantadas, plumas flotando en el aire, sobresaliendo de los escudos protectores.


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416 págs. / 12 horas, 8 minutos / 410 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Completos

Mark Twain


Cuento


La célebre rana saltadora del condado de Calaveras

Para complacer la petición de un amigo que me escribía desde el este, fui a visitar al viejo Simon Wheeler, hombre amable y charlatán, a fin de pedirle noticias de un amigo de mi amigo, Leonidas W. Smiley. Tal había sido su petición, y he aquí el resultado. Tengo la vaga sospecha de que el tal Leonidas W. Smiley es un mito; de que mi amigo jamás conoció a tal personaje; y de que lo único que le movió a solicitarme aquel favor fue la conjetura de que, si yo preguntaba por él al viejo Wheeler, este se acordaría de cierto infame Jim Smiley y emprendería el relato mortalmente aburrido de los exasperantes recuerdos que de este tenía, un relato tan largo y tedioso como desprovisto de ningún interés para mí. Si esa fue su intención, lo logró plenamente.

Encontré a Simon Wheeler descabezando un confortable sueñecito al lado de la estufa del bar, en la desvencijada taberna del decadente campo minero de Angel, y pude apreciar que era gordo y calvo, con una expresión de agradable benevolencia y simplicidad pintada en su tranquila fisonomía. Se levantó y me dio los buenos días. Le expliqué que un amigo mío me había encargado que hiciera ciertas pesquisas acerca de un querido compañero de su niñez llamado Leonidas W. Smiley: el reverendo Leonidas W. Smiley, joven ministro evangelista que, según le habían dicho, había residido durante una temporada en el campamento de Angel. Añadí que, si podía contarme algo acerca de este reverendo Leonidas W. Smiley, le quedaría sumamente agradecido.


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995 págs. / 1 día, 5 horas, 2 minutos / 587 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

El Cuento del Niño Malo

Mark Twain


Cuento


Había una vez un niño malo cuyo nombre era Jim. Si uno es observador advertirá que en los libros de cuentos ejemplares que se leen en clase de religión los niños malos casi siempre se llaman James. Era extraño que este se llamara Jim, pero qué le vamos a hacer si así era.

Otra cosa peculiar era que su madre no estuviese enferma, que no tuviese una madre piadosa y tísica que habría preferido yacer en su tumba y descansar por fin, de no ser por el gran amor que le profesaba a su hijo, y por el temor de que, una vez se hubiese marchado, el mundo sería duro y frío con él.

La mayor parte de los niños malos de los libros de religión se llaman James, y tienen la mamá enferma, y les enseñan a rezar antes de acostarse, y los arrullan con su voz dulce y lastimera para que se duerman; luego les dan el beso de las buenas noches y se arrodillan al pie de la cabecera a sollozar. Pero en el caso de este muchacho las cosas eran diferentes: se llamaba Jim y su mamá no estaba enferma ni tenía tuberculosis ni nada por el estilo.

Al contrario, la mujer era fuerte y muy poco religiosa; es más, no se preocupaba por Jim. Decía que si se partía la nuca no se perdería gran cosa. Solo conseguía acostarlo a punta de cachetadas y jamás le daba el beso de las buenas noches; antes bien, al salir de su alcoba le jalaba las orejas.


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4 págs. / 7 minutos / 909 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Príncipe y el Mendigo

Mark Twain


Cuento


Voy a contaros un cuento, tal como me fue relatado por cierta persona que lo sabía por su padre, el cual, a su vez, se lo había oído igualmente explicar a su progenitor... y así sucesivamente, de generación en generación, durante más de trescientos años, los padres lo transmitían a los hijos, y éstos lo conservaban en la memoria. Tal vez se trata de una historia, quizá únicamente de una leyenda o de una tradición, pero pudo haber ocurrido. Es posible que los sabios y los perspicaces lo creyeran cierto, pero también puede ser que únicamente los ignorantes y los ingenuos lo encontraran agradable y lo creyeran real.


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217 págs. / 6 horas, 20 minutos / 321 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Una Historia de Fantasmas

Mark Twain


Cuento


Alquilé una gran habitación lejos de Broadway, en un edificio grande y viejo cuyos pisos superiores habían estado vacíos por años... hasta que yo llegué. El lugar había sido ganado hacía tiempo por el polvo y las telarañas, por la soledad y el silencio. La primera noche que subí a mis aposentos me pareció estar a tientas entre tumbas e invadiendo la privacidad de los muertos. Por primera vez en mi vida me dio un pavor supersticioso; y como si una invisible tela de araña hubiera rozado mi rostro con su textura, me estremecí como alguien que se encuentra con un fantasma.

Una vez que llegué a mi cuarto me sentí feliz, y expulsé la oscuridad. Un alegre fuego ardía en la chimenea, y me senté frente al mismo con reconfortante sensación de alivio. Estuve así durante dos horas, pensando en los buenos viejos tiempos; recordando escenas e invocando rostros medio olvidados a través de las nieblas del pasado; escuchando, en mi fantasía, voces que tiempo ha fueron silenciadas para siempre, y canciones una vez familiares que hoy en día ya nadie canta. Y cuando mi ensueño se atenuó hasta un mustio patetismo, el alarido del viento fuera se convirtió en un gemido, el furioso latido de la lluvia contra las ventanas se acalló y uno a uno los ruidos en la calle se comenzaron a silenciar, hasta que los apresurados pasos del último paseante rezagado murieron en la distancia y ya ningún sonido se hizo audible. El fuego se estaba extinguiendo. Una sensación de soledad se cebó en mí. Me levanté y me desvestí moviéndome en puntillas por la habitación, haciendo todo a hurtadillas, como si estuviera rodeado por enemigos dormidos cuyos descansos fuera fatal suspender. Me acosté y me tendí a escuchar la lluvia y el viento y los distantes sonidos de las persianas, hasta que me adormecí.


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6 págs. / 11 minutos / 617 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Huckleberry Finn

Mark Twain


Novela


Capítulo 1

No sabréis quién soy yo si no habéis leído un libro titulado Las aventuras de Tom Sawyer, pero no importa. Ese libro lo escribió el señor Mark Twain y contó la verdad, casi siempre. Algunas cosas las exageró, pero casi siempre dijo la verdad. Eso no es nada. Nunca he visto a nadie que no mintiese alguna vez, menos la tía Polly, o la viuda, o quizá Mary. De la tía Polly —es la tía Polly de Tom— y de Mary y de la viuda Douglas se cuenta todo en ese libro, que es verdad en casi todo, con algunas exageraciones, como he dicho antes.

Bueno, el libro termina así: Tom y yo encontramos el dinero que los ladrones habían escondido en la cueva y nos hicimos ricos. Nos tocaron seis mil dólares a cada uno: todo en oro. La verdad es que impresionaba ver todo aquel dinero amontonado. Bueno, el juez Thatcher se encargó de él y lo colocó a interés y nos daba un dólar al día, y todo el año: tanto que no sabría uno en qué gastárselo. La viuda Douglas me adoptó como hijo y dijo que me iba a cevilizar, pero resultaba difícil vivir en la casa todo el tiempo, porque la viuda era horriblemente normal y respetable en todo lo que hacía, así que cuando yo ya no lo pude aguantar más, volví a ponerme la ropa vieja y me llevé mi pellejo de azúcar y me sentí libre y contento. Pero Tom Sawyer me fue a buscar y dijo que iba a organizar una banda de ladrones y que yo podía ingresar si volvía con la viuda y era respetable. Así que volví.


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342 págs. / 9 horas, 58 minutos / 620 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La célebre rana saltarina del distrito de Calaveras

Mark Twain


Cuento


Para cumplir el encargo de un amigo que me escribía desde el Este, fui a hacer una visita a ese simpático joven y viejo charlatán que es Simón Wheeler.

Fui a pedirle noticias de un amigo de mi amigo, Leónidas W. Smiley, y este es el resultado.

Tengo una vaga sospecha de que Leónidas W. Smiley no es más que un mito, que mi amigo nunca lo conoció, y que mencionárselo a Simón Wheeler era motivo suficiente para que él recuerde al maldito Jim Smiley, y me aburra a muerte con alguna anécdota insoportable de ese personaje de historia tan larga, cansadora y falta de interés. Si era esa la intención de mi amigo, lo logró.

Encontré a Simón Wheeler soñoliento y cómodamente instalado cerca de la chimenea, en el banco de una vieja taberna en ruinas, situada en medio del antiguo campo minero de El Angel. Observé que era gordo y calvo y que tenía en su rostro una expresión de dulce simpatía y de ingenua sencillez.

Se despertó y me saludó. Le dije que uno de mis amigos me había encargado hacer algunas averiguaciones sobre un querido compañero de infancia, llamado Leónidas W. Smiley, el reverendo Leónidas W. Smiley, joven ministro evangelista, que había residido algún tiempo en el campo de El Angel.

Agregué que si él podía darme informes sobre el tal Leónidas W. Smiley, yo le quedaría muy agradecido.

Simón Wheeler me llevó a un rincón, me bloqueó el paso con su silla, se sentó, y luego me envolvió con la siguiente historia monótona.

Durante el relato no sonrió una sola vez, ni arqueó una sola vez las cejas, ni cambió de entonación y hasta el final mantuvo el mismo sonsonete uniforme con el que había comenzado su primera frase. Ni una vez mostró el más ligero entusiasmo.


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7 págs. / 13 minutos / 251 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Tom Sawyer Detective

Mark Twain


Novela


Capítulo 1

Bueno, estábamos en la primavera siguiente a la época en que Tom y yo liberamos a nuestro viejo negro Jim, que, como esclavo desertor, se hallaba encadenado en la granja que tenía Silas, el tío de Tom, en Arkansaw. La escarcha se estaba despejando del suelo y del ambiente también, y el tiempo de andar con los pies descalzos todo el día estaba cada vez más próximo; luego llegaría la época de jugar a las canicas, más tarde la del Mumbletypeg, en seguida la de las peonzas y los aros, luego seguiría la de las cometas, y en seguida llegaría el verano y podríamos ir a nadar. El hecho de mirar hacia adelante de ese modo y darse cuenta de lo lejos que todavía está el verano, hace que a un niño le entre la morriña. Sí, le hace suspirar y andar triste por ahí, algo le pasa y no sabe qué es. Pero, de cualquier manera, sale, taciturno y pensativo, y busca un lugar un poco solitario, allá arriba en la colina, a la orilla de un bosque, y allí se queda, mirando hacia el gran Misisipi que corre por debajo, alcanzando parajes donde los árboles parecen nebulosos y oscuros, de tan lejanos y sosegados; todo parece tan solemne, como si todos los que hemos amado se hubiesen ido, y tu mayor deseo fuera estar muerto, y desaparecido también, y así acabar con todo.


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77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 251 visitas.

Publicado el 11 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Un Yanki en la Corte del Rey Arturo

Mark Twain


Novela


Prefacio

Las despiadadas leyes y costumbres que se mencionan en este relato son históricas, y los episodios que se utilizan para ilustrarlas también son históricos. Esto no quiere decir que tales leyes y costumbres existieran en Inglaterra en el siglo vi., no; sólo quiero decir que, dado que existieron en la civilización inglesa y en otras civilizaciones de épocas mucho más recientes, se puede concluir sin temor a incurrir en una calumnia que también estaban vigentes en el siglo vi. Hay buenas razones para inferir que, cuando en esos remotos tiempos no existía alguna de estas leyes o costumbres, su lugar era ocupado, y de manera muy eficiente, por una mucho peor.

La cuestión de la existencia o no existencia del derecho divino de los reyes no tiene respuesta en este libro. Resultó ser demasiado difícil. Que el primer gobernante de una nación debe ser una persona de carácter excelso y habilidad extraordinaria es manifiesto e indiscutible, que sólo la Deidad podría elegir a ese primer gobernante certera e infaliblemente es también manifiesto e indiscutible, por lo tanto, resulta inevitable deducir que, como se pretende, es la Deidad quien hace la elección. Quiero decir, hasta que el autor de este libro encontró los Pompadour y Lady Castlemaine y algunos otros gobernantes de este tipo. Era tan difícil incorporarlos dentro de este argumento, que juzgué preferible abordar otros aspectos en este libro (que debe aparecer este otoño) y luego entrenarme debidamente y resolver los del derecho divino en otro libro. Es algo que debe ser resuelto, por supuesto, y de todas maneras no tenía nada especial que hacer el próximo invierno.

Mark Twain


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389 págs. / 11 horas, 21 minutos / 173 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

El Forastero Misterioso

Mark Twain


Novela


Capítulo I

Fue el año 1590. Invierno. Austria quedaba muy lejos del mundo y dormía; para Austria era todavía el Medioevo, y prometía seguir siéndolo siempre. Ciertas personas retrocedían incluso siglos y siglos, asegurando que en el reloj de la inteligencia y del espíritu se hallaba Austria todavía en la Edad de la Fe. Pero lo decían como un elogio, no como un menosprecio, y en este sentido lo tomaban los demás, sintiéndose muy orgullosos del mismo. Lo recuerdo perfectamente, a pesar de que yo solo era un muchacho, y recuerdo también el placer que me producía.

Sí, Austria quedaba lejos del mundo y dormía; y nuestra aldea se hallaba en el centro mismo de aquel sueño, puesto que caía en el centro mismo de Austria. Vivía adormilada y pacífica en el hondo recato de una soledad montañosa y boscosa, a la que nunca, o muy rara vez, llegaban noticias del mundo a perturbar sus sueños, y vivía infinitamente satisfecha. Delante de la aldea se deslizaba un río tranquilo, en cuya superficie se dibujaban las nubes y los reflejos de los pontones arrastrados por la corriente y las lanchas que transportaban piedra; detrás de la aldea se alzaba una ladera llena de arbolado, hasta el pie mismo de un altísimo precipicio; en lo alto del precipicio se alzaba ceñudo un enorme castillo, con su larga hilera de torres y de baluartes revestidos de hiedras; al otro lado del río, a una legua hacia la izquierda, se extendía una ondulante confusión de colinas revestidas de bosque, y rasgadas por serpenteantes cañadas en las que jamás penetraba el sol; hacia la derecha, el terreno estaba cortado a pico sobre el río, y entre ese precipicio y las colinas de que acabamos de hablar, se extendía en la lejanía una llanura moteada de casitas pequeñas que se arrebujaban entre huertos y árboles umbrosos.


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129 págs. / 3 horas, 47 minutos / 266 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

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