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autor: Marqués de Sade


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Justine, o los Infortunios de la Virtud

Marqués de Sade


Novela


Prólogo

A mi buena amiga

Sí, Constance, a ti dirijo esta obra; a la vez el ejemplo y el honor de tu sexo, sumando al alma más sensible la mente más justa y la mejor iluminada, sólo a ti corresponde conocer la dulzura de las lágrimas que arranca la Virtud infortunada. Detestando los sofismas del libertinaje y de la irreligión, combatiéndolos incesantemente con tus actos y tus discursos, no temo en absoluto para ti los que ha necesitado en estas memorias el tipo de personajes trazados; el cinismo de algunas plumas (suavizadas sin embargo lo más posible) no te horrorizará más; es el Vicio el que, gimiendo por ser desvelado, se escandaliza así que se le ataca. El proceso de Tartufo fue incoado por unos santurrones; el de Justine será obra de los libertinos. Me inspiran escaso temor: mis razones, desveladas por ti, no serán condenadas; tu opinión basta para mi gloria, y debo, después de haberte gustado, o gustar a todo el mundo, o consolarme de todas las censuras.

La intención de esta novela (no tan novela como parece) es nueva sin duda; el ascendiente de la Virtud sobre el Vicio, la recompensa del bien, el castigo del mal, suele ser el desarrollo normal de todas las obras de este tipo; ¿no es algo demasiado manido?


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Publicado el 21 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

La Flor del Castaño

Marqués de Sade


Cuento


Se supone, yo no lo afirmaría, pero algunos eruditos nos lo aseguran, que la flor del castaño posee efectivamente el mismo olor que ese prolífico semen que la naturaleza tuvo a bien colocar en los riñones del hombre para la reproducción de sus semejantes.

Una tierna damisela, de unos quince años de edad, que jamás había salido de la casa paterna, se paseaba un día con su madre y con un presumido clérigo por la alameda de castaños que con la fragancia de las flores embalsamaban el aire con el sospechoso aroma que acabamos de tomarnos la libertad de mencionar.

—¡Oh! Dios mío, mamá, ese extraño olor —dice la jovencita a su madre sin darse cuenta de dónde procedía—. ¿Lo oléis, mamá…? Es un olor que conozco.

—Callaos, señorita, no digáis esas cosas, os lo ruego.

—¿Y por qué no, mamá? No veo que haya nada de malo en deciros que ese olor no me resulta desconocido y de eso ya no me cabe la menor duda.

—Pero, señorita…

—Pero, mamá, os repito que lo conozco: padre, os ruego que me digáis qué mal hago al asegurarle a mamá que conozco ese olor.

—Señorita —responde el eclesiástico, acariciándose la papada y aflautando la voz—, no es que haya hecho ningún mal exactamente; pero es que aquí nos hallamos bajo unos castaños y nosotros los naturalistas admitimos, en botánica, que la flor del castaño…

—¿Que la flor del castaño…?

—Pues bien, señorita, que huele como cuando se j…


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Publicado el 22 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Esposo Complaciente

Marqués de Sade


Cuento


Toda Francia se enteró de que el príncipe de Bauffremont tenía, poco más o menos, los mismos gustos que el cardenal del que acabamos de hablar. Le habían dado en matrimonio a una damisela totalmente inexperta a la que, siguiendo la costumbre, habían instruido tan sólo la víspera.

—Sin mayores explicaciones —le dice su madre— como la decencia me impide entrar en ciertos detalles, sólo tengo una cosa que recomendarte, hija mía: desconfía de las primeras proposiciones que te haga tu marido y contéstale con firmeza: «No, señor, no es por ahí por donde se toma a una mujer decente; por cualquier otro sitio que te guste, pero por ahí de ninguna manera….»

Se acuestan y por un prurito de pudor y de honestidad que no se hubiera sospechado ni por asomo, el príncipe, queriendo hacer las cosas como Dios manda al menos por una vez, no propone a su mujer más que los castos placeres del himeneo; pero la joven, bien educada, se acuerda de la lección:

—¿Por quién me tomas, señor? —le dice—. ¿Te has creído que yo iba a consentir algo semejante? Por cualquier otro sitio que te guste, pero por ahí de ninguna manera.

—Pero, señora…

—No, señor, por más que insistas nunca accederé a eso.

—Bien, señora, habrá que complacerte —contesta el príncipe apoderándose de su altar predilecto—. Mucho me molestaría que dijeran que quise disgustarte alguna vez.

Y que vengan a decirnos ahora a nosotros que no merece la pena enseñar a las hijas lo que un día tendrán que hacer con sus maridos.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

¡Que me engañen siempre así!

Marqués de Sade


Cuento


Hay pocos seres en el mundo tan libertinos como el cardenal de…, cuyo nombre, teniendo en cuenta su todavía sana y vigorosa existencia, me permitiréis que calle. Su Eminencia tiene concertado un arreglo, en Roma, con una de esas mujeres cuya servicial profesión es la de proporcionar a los libertinos el material que necesitan como sustento de sus pasiones; todas las mañanas le lleva una muchachita de trece o catorce años, todo lo más, pero con la que monseñor no goza más que de esa incongruente manera que hace, por lo general, las delicias de los italianos, gracias a lo cual la vestal sale de las manos de Su Ilustrísima poco más o menos tan virgen como llegó a ellas, y puede ser revendida otra vez como doncella a algún libertino más decente. A aquella matrona, que se conocía perfectamente las máximas del cardenal, no hallando un día a mano el material que se había comprometido a suministrar diariamente, se le ocurrió hacer vestir de niña a un guapísimo niño del coro de la iglesia del jefe de los apóstoles; le peinaron, le pusieron una cofia, unas enaguas y todos los atavíos necesarios para convencer al santo hombre de Dios. No le pudieron prestar, sin embargo, lo que le habría asegurado verdaderamente un parecido perfecto con el sexo al que tenía que suplantar, pero este detalle preocupaba poquísimo a la alcahueta… «En su vida ha puesto la mano en ese sitio —comentaba ésta a la compañera que la ayudaba en la superchería—; sin ninguna duda explorará única y exclusivamente aquello que hace a este niño igual a todas las niñas del universo; así, pues, no tenemos nada que temer…».

Pero la comadre se equivocaba. Ignoraba sin duda que un cardenal italiano tiene un tacto demasiado delicado y un paladar demasiado exquisito como para equivocarse en cosas semejantes; comparece la víctima, el gran sacerdote la inmola, pero a la tercera sacudida:


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Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Un Obispo en el Atolladero

Marqués de Sade


Cuento


Resulta bastante curiosa la idea que algunas personas piadosas tienen de las blasfemias. Creen que ciertas letras del alfabeto, ordenadas de una forma o de otra, pueden, en uno de esos sentidos, lo mismo agradar infinitamente al Eterno como, dispuestas en otro, ultrajarle de la forma más horrible, y sin lugar a dudas ese es uno de los más arraigados prejuicios que ofuscan a la gente devota.

A la categoría de las personas escrupulosas en lo que respecta a las “b” y a las “f” pertenecía un anciano obispo de Mirepoix, que a comienzos de este siglo pasaba por ser un santo. Cuando un día iba a ver al obispo de Pamiers, su carroza se atascó en los horribles caminos que separan esas dos ciudades: por más que lo intentaron los caballos no podían hacer más.

—Monseñor —exclamó al fin el cochero, a punto de estallar—, mientras permanezcas ahí mis caballos no podrán dar un paso.

—¿Y por qué no? —contestó el obispo.

—Porque es absolutamente necesario que yo suelte una blasfemia y Vuestra Ilustrísima se opone a ello; así, pues, haremos noche aquí si no me lo permite.

—Bueno, bueno —contestó el obispo, zalamero, santiguándose—, blasfema, pues, hijo mío, pero lo menos posible.

El cochero blasfema, los caballos arrancan, monseñor sube de nuevo… y llegan sin novedad.


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Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Aline y Valcour

Marqués de Sade


Novela, novela epistolar


NOTA PRELIMINAR

El autor considera su deber avisar que, habiendo cedido su manuscrito cuando salió de la Bastilla, se vio, por este motivo, en la imposibilidad de retocarlo. ¿Cómo es posible que, después de este inconveniente, la obra, escrita hace siete años, esté al día?

Ruega, pues a sus lectores que tengan en cuenta la época en que fue compuesta y así encontrarán cosas muy extraordinarias. Asimismo les invita a que no la juzguen hasta después de haberla leído con la mayor exactitud de principio a fin: en un libro como este no se puede formar una opinión basándose en la fisonomía de tal o cual personaje ni en tal o cual sistema aislado. El hombre imparcial y justo solamente se pronunciará sobre el conjunto.

Nam veluti pueris absinthia tetra medentes,
Cum dare conantur prius oras pocula circum,
Contingunt mellis dulci flavoque liquore
Ut puerum aetas improvida ludicifetur
Labrorum tenus; interea perpotet amarum
Absintiae laticem deceptaque non capiatur,
Sed potius tali tacta recreata valescat.

Luc. lib. IV

ADVERTENCIA DEL EDITOR

Es justificado contemplar la presente colección de cartas como una de las obras más picantes que hayan aparecido desde hace mucho tiempo. Se puede afirmar que nunca trazó el mismo pincel contrastes más singulares y, si en ellas la virtud se hace adorar por la forma atractiva y sincera con que es presentada, con toda seguridad los espantosos colores que ha utilizado para pintar el vicio harán que sea detestado. Es difícil describirlo bajo una fisonomía horrible.


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365 págs. / 10 horas, 40 minutos / 318 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Agustina de Villeblanche o la Estratagema del Amor

Marqués de Sade


Cuento


De todos los extravíos de la naturaleza, el que más ha hecho cavilar, el que más extraño ha parecido a esos pseudofilósofos que quieren analizarlo todo sin entender nunca nada —comentaba un día a una de sus mejores amigas la señorita de Villeblanche, de la que pronto tendremos ocasión de ocuparnos— es esa curiosa atracción que mujeres de una determinada idiosincrasia o de un determinado temperamento han sentido hacia personas de su mismo sexo. Y, aunque mucho antes de la inmortal Safo, y después de ella, no ha habido una sola región del universo, ni una sola ciudad, que no nos haya mostrado a mujeres de ese capricho, y, por tanto, ante pruebas tan contundentes, parecería más razonable, antes que acusar a esas mujeres de un crimen contra la naturaleza, acusar a ésta de extravagancia; con todo, nunca se ha dejado de censurarlas y, sin el imperioso ascendiente que siempre tuvo nuestro sexo, quién sabe si un Cujas, un Bartole o un Luis IX no habrían concebido la idea de condenar también al fuego a esas sensibles y desventuradas criaturas, como bien se cuidaron de promulgar leyes contra los hombres que, propensos al mismo tipo de singularidad y con razones tan igualmente convincentes, han creído bastarse entre ellos y han opinado que la unión de los sexos, tan útil para la propagación, podía muy bien no ser de tanta importancia para el placer. Dios no quiera que nosotras tomemos partido alguno en todo ello…, ¿verdad, querida? —continuaba la hermosa Agustina de Villeblanche, mientras daba a su amiga besos un tanto delatadores—.


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13 págs. / 23 minutos / 298 visitas.

Publicado el 20 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Cornudo de Sí Mismo o la Reconciliación Inesperada

Marqués de Sade


Cuento


Uno de los peores defectos de las personas mal educadas es el de estar siempre aventurando un sinnúmero de indiscreciones, murmuraciones o calumnias sobre todo ser viviente y, por si fuera poco, delante de gente a la que no conocen. Es imposible calcular la cantidad de enredos que son fruto de esa clase de charlatanería, pues, para ser sinceros, ¿quién es el hombre honrado que oye hablar mal de aquello que le conviene y no aprovecha la ocasión que le sale al paso? A los jóvenes no se les inculca suficientemente el principio de un comportamiento sensato, no se les enseña lo bastante a conocer el medio, los nombres, los atributos o las cualidades de las personas con las que han de vivir; en lugar de eso, les enseñan mil estupideces que sólo sirven para que se rían de ellas tan pronto como alcanzan la edad de la razón. Da siempre la impresión de que están educando a unos capuchinos; en todo momento beaterías, supercherías o inutilidades y nunca una máxima de moral oportuna. Peor aún, preguntad a un joven sobre sus verdaderos deberes para con la sociedad, preguntadle sobre lo que se debe a sí mismo y lo que debe a los demás o cómo hay que comportarse para ser feliz. Os contestará que le han enseñado a ir a misa y a recitar las letanías, pero que no comprende nada de lo que le preguntáis, que le han enseñado a bailar y a cantar, pero no a vivir con las demás personas. La presente historia, fruto del defecto que acabamos de señalar, no llegó a hacer correr la sangre, y sólo dio lugar a una simple broma. Para poder contarla con detalle vamos a abusar unos minutos de la paciencia de nuestros lectores.


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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Filosofía en el Tocador

Marqués de Sade


Diálogo


La madre ordenará esta lectura a su hija.

A los libertinos

Voluptuosos de todas las edades Y de todos los sexos, a vosotros solos ofrezco esta obra: nutríos de sus principios, que favorecen vuestras pasiones; esas pasiones, de las que fríos e insulsos moralistas os hacen asustaros, no son sino los medíos que la naturaleza emplea para hacer alcanzar al hombre los designios que sobre él tiene; escuchad sólo esas pasiones deliciosas, su órgano es el único que debe conduciros a la felicidad.

Mujeres lúbricas, que la voluptuosa SAINT–ANGE sea vuestro modelo; a ejemplo suyo despreciad cuanto contraría las leyes divinas del placer, que la encadenaron toda su vida.

Muchachas demasiado tiempo contenidas en las ataduras absurdas y peligrosas de una virtud fantástica y de una religión repugnante, imitad a la ardiente Eugenia; destruid, pisotead, con tanta rapidez como ella, todos los preceptos ridículos inculcados por imbéciles padres.

Y a vosotros, amables disolutos, vosotros que desde vuestra juventud no tenéis más freno que vuestros deseos ni otras leyes que vuestros caprichos, que el cínico Dolmancé os sirva de ejemplo; id tan lejos como él si como él queréis recorrer todos los caminos de flores que la lubricidad os prepara; a enseñanza suya, convenceos de que sólo ampliando la esfera de sus gustos y de sus fantasías y sacrificando todo a la voluptuosidad es como el desgraciado individuo conocido bajo el nombre de hombre y arrojado a pesar suyo sobre este triste universo, puede lograr sembrar algunas rosas en las espinas de la vida.

Primer diálogo

PERSONAJES:

SEÑORA DE SAINT–ANGE, EL CABALLERO DE MIRVEL.

SRA. DE SAINT–ANGE: Buenos días, hermano. Y bien, ¿el señor Dolmancé?

EL CABALLERO: Llegará a las cuatro en punto y no cenaremos hasta las siete; como ves, tendremos tiempo de sobra para charlar.


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195 págs. / 5 horas, 41 minutos / 2.525 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Juliette o las Prosperidades del Vicio

Marqués de Sade


Novela


Primera parte

Justine y yo fuimos educadas en el convento de Panthemont. Ustedes ya conocen la celebridad de esta abadía, y saben que, desde hace muchos años, salen de ella las mujeres más bonitas y más libertinas de París. Es este convento tuve como compañera a Euphrosine, esa joven cuyas huellas quiero seguir y quien, viviendo cerca de la casa de mis padres, había abandonado la suya para arrojarse en brazos del libertinaje; y como de ella y de una religiosa amiga suya fue de quienes recibí los primeros principios de esta moral que han visto con asombro en mí, siendo tan joven, por los relatos de mi hermana, me parece que, antes de nada, debo hablaros de la una y de la otra… contaros exactamente estos primeros momentos de mi vida en los que, seducida, corrompida por estas dos sirenas, nació en el fondo de mi corazón el germen de todos los vicios.


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1.290 págs. / 1 día, 13 horas, 39 minutos / 1.611 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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