Textos de Máximo Gorki disponibles publicados el 10 de abril de 2018

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autor: Máximo Gorki textos disponibles fecha: 10-04-2018


Un Incidente con unos Broches

Máximo Gorki


Cuento


Eramos tres compinches: Semka Kargusa, yo y Michka, un gigante barbudo, de grandes ojos azules, siempre sonrientes y siempre hinchados por la borrachera. Teníamos nuestra residencia en el campo, fuera de la ciudad, en una vieja casa medio derruída, que se llamaba, no sé por qué, "la fábrica de vidrio": acaso porque no había ni uno entero en las ventanas. Nos encargábamos de los trabajos más diversos, sin desdeñar ninguno: limpiábamos les conrs, cavábamos fosos, cuevas y pozos negros, demolíamos casas viejas y tapias, y hasta una vez intentamos construir un gallinero. Pero no pudimos construirlo: Semka, que era un hombre de una rigurosa honradez en lo tocante a sus deberes, experimentó dudas respecto a nuestros conocimientos de la arquitectura gallineril, y un día, cuando estábamos durmiendo la siesta, se llevó a la taberna los clavos que nos habían dado, dos planchas nuevas y un hacha. Como es natural, nos echaron, si bien no se nos reclamó nada en concepto de indemnización, porque nada teníamos.

Vivíamos en la miseria, y los tres nos hallábamos descontentos de nuestro destino, lo que era muy lógico en nuestra situación.

A veces, nuestro descontento tomaba una forma muy aguda, se convertía en hostilidad hacia todo lo que nos rodeaba, y nos empujaba a hazañas nada lícitas, previstas en el Código penal. Pero, por lo común, éramos unos hombres melancólicos y sombríos, que sóo nos preocupábamos de ganar algo, y que no poníamos gran interés en nada que no nos prometiese un provecho inmediato.

Nos habíamos encontrado los tres en un asilo nocturno, quince días antes de ocurrir lo que, por creerlo interesante, voy a referiros.


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Dominio público
12 págs. / 21 minutos / 164 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Malva

Máximo Gorki


Cuento


El mar reía.

Bajo el soplo ligero del viento cálido, se estremecía y se rizaba, reflejando deslumbradoramente el Sol, sonriendo al cielo azul con miles de sonrisas de plata. En el ancho espacio comprendido entre el firmamento y el mar resonaba el rumor alegre y continuo de las olas, que lamían sin cesar la orilla.

Ese rumor y el brillo del Sol, miles de veces reflejado en la superficie rizosa del mar, se armonizaban en un movimiento constante y lleno de júbilo. El Sol se regocijaba de brillar; el mar, de reflejar su brillo triunfante. Amorosamente acariciado su pecho de seda por el viento, y al calor de los rayos ardorosos del sol, el mar, lánguido y suspirante bajo la ternura y la fuerza de aquellas caricias, impregnaba de sus efluvios la atmósfera cálida. Las olas verdosas sacudían en la arena amarilla sus soberbias crines de espuma, y la espuma se deshacía, con un ruido suave, en el suelo seco y ardiente, humedeciéndolo.

La playa, estrecha y larga, parecía una enorme torre derribada en el mar. Su punta penetraba en el infinito desierto del agua rutilante de sol, y su base se perdía a lo lejos, en la bruma espesa que ocultaba la playa. El viento traía de allí un denso olor, ofensivo y extraño en medio del mar puro y sereno y bajo el cielo de un azul límpido.

Clavadas en la arena, cubierta de escama de pescado, había unas estacas, sobre las que estaban extendidas las redes de los pescadores, cuya sombra formaba en el suelo a modo de telas de araña. No lejos, y fuera del agua, veíanse unas barcazas y un bote, a los que las olas, que lamían la arena, parecían invitar a irse al mar con ellas.

Había por todas partes remos, cuerdas enrolladas, capazos y barriles. En medio se alzaba una cabaña de ramas de sauce, cortezas de árbol y esteras. A la entrada, pendían de un palo nudoso unas gruesas botas con las suelas hacia arriba.


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Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 324 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2018 por Edu Robsy.