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autor: Miguel de Unamuno textos disponibles


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La Manchita de la Uña

Miguel de Unamuno


Cuento


Procopio abrigaba lo que se podría llamar la superstición de las supersticiones, o sea la de no tenerlas. El mundo le parecía un misterio, aunque de insignificancia. Es decir, que nada quiere decir nada. El sentido de las cosas es una invención del hombre, supersticioso por naturaleza. Toda la filosofía —y para Procopio la religión era filosofía en niñez o en vejez, antes o después de su virilidad mental— se reducía al arte de hacer charadas, en que el todo precede a las partes, a mi primera, mi segunda, mi tercera, etc. El supremo aforismo filosófico de Procopio, el a y el zeda de su sabiduría era éste: «Eso no quiere decir nada». No hay cosa que quiera decir nada, aunque diga algo; lo dice sin querer. En rigor el hombre no piensa más que para hablar, para comunicarse con sus semejantes y asegurarse así de que es hombre.

Un día Procopio, al ir a cortase las uñas —operación que llevaba a cabo muy a menudo-, observó que en la base de la uña del dedo gordo de la mano derecha, y hacia la izquierda, se le había aparecido una manchita blanca, como una peca. Cosa orgánica, no pegadiza; cosa del tejido. «¡Bah! —se dijo-, irá subiendo según crece la uña y acabará por desaparecer; un día la cortaré con el borde de la uña misma». Y se propuso no volver a pensar en ello. Pero como el hombre propone y Dios dispone, dispuso Dios que Procopio no pudiese quitarse del espíritu la manchita blanca de la uña.


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3 págs. / 6 minutos / 250 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Crisis del Patriotismo

Miguel de Unamuno


Ensayo


Ahora que con ocasión de la desdichada guerra de Cuba, en que se está malgastando el tesoro espiritual del pobre pueblo español y abusando de su paciencia, se ha dado suelta por la Prensa de la mentira a la patriotería hipócrita, ahora es la verdadera oportunidad de hablar aquí del sentimiento patriótico y de la crisis por que está pasando en los espíritus todos progresivos, los abiertos a las iniciaciones del futuro; ahora, que es cuando lo creen más inoportuno los prudentes, según el mundo viejo. Para estos tales es no ya inoportuna, sino hasta criminal la injerencia de la idea en el campo de la fuerza cuando está ésta a su negocio; después es ya otra cosa. En triunfando, tienen razón, que es lo propio del bruto. Lo del hombre es tener verdad, no razón precisamente.

Lo cierto es que apena de veras el oír a uno y otro en tertulias y reuniones privadas manifestar la verdad de lo que sienten sobre esa desdicha y observar luego que por ninguna parte cuaja y se muestra al público esa verdad de sentimiento.

La Historia, la condenada Historia, nos oprime y ahoga, impidiendo que nos bañemos en las aguas vivas de la Humanidad eterna, la que palpita en hechos permanentes bajo los mudables sucesos históricos. Y en este caso concreto, la Historia nos oprime con esa pobre honra nacional, cuya fórmula dio en nuestro siglo llamado de oro el conde Lozano, de Las mocedades del Cid, diciendo:


Procure siempre acertarla
el honrado y principal;
pero si la acierta mal
defenderla y no enmendarla.
 

Frente a esta honra, que es en este caso la razón, hay que mostrar la verdad, y aquí la verdad arranca del verdadero estado íntimo del sentimiento patriótico hoy.


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8 págs. / 15 minutos / 293 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

José Asunción Silva

Miguel de Unamuno


Crítica


Alguna otra vez he hecho notar el hecho de que mientras los americanos todos se quejan, y con razón, de lo poco y lo mal que se les conoce en Europa y de las confusiones y prejuicios que respecto a ellos por aquí reinan, se da el caso de que no se conozcan mucho mejor los unos a los otros y abriguen entre sí no pocas confusiones y prejuicios.

Lo vasto de la América y la pobreza y dificultad de sus medios de comunicación contribuye a ello, ya que Méjico, v. gr., está más cerca de España o de Inglaterra o de Francia que de la Argentina.

Me refería hace poco un escritor argentino, Ricardo Rojas, que de los ejemplares que remitió de una de sus obras desde Buenos Aires a lugares de las «tierras calientes», apenas si llegó alguno a su destino.

Por otra parte, el sentimiento colectivo de la América como de una unidad de porvenir y frente al Viejo Mundo europeo, no es aún más que un sentimiento en cierta manera erudito y en vías de formación. Hubo, sí, un momento en la historia en que toda la América española, por lo menos toda Sudamérica, pareció conmoverse y vivir en comunidad de visión y de sentido, y fue cuando se dieron la mano Bolívar y San Martín en las vísperas de Ayacucho; pero pasado aquel momento épico, y una vez que cada nación sudamericana queda a merced de los caudillos, volvieron a un mutuo aislamiento, tal vez no menor que el de los tiempos de la Colonia.

En ciertos respectos sigue todavía siendo Europa el lazo de unión entre los pueblos americanos, y el panamericanismo, si es que en realidad existe, es un ideal concebido a la europea, como otros tantos ideales que pasan por americanos.

Todo esto se me ocurre a propósito de la reciente publicación, en un volumen, de las Poesías del bogotano José Asunción Silva, que acaba de editarse en Barcelona.


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6 págs. / 11 minutos / 178 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

J. W. y F.

Miguel de Unamuno


Cuento


Érase una vez en mi mollera un hombre joven, rico, muy rico, inmensamente rico y suficientemente loco para no parecerlo. Había mandado construir una alta aguja, por cuyo ancho ojo, bordado de arabescos y filigranas, hizo pasar toda una recua de camellos mientras decía: «Es cuestión de dinero, resolverse a gastar y poder dar en el precio.»

J. W. y F. era un joven rico y loco; tuvo amores y enflaqueció; los dejó y volvió a engordar, y nada sacó en limpio y si mucho en sucio; gozó y se aburrió. Viajó mucho, pero muy mucho; desde su patria imaginaría hizo sobre todo dos viajes, a Jerusalén uno y a Vitigudino el otro, y de vuelta recorrió toda la Europa, dejando de sus viajes estas notables


Memorias


«¡Cuántos hombres he visto, con qué diversos trajes, todos diferentes y todos ridículos! ¡Cuántos distintos lenguajes he oído, yo que apenas entiendo el mío! ¡Cuántas mujeres guapas y cuantas más feas! Como iba muy deprisa, no pude verlas despacio. ¡Cuántos pueblos, los unos viejos, los otros nuevos, aseados estos y cochinísimos aquéllos! ¡Cuántos puentes he pasado! ¡En cuántas fondas y cuán diversos platos he comido, sin sufrir jamás una indigestión! ¡Cuántos paisajes, con sus árboles y sus animales! Pero, sobre todo, ¡qué bien, que bien he dormido en las blandas camas de las fondas o en los sleeping cat después de un día agitado! Lo mejor de todos mis viajes han sido los sueños sin ensueño; lo más hermoso, la cama. ¡Europa, Europa! Toda te he visto y no te admiro.»


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2 págs. / 4 minutos / 58 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

Intelectualidad y Espiritualidad

Miguel de Unamuno


Ensayo


There are more things in heaven and earth, Horatio
than are dreamt of in your phylosophy.

Hay en los cielos y en la tierra, Horacio,
más que lo que sueña tu filosofía.

(Palabras del espiritual Hamlet al intelectual Horacio,
en el acto I, escena V, del Hamlet de Shakespeare)
 

Llevaba unos días de dispersión espiritual, de estéril mariposeo de la mente; nada lograba interesarle: cogía un libro, abríalo, leía dos o tres páginas de él y tenía que cerrarlo, porque la atención se le escapaba y desparramaba; poníase a escribir, y tantas eran las cuartillas rotas cuantas eran las escritas. Y, sin embargo, nunca gozó de mejor salud, nunca se sintió tan henchido de sangre corriente y rica, nunca rimaron mejor su corazón y sus pulmones. A la vez barruntaba dentro de sí algo fuerte y maduro que forcejeaba por brotar; creíase en vísperas de parir pensamientos rebosantes de vida y esplendor. Pero algo así como una calma solemne, contra la que luchaba en vano, le envolvía y perlesiaba. Era, sin duda, torpeza no esperar sosegado la gracia del Espíritu, sino irse a arrancarla a tirones.


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15 págs. / 27 minutos / 282 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

El Sencillo Don Rafael

Miguel de Unamuno


Cuento


Cazador y tresillista

Sentía resbalar las horas, hueras, aéreas, deslizándose sobre el recuerdo muerto de aquel amor de antaño. Muy lejos, detrás de él, dos ojos ya sin brillo entre nieblas. Y un eco vago, como el del mar que se rompe tras la montaña, de palabras olvidadas. Y allá, por debajo del corazón, susurro de aguas soterrañas. Una vida vacía, y él solo, enteramente solo. Solo con su vida.

Tenía para justificarla nada más que la caza y el tresillo. Y no por eso vivía triste, pues su sencillez heroica no se compadecía con la tristeza. Cuando algún compañero de juego, despreciando un solo, iba a buscar una sola carta para dar bola, solía repetir don Rafael que hay cosas que no se debe ir a buscar; vienen ellas solas. Era providencialista; es decir, creía en el todopoderío del azar. Tal vez por creer en algo y no tener la mente vacía.

—¿Y por qué no se casa usted? —le preguntó alguna vez con la boca chica su ama de llaves.

—¿Y por qué me he de casar?

—Acaso no vaya usted descaminado.

—Hay cosas, señora Rogelia, que no se deben ir a buscar: vienen ellas solas.

—¡Y cuando menos se piensa!

—¡Así se dan las bolas! Pero, mire, hay una razón que me hace pensar en ello...

—¿Cuál?

—La de morir tranquilo ab intestato.

—¡Vaya una razón! —exclamó el ama, alarmada.

—Para mí la única valedera —respondió el hombre, que presentía no valen las razones, sino el valor que se las da.


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5 págs. / 9 minutos / 137 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Semejante

Miguel de Unamuno


Cuento


Como todos huían de Celestino el tonto, tomándole, cuando más, de dominguillo con que divertirse, el pobrecito evitaba a la gente paseándose solo por el campo solitario, sumido en lo que le rodeaba, asistiendo sin conciencia de sí al desfile de cuanto se le ponía por delante. Celestino el tonto sí que vivía dentro del mundo como en útero materno, entretejiendo con realidades frescos sueños infantiles, para él tan reales como aquéllas, en una niñez estancada, apegada al caleidoscopio vivo como a la placenta el feto, y, como éste, ignorante de sí. Su alma lo abarca todo en pura sencillez; todo era estado de su conciencia. Se iba por la mayor soledad de las alamedas del río, riéndose de los chapuzones de los patos, de los vuelos cortos de los pájaros, de los revoloteos trenzados de las parejas de mariposas. Una de sus mayores diversiones era ver dar la vuelta a un escarabajo a quien pusiera patas arriba en el suelo.

Lo único que le inquietaba era la presencia del enemigo, del hombre. Al acercársele alguno, le miraba de vez en vez con una sonrisa en que quería decirle: «No me hagas nada, que no voy a hacerte mal», y cuando lo tenía próximo, bajo aquella mirada de indiferencia y sin amor, bajaba la vista al suelo, deseando achicarse tamaño de una hormiga. Si algún conocido le decía al encontrarle: «¡Hola, Celestino!», inclinaba con mansedumbre la cabeza y sonreía, esperando el pescozón. En cuanto veía a lo lejos chicuelos apretaba el paso; les tenía horror justificado: eran lo peor de los hombres.


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4 págs. / 7 minutos / 212 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Padrino Antonio

Miguel de Unamuno


Cuento


¿Qué drama íntimo de amor había vivido Antonio en su mocedad? No aludía a ello nunca aquel cincuentón casamentero que, mientras aconsejaba a los muchachos y muchachas que se casaran, repetía que él, por su parte, no había sido hecho por Dios para casado. «Nací demasiado tarde», era su explicación a su estado. Sólo un par de veces le oyeron decir, para mayor esclarecimiento: «Si hubiese nacido diez años antes...». «Tendría usted ahora sesenta», le replicó uno, y él: «¡Ah, sí, pero... los tendría!».

En cambio, teorizando se clareaba más, como sucede. «La materia trágica, la tragedia real, dolida, sale de las entrañas del tiempo —decía-, es el tiempo mismo. El tiempo es lo trágico. Pero lo eternizamos por el arte, destruimos el tiempo y tenemos la tragedia contemplada y gozada. Si cupiera repetir aquel dolor, aquel mismo y no otro, aquel dolor de aquel minuto y repetirlo a voluntad, haríase el más puro placer. El tiempo que pasa y no vuelve es la tragedia. ¡Toda la tragedia dolida es llegar o antes o después del momento del sino!».

—Las grandes tragedias de amor —decía otra vez— ocurren cuando coincidiendo el lugar y el tiempo alguna otra piedra de escándalo se interpone entre los amantes. Dios hizo nacer a Romeo y Julieta, a Diego e Isabel, a Pablo y Francisca, uno para otra, siendo así que de ordinario aquéllos que se completan mueren sin haberse conocido o por tiempo o por espacio; pero los hombres interpusieron entre ellos sus diabólicas invenciones.

—¿Y cuando los dos que se completan —le dijeron— nacen a tiempo y en lugar de coincidir y se conocen y se aman y se unen sin obstáculos?


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6 págs. / 11 minutos / 81 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Más Sobre la Crisis del Patriotismo

Miguel de Unamuno


Ensayo


«Oigo la voz de Dios; ¡ay de los que quieran resistirla! ¡Para ellos no se ha escrito la Historia!».

(JOSÉ RIZAL: Noli me tangere, cap. L)


«Escolta, Espanya — la veu d'un fill
que t'parla en llengua no castellana:
parlo en la llengua — que m'ha donat
la terra aspra:
en questa llengua — pocs t'han parlat:
en l'altra, massa.
[...]
On est, Espanya? — No t'veig en lloc.
No sents aquesta llengua — que t'parla entre perills?
Has desaprès d'entendre an els teus fills?
Adéu, Espanya!».

(JOAN MARAGALL: Oda a Espanya)
 

El ensayo que sobre «La crisis actual del patriotismo español» publiqué en estas mismas páginas, refugio de sinceridad, fue reproducido y comentado, y me forjo la ilusión de que ha contribuido a levantar a no pocos espíritus, sobre todo en Cataluña y en mi País Vasco, y a traerlos más aún al patriotismo español. Y al único patriotismo verdaderamente fecundo, al que consiste en esforzarse por hacer a la Patria grande, rica, variada, compleja.

Y la complejidad de la Patria, condición ineludible de su desarrollo armónico, supone la variedad íntima, la diferenciación de sus partes componentes y la mutua acción de estas partes, las unas sobre las otras, dentro de la integridad total. Cada región, cada casta de las que componen a España, debe procurar acusar, corroborar y fijar su propia personalidad, y el mejor modo de acusarla, corroborarla y fijarla, el único eficaz, consiste —no me cansaré de repetirlo— en tratar de imponérsela a las demás regiones o castas. Nadie se hace una personalidad por acción interna, sino por acción hacia fuera.


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15 págs. / 26 minutos / 197 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

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