Textos más populares este mes de Miguel de Unamuno | pág. 4

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autor: Miguel de Unamuno


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Paz en la Guerra

Miguel de Unamuno


Novela


I

por los años de cuarenta y tantos una tienducha de las que ocupaban medio portal á lo largo, abriéndose por una compuerta colgada del techo, y que á él se enganchaba una vez abierta; una chocolatería llena de moscas, en que se vendía variedad de géneros, una minita que iba haciendo rico á su dueño, al decir de los vecinos. Era dicho corriente el de que en el fondo de aquellas casas viejas de las siete calles, debajo de los ladrillos tal vez, hubiese saquillos de peluconas, hechas, desde que se fundó la villa mercantil, ochavo á ochavo, con una inquebrantable voluntad de ahorro.

A la hora en que la calle se animaba, á eso del medio día, solíase ver al chocolatero de codos en el mostrador, y en mangas de camisa, que hacían resaltar una carota afeitada, colorada y satisfecha.

Pedro Antonio Iturriondo había nacido con la Constitución, el año doce. Fueron sus primeros de aldea, de lentas horas muertas á la sombra de los castaños y nogales ó al cuidado de la vaca, y cuando de muy joven fué llevado á Bilbao á aprender el manejo del majadero bajo la inspección de un tío materno, era un trabajador serio y tímido. Por haber aprendido su oficio durante aquel decenio patriarcal debido á los cien mil hijos de San Luís, el absolutismo simbolizó para él una juventud calmosa, pasada á la penumbra del obrador los días laborables, y en el baile de la campa de Albia los festivos. De haber oído hablar á su tío de realistas y constitucionales, de apostólicos y masones, de la regencia de Urgel y del ominoso trienio del 20 al 23 que obligara al pueblo, harto de libertad según el tío, á pedir inquisición y cadenas, sacó Pedro Antonio lo poco que sabía de la nación en que la suerte le puso, y él se dejaba vivir.


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Dominio público
314 págs. / 9 horas, 10 minutos / 92 visitas.

Publicado el 11 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

Contra Esto y Aquello

Miguel de Unamuno


Ensayo, artículo


Prólogo a la segunda edición

Los artículos que componen esta colección no son propiamente ensayos críticos, ni pretende su autor que lo sean. Tan sólo son notas de un lector. En rigor, un pretexto para ir el autor entretejiendo sus propias ideas con las que le dan aquellos otros escritores a los que lee.

Escritos a vuelapluma y para satisfacer exigencias de labor periódica, no se enderezan a llevar a cabo un trabajo de erudición, que debe quedar para otros ingenios mejor dotados a tal respecto. El autor de estos ensayos no lee para citar lo leído, sino más bien para encender y enriquecer su propio pensamiento.

Hay, además, en la colección ésta algunos trabajos que no se refieren expresamente a obra alguna literaria, sino que son reflexiones generales sobre temas literarios y uno sobre la crítica. En éste trata el autor de sincerarse en cierto modo para que no se le tome por un crítico, por lo que se llama correctamente un crítico, a cuyo oficio renuncia, lo mismo que al de erudito, por no sentirse con aptitud para ninguna de esas dos tan inútiles y tan nobles funciones.

Poco tendría que añadir a lo que aquí hace ya dieciséis años dije si no hubiera pasado en tanto la terrible galerna, y a la vez terremoto, de la guerra mundial y sobre mí otra galerna que me tiene ya más de cuatro años y medio desterrado de mi patria, tiempo en que, merced sobre todo a trece meses de habitación en París, he podido rectificar ciertos juicios que acerca del espíritu francés, y más concretamente parisiense, había formado y publicado entonces. Pero no quiero tocar nada de lo que entonces dije, quiero respetar los juicios, equivocados o no, del que fui hace más de dieciséis años. Si algo rectificaría habrían de ser algunos vituperios, jamás los elogios, aunque respecto a éstos haya cambiado algo alguna vez.


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Dominio público
184 págs. / 5 horas, 23 minutos / 560 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Diario Íntimo

Miguel de Unamuno


Diario, Autobiografía


Cuaderno 1

Pospón toda sabiduría terrena, y toda humana y propia complacencia.

* * *

El misterio de la libertad es el misterio mismo de la conciencia refleja y de la razón. El hombre es la conciencia de la naturaleza, y en su aspiración a la gracia consiste su verdadera libertad. Libre es quien puede recibir la divina gracia, y por ella salvarse.

* * *

Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas, y la verdad se busca con la humildad.

* * *

Estando en Munitibar cuando el apuro del parto de Ceferina, me salí a la carretera, y sólo se me ocurrió rezar. En aquel trance de nada me servían mis vanas doctrinas, y del fondo del corazón me brotó la plegaria, como testimonio de la verdad del Dios Padre que oye nuestras súplicas. Y yo no entendí mi propio testimonio, cerrados mis oídos a la voz que hablaba en mí mismo. Resabios de antes, resurrección automática de fondo antiguo... mil explicaciones de razón buscaba en las sutilezas de la psicología, y no quería ver la verdad, que al impulso de la piedad se descubrió en mí. Porque entonces pedía por el prójimo, a solas, delante de Ti, sin sombra de vanagloria ni de propia complacencia, sin eso que se llama altruismo y es comedia y mentira.

* * *

Leopardi, Amiel, Obermann...

* * *

Confusión.


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119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 1.424 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

La Fe

Miguel de Unamuno


Ensayo, religión


P. –¿Qué cosa es fe?

R. –Creer lo que no vimos.


¿Creer lo que no vimos? ¡Creer lo que no vimos, no!, sino crear lo que no vemos. Crear lo que no vemos, sí, crearlo, y vivirlo, y consumirlo, y volverlo a crear y consumirlo de nuevo viviéndolo otra vez, para otra vez crearlo… y así; en incesante tormento vital. Esto es fe viva, porque la vida es continua creación y consunción continua, y, por lo tanto, muerte incesante. ¿Crees acaso que vivirías si a cada momento no murieses?

La fe es la conciencia de la vida en nuestro espíritu, porque pocos vivos la tienen de que viven, si es que puede llamarse vida a esa suya.

La fe es confianza ante todo y sobre todo; fe en sí mismo tiene quien en sí mismo confía, en sí y no en sus ideas; quien siente que su vida le desborda y le empuja y le guía; que su vida le da ideas y se las quita.

No tiene fe el que quiere, sino el que puede; aquel a quien su vida se la da, porque es la fe don vital y gracia divina si queréis. Porque si tienes fe inquebrantable en que has de llevar algo a cabo, fe que trasporta montañas, no es en rigor la fe esa la que te da potencia para cumplir ese trasporte, sino que es la potencia que en ti latía la que se te revela como fe. No espolees, pues, a la fe, que así no te brotará nunca. No la hurgues. Deséala con todo tu corazón y todo tu ahínco, y espera, que la esperanza es ya fe. ¿Eres débil? Confía en tu debilidad, confía en ella, y ocúltate, bórrate, resígnate; que la resignación es también fe.

No busques, pues, derecha e inmediatamente, fe; busca tu vida, que si te empapas en tu vida, con ella te entrará la fe. Pon tu hombre exterior al unísono del interior, y espera. Espera, porque la fe consiste en esperar y querer.


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14 págs. / 24 minutos / 263 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2020 por Edu Robsy.

El Derecho del Primer Ocupante

Miguel de Unamuno


Cuento infantil


Cuento para niños


Cuando nacisteis, os encontrasteis con padres que os daban todo lo que os hacía falta: comida, vestido, casa y todas las demás cosas necesarias, y hasta las no necesarias, como juguetes y diversiones de pago. No habéis tenido que ganaros nada por vosotros mismos y con vuestro trabajo, y por esto no sabéis lo que es ganaros la vida. Os habéis encontrado con que unas cosas son de unos y otras cosas son de otros, y no sabéis por qué son las cosas de uno y no son de otro. Todo lo que tenéis os lo han dado hecho, o vuestros padres, o vuestros amigos, o se lo habéis trocado a estos amigos por otras cosas, y si algo habéis hecho vosotros con vuestras manos, es con materiales que os dieron. Y lo que compráis es con dinero que os han dado, y no con dinero que hayáis ganado.

Me figuro que al leer esto alguno de vosotros me saltará diciendo: «No, yo tengo una cosa que es mía y no me la ha dado nadie, sino que yo me la encontré en la calle, la cogí y como no era de nadie, ahora es mía.» Claro está que lo que uno encuentra y no era de nadie, o lo tiró su dueño, es del que lo encuentra. De esas cosas se dice que no son de nadie, y del que las encuentra se dice que se hace dueño de ellas por el derecho del primer ocupante.

Cuando yo era niño, como vosotros, siempre que encontrábamos algún juguete u otra cosa que podía habérsele perdido a algún chico, la cogíamos y cantábamos esto:


Una cosa me he encontrado.
Cuatro veces lo diré.
Si su dueño no parece
con ella me quedaré.


Y si no parecía el dueño, nos quedábamos con ella. Otros, ni siquiera cantaban eso ni hacían nada porque pareciese el dueño, sino que se callaban, algunos sabiendo a quién se le había perdido lo que ellos encontraron. Y esto, claro está, es un robo.


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6 págs. / 10 minutos / 90 visitas.

Publicado el 7 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Mi Religión

Miguel de Unamuno


Artículo, ensayo


Me escribe un amigo desde Chile diciéndome que se ha encontrado allí con algunos que, refiriéndose a mis escritos, le han dicho: «Y bien, en resumidas cuentas, ¿cuál es la religión de este señor Unamuno?» Pregunta análoga se me ha dirigido aquí varias veces. Y voy a ver si consigo no contestarla, cosa que no pretendo, sino plantear algo mejor el sentido de la tal pregunta.

Tanto los individuos como los pueblos de espíritu perezoso —y cabe pereza espiritual con muy fecundas actividades de orden económico y de otros órdenes análogos— propenden al dogmatismo, sépanlo o no lo sepan, quiéranlo o no, proponiéndose o sin proponérselo. La pereza espiritual huye de la posición crítica o escéptica.

Escéptica digo, pero tomando la voz escepticismo en su sentido etimológico y filosófico, porque escéptico no quiere decir el que duda, sino el que investiga o rebusca, por oposición al que afirma y cree haber hallado. Hay quien escudriña un problema y hay quien nos da una fórmula, acertada o no, como solución de él.

En el orden de la pura especulación filosófica, es una precipitación el pedirle a uno soluciones dadas, siempre que haya hecho adelantar el planteamiento de un problema. Cuando se lleva mal un largo cálculo, el borrar lo hecho y empezar de nuevo significa un no pequeño progreso. Cuando una casa amenaza ruina o se hace completamente inhabitable, lo que procede es derribarla, y no hay que pedir se edifique otra sobre ella. Cabe, sí, edificar la nueva con materiales de la vieja, pero es derribando antes ésta. Entretanto, puede la gente albergarse en una barraca, si no tiene otra casa, o dormir a campo raso.


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7 págs. / 12 minutos / 272 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

Al Correr los Años

Miguel de Unamuno


Cuento


Eheu fugaces, Poetume, Postume,
labuntur anni...

(Horacio, Odas II, 14)
 

El lugar común de la filosofía moral y de la lírica que con más insistencia aparece es el de cómo se va el tiempo, de cómo se hunden los años en la eternidad de lo pasado.

Todos los hombres descubren a cierta edad que se van haciendo viejos, así como descubrimos todos cada año —¡oh portento de observación!— que empiezan a alargarse los días al entrar en una estación de él, y que al entrar en la opuesta, seis meses después, empiezan a acortarse.

Esto de cómo se va el tiempo sin remedio y de cómo en su andar lo deforma y transforma todo, es meditación para los días todos del año; pero parece que los hombres hemos consagrado a ella en especial el último de él y el primero del año siguiente, o cómo se viene el tiempo. Y se viene como se va, sin sentirlo. Y basta de perogrulladas.

¿Somos los mismos de hace dos, ocho, veinte años?

Venga el cuento.

* * *

Juan y Juana se casaron después de largo noviazgo, que les permitió conocerse, y más bien que conocerse, hacerse el uno al otro. Conocerse no, porque dos novios, lo que no se conocen en ocho días no se conocen tampoco en ocho años, y el tiempo no hace sino echarles sobre los ojos un velo —el denso velo del cariño— para que no se descubran mutuamente los defectos, o, más bien, se los conviertan a los encantados ojos en virtudes.

Juan y Juana se casaron después de un largo noviazgo, y fue como continuación de éste su matrimonio.

La pasión se les quemó como mirra en los transportes de la luna de miel, y les quedó lo que entre las cenizas de la pasión queda, y vale mucho más que ella: la ternura. Y la ternura en forma de sentimiento de la convivencia.


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6 págs. / 11 minutos / 398 visitas.

Publicado el 25 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Almas de Jóvenes

Miguel de Unamuno


Ensayo


En La Nación, acreditadísimo diario de Buenos Aires, y en el último número del Mercure de France —el de febrero—, ha publicado Gómez Carrillo unas notas que le di, acerca de nuestra juventud intelectual y del efecto que ella me produce. Y con ésta, son muchas ya las veces que he tratado de ese tema, quedándome muchas más por tratar de él. Y es que, si no nos preocupan los jóvenes, ¿qué nos va a preocupar?

Dice Carrillo que parece no estimo a los jóvenes. Todo lo contrario. Dudo que a nadie le interesen más; dudo que haya en España quien con más ahínco busque firmas nuevas y las siga; dudo que haya quien con más ardor desee verlos ir unidos al asalto del ideal. Lo que hay es que yo, como muchos otros, manifiesto con cierta dureza mis cariños y gusto de fustigar a los que quiero. Para los irredimibles, para los que no tienen sino arrastrar una oscura vida o una muerte más oscura aún, para éstos no cabe sino el apóstrofe del florentino: no hablemos de ellos, sino mira y pasa.

Permitidme que hable de mí mismo; permítame mi joven amigo J. O. G., de quien reproduciré luego dos cartas; permitídmelo: soy el hombre que tengo más a mano, como decía mi paisano Trueba.


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17 págs. / 31 minutos / 515 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Auto-retrato

Miguel de Unamuno


Artículo, autobiografía


Sr. D. Francisco Villaespesa

Mi estimado amigo: Me pide usted un retrato mío y ante tal pedido surge un pequeño conflicto sin graves consecuencias —en mi conciencia. Renuncio á describírselo, aunque con semejante renuncia nos perdamos un trozo de psicología introspectiva, diferente, como es natural, de la ultrospectiva.

El resultado final de tal conflicto es la decisión de enviarle el retrato, pues el resistirse á que aparezca en público la imagen de nuestro físico arguye, en los tiempos que corren, mayor petulancia que el ceder á ello. Hoy, en que se prodiga tanto la estampación pública de retratos, es un verdadero acto de humildad, á la vez que un acto de verdadera humildad, el dejar que se dé á estampa pública el propio y peculiar retrato.

Ahora bien: visto y acordado en el tribunal de mi conciencia el remitirle un retrato de mi físico —dueño y á la vez siervo de dicha conciencia—, quedaba sólo la ejecución del acuerdo.

Y aquí me encuentro con que apenas tengo fotografías, y ellas no muy buenas, de mi semblante y traza corporal, y en este apuro acudo a la pluma misma con que trazo estas líneas y con ella dibujo mi perfil. Y en esto ha de permitirme que eche mano del egotismo y le diga que yo tengo más fisonomía visto de lado que no de frente. Hasta como escritor público creo que me ocurre lo mismo.

El hecho —porque es, sin duda, un hecho– de que envíe un auto-retrato supone que cultivo el «conócete á ti mismo»; y no pongo en latín esta sentencia, porque eso me parece algo asi como citar á Nietzsche ó á Tolstoi en francés, y el cultivar ese «conócete» dicen que es un mérito y el camino obligado para el «poséete».


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Publicado el 12 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

Con Don Quijote en Sigüenza

Miguel de Unamuno


Artículo, ensayo


Ahí, a mil metros sobre el nivel azul del mar latino, en la adusta meseta que enlaza Aragón a la Mancha —¡dos tierras tan tierras!— sentí invadir mi alma ansiosa un cacho de tradición empedernida. Tradición y no historia, y tradición hecha piedra. Piedra y ladrillos y adobe.
 La tradición es la escurraja, el sedimento, a menudo las heces no más de la historia. La historia vive y pasa, la tradición queda y dura. Pero vuelve a hacerse con la tradición historia cuando se la vivifica y se la vive.
 Y así fuí a la vieja ciudad de Sigüenza a alimentar de piedras y de barro cocido o reseco mi alma, a hacer alma esas piedras animándolas en el espíritu. Y a resecar y renacer a la vez un poco el alma que empezaba a derretírseme.
 Venía de la ciudad de Monzón de Río Cinca, el pueblo natal de Joaquín Costa, el último gran ibero, el que por trágica contradicción predicó el europeísmo, el de corazón fervoroso de gran cacique espiritual. Predicó el europeísmo por haberse sentido tan arraigadamente ibérico y combatió el caciquismo porque allá, en su fuero interno, se conocía grandísimo cacique.
 Desde el castillo de Monzón había restregado mi vista en el verdor de las huertas que se ufanan lozanas a su pie y la había enjuagado luego de esa verdura de visión oteando las lontananzas ceñudas que se pierden en el regazo del Pirineo. El Maladeta se alzaba en el confín como una barrera entre Iberia y Europa. Más allá de él los campos grasos y muelles de los pueblos que guerreando o jugando —todo es guerra y todo es juego, y juego y guerra lo mismo— se dejan llevar sin resistir, vida abajo, por el vasto río de la historia hacia el mar del infinito olvido.
 C'est un paysage planetaire! ¡Es un paisaje planetario! Así me había dicho una vez uno de los conservadores del Museo del Louvre que desde París fue a caer en tren sobre Medinaceli en busca de Grecos.


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5 págs. / 8 minutos / 270 visitas.

Publicado el 7 de octubre de 2019 por Edu Robsy.

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