Textos más vistos de Nathaniel Hawthorne

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autor: Nathaniel Hawthorne


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El Entierro de Roger Malvin

Nathaniel Hawthorne


Cuento


LA EXPEDICIÓN proyectada el año 1725 en defensa de las fronteras, y que terminó en la renombrada “batalla de Lóvell,” es uno de los pocos incidentes de la guerra india susceptibles de la luz fantástica del romance. Dejando a la sombra judiciaria ciertas circunstancias, la imaginación encuentra mucho que admirar en el heroísmo de una pequeña banda que presentó batalla a enemigo dos veces superior, en el corazón de su propio país. La valentía desplegada por ambas partes estuvo de acuerdo con las ideas civilizadas sobre el valor; y aun la caballería andante no se avergonzaría de registrar en sus anales las hazañas individuales de uno o dos de aquellos combatientes. La batalla a que nos referimos, aunque fatal para los beligerantes, no tuvo consecuencias funestas para la nación, porque derrocó el poderío de una tribu y condujo a la paz que subsistió durante varios años consecutivos. La historia y la tradición son minuciosas en sus crónicas sobre este asunto; y el capitán de una partida de exploradores en la frontera adquiría renombre militar tan positivo como el del jefe que condujera millares de hombres a la victoria. A pesar de la substitución de nombres ficticios por los verdaderos, será fácil reconocer algunos de los incidentes que se refieren en las páginas siguientes, como el mismo relato escuchado de labios de los ancianos sobre la suerte de los pocos combatientes que sobrevivieron en la retirada de la “batalla de Lóvell.”

 


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25 págs. / 44 minutos / 306 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Holocausto del Mundo

Nathaniel Hawthorne


Cuento


En cierta ocasión si bien es asunto de poca o ninguna importancia que fuera en el pasado o en tiempos venideros, este ancho mundo había llegado a estar tan sobrecargado, había llegado a tener tal acumulación de cosas viejas e inútiles que sus habitantes decidieron librarse de ellas por medio de una hoguera general. El sitio elegido por gestiones de las compañías de seguros, al ser un lugar tan céntrico como cualquier otro del globo, fue una de las más vastas praderas del oeste donde ninguna morada humana pudiera verse expuesta al peligro de las llamas y donde una amplia asamblea de espectadores pudiera cómodamente admirar la función. Y puesto que yo tenía un cierto gusto por espectáculos de este tipo e imaginándome así mismo que el resplandor de la hoguera podría revelar alguna profunda verdad moral hasta el presente oculta en la niebla o en la oscuridad, me pareció oportuno viajar hasta allí para estar presente. A mi llegada, aunque la cantidad de desechos condenados era relativamente pequeña, se le había aplicado ya la tea. En medio de aquella llanura sin fondo, en la penumbra del crepúsculo, como una lejana estrella sola en el firmamento, de allí salía, apenas visible, un trémulo resplandor del que nadie podía haber anticipado una llamarada tan violenta como la que estaba destinada a producirse después. A cada momento, empero, llegaban caminantes a pie, mujeres sujetándose los delantales, hombres a caballo, carretillas, carromatos de trastos viejos y otros vehículos, grandes y pequeños, de lejos y de cerca, todos cargados de artículos sobre los que se había decidido que no valían para otra cosa que para que los quemaran.

—¿Qué materiales se han usado para encender la llama? —solicité de uno de los espectadores. Porque yo estaba deseoso de conocer todo el proceso de la operación de principio a fin.


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25 págs. / 44 minutos / 907 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Catástrofe del Señor Higginbotham

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Un hombre joven, de profesión vendedor ambulante de tabaco, se dirigía desde Morristown, en donde se había entretenido en amplios tratos con el diácono de la comunidad shákera, hacia el pueblo de Parker’s Falls, junto al río Salmon. Tenía una pequeña y pulcra carreta, pintada de verde, con una caja de cigarros dibujada en cada cartola y, en la parte posterior, un jefe indio sujetando una pipa y una planta de tabaco.

El vendedor conducía una preciosa yegüita y era un joven de excelente carácter, atento a cualquier trato, pero que no por eso dejaba de gustar a los yankis; quienes, según les he oído yo decir, preferirían que les afeitasen con una navaja afilada que con una roma. Y era especialmente querido por las lindas muchachas de la ribera del Connecticut, cuyo favor solía solicitar mediante regalos del mejor de los tabacos que llevaba; pues sabía bien que las mozas campesinas de Nueva Inglaterra son, por lo general, magníficas fumadoras de pipa. Además, como se verá en el transcurso de mi historia, el vendedor era de carácter preguntón y tenía algo de chismoso, siempre rabiando por oír las noticias y deseando contarlas de nuevo.


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15 págs. / 27 minutos / 999 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Letra Escarlata

Nathaniel Hawthorne


Novela


INTRODUCCIÓN

AL presentar en lengua castellana la obra maestra del novelista americano Nataniel Hawthorne, que sin duda es también una de las más notables producciones de la literatura amena de los Estados Unidos, hemos creído conveniente hacerla preceder de la traducción de los párrafos que, á manera de prefacio, aparecen en una de las últimas ediciones de esta novela en su idioma nativo. Como verá el que lo leyere, se dan en dicho trabajo algunos detalles, que no carecen de interés, acerca de la obra y de su autor:—

"LA LETRA ESCARLATA fué la primera producción de gran aliento que escribió Hawthorne después de haberse dado á conocer con sus "Cuentos dos veces referidos;" y también el primero de sus libros que alcanzó popularidad. En el intermedio había publicado "El Sillón del Abuelo," para niños, y "Musgos de una antigua morada;" pero solo después de fijada su residencia en Salem, donde desempeñaba el empleo de Administrador de la Aduana de aquel puerto, fué cuando comenzó á experimentar la sensación, según manifestó él mismo á un amigo suyo, de "que una novela le bullía en el cerebro." Esta novela es la que hoy goza de fama universal y se ofrece á los lectores en el presente volumen. La comenzó á principios del invierno de 1849 á 1850, y la terminó en 3 de Febrero del año últimamente nombrado. Al día siguiente de concluída, escribió á su amigo Horacio Bridge diciéndole:—


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279 págs. / 8 horas, 9 minutos / 2.052 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Velo Negro del Pastor

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El sacristán se encontraba en el porche de la capilla de Milford, tirando vigorosamente de la cuerda de la campana. Los viejos del pueblo venían encorvados por la calle abajo. Los niños, con sus caras resplandecientes, saltaban y jugueteaban alegremente detrás de sus padres o remedaban un paso más solemne que el de sus mayores, con la consciente dignidad que les daban sus ropas de domingo. Los peripuestos solteros miraban de soslayo a las bonitas doncellas y se imaginaban que el sol dominical las hacía parecer más bellas que los días de labor.

Cuando ya casi todo el gentío había llegado a congregarse en el porche, el sacristán empezó a tañer la campana con un ojo puesto en la puerta del reverendo Sr. Hooper. La primera visión de la figura del clérigo fue la señal para que la campana cesase en su convocatoria.

—Pero ¿qué lleva el bueno del párroco Hooper en la cara? —gritó atónito el sacristán.

Todos los que se hallaban al alcance de su voz se volvieron de inmediato y contemplaron el semblante del Sr. Hooper que recorría despacio su meditativo camino hacia la capilla. Como en un solo acorde, todos empezaron a expresar una extrañeza como si cualquier vicario desconocido hubiera venido a desempolvar los cojines del púlpito del señor Hooper.

—¿Está usted seguro de que es nuestro párroco? —quiso Goodman Gray informarse con el sacristán.

—Totalmente seguro de que es el bueno del señor Hooper —replicó el sacristán—. Iba a haberle cambiado el púlpito al párroco Shute, de Westbury, pero el párroco Shute mandó recado ayer, excusándose, porque tenía que predicar en un funeral.


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18 págs. / 32 minutos / 1.018 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Experimento del Doctor Heidegger

Nathaniel Hawthorne


Cuento


EL ANCIANO doctor Héidegger, hombre muy original, invitó una vez a cuatro amigos suyos para que se reunieran en su estudio. Eran tres caballeros de barba blanca: el señor Médbourne, el coronel Kílligrew y el señor Gascoigne; y una ajada señora, la viuda Wycherly. Todos ellos eran viejos y melancólicos personajes, que habían sufrido infortunios durante su vida, y cuya mayor desgracia consistía en que no gozaban tiempo ha del reposo de la tumba. El señor Médbourne había sido en el vigor de su edad un próspero comerciante; mas perdió toda su fortuna en especulaciones arriesgadas y era por entonces poco menos que un mendigo. El coronel Kílligrew había malgastado sus mejores años, su salud y su energía en pecaminosos placeres que le produjeron multitud de incomodidades, como la gota y otros varios tormentos de cuerpo y alma. El señor Gascoigne era un político arruinado, hombre de mala fama, que le había perseguido hasta que el tiempo le borró de la memoria de la presente generación, haciéndole obscuro en vez de infame. En cuanto a la viuda Wycherly, contaba la tradición que fué una belleza en sus días; mas había vivido largo tiempo en profundo aislamiento a causa de ciertas historias escandalosas que levantaron contra ella la opinión de la sociedad. Es digna de mencionarse la circunstancia de que los tres viejos caballeros, el señor Médbourne, el coronel Kílligrew y el señor Gascoigne, habían sido en otro tiempo pretendientes de la viuda Wycherly, y estuvieron una vez a punto de cortarse el cuello por gozar del privilegio de su amor. Y antes de proseguir, quiero también dejar apuntado que se susurraba que tanto el doctor Héidegger como sus cuatro invitados se encontraban a veces algo fuera de sus cabales; cosa no del todo sorprendente tratándose de personas ancianas atormentadas por actuales sufrimientos o por angustiosas remembranzas.


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12 págs. / 21 minutos / 400 visitas.

Publicado el 26 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Gran Rostro de Piedra

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Una tarde, a la caída del sol, una madre y su hijo pequeño se hallaban sentados a la puerta de su cabaña, hablando del Gran Rostro de Piedra. No tenían más que levantar la vista y allá se le podía ver perfectamente, aunque a algunas millas de distancia, con el sol iluminando todas sus facciones.

¿Y qué era el Gran Rostro de Piedra?

Protegido por una familia de elevadas montañas se encontraba un valle tan espacioso que acogía a miles y miles de habitantes. Algunas de estas buenas gentes vivían en cabañas de troncos en medio del sombrío bosque, en las faldas empinadas y difíciles de las colinas. Otros tenían sus hogares en cómodas granjas y cultivaban la rica tierra de las suaves ondulaciones o de las superficies llanas del valle. Y otros, por fin, se congregaban en populosas aldeas donde algún riachuelo salvaje de la serranía, precipitándose desde su nacimiento en la región alta de la montaña, había sido atrapado y domesticado por la habilidad del hombre y obligado a mover la maquinaria de las fábricas de algodón. Los habitantes de este valle, en pocas palabras, eran numerosos y contaban con abundantes formas de vida. Pero todos, adultos y niños, tenían una cierta familiaridad con el Gran Rostro de Piedra, aunque algunos poseían el don de distinguir este gran fenómeno natural de forma más perfecta que muchos de sus vecinos.


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25 págs. / 44 minutos / 263 visitas.

Publicado el 19 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Retrado de Edward Randolph

Nathaniel Hawthorne


Cuento


El antiguo y tradicional contertulio de la Casa Provincial estuvo presente en mis recuerdos desde la mitad del verano hasta el mes de enero. Una tarde desocupada de invierno resolví hacerle otra visita, confiando en que le encontraría como de costumbre en el rincón más cómodo de la cantina, y creyendo, de otro lado, hacer obra meritoria para mi país al sacar del olvido cualquier otro hecho desconocido de la historia. La noche era cruda y fría, y volvíase casi borrascosa por efecto de una ráfaga de viento que soplaba a lo largo de la calle de Wáshington, haciendo que las luces de gas flotaran y vacilaran dentro de los faroles. Apresurábame en mi camino, mientras mi fantasía se ocupaba de comparar el aspecto presente de la calle con el que asumía probablemente cuando los gobernadores ingleses habitaban la mansión hacia la cual me dirigía. Los edificios de ladrillo eran escasos en aquellos tiempos, hasta que estalló una sucesión de incendios destructores, barriendo una y otra vez las casas y depósitos de madera de uno de los barrios más populosos de la ciudad. Las construcciones se hacían entonces aisladas e independientes, sin encerrar como ahora su existencia particular en hileras seguidas, con fachada de similitud fatigante; sino ostentando cada una, por el contrario, ciertos rasgos originales, como si el gusto individual de su propietario las hubiera delineado, y ofreciendo un conjunto de pintoresca irregularidad: pérdida que no puede compensarse con ninguno de los atractivos de nuestra arquitectura moderna. Este espectáculo, revelándose confusamente acá y allá a las miradas, a los rayos de alguna vela de sebo, que se filtraban bajo las pequeñas hojas de las diseminadas ventanas, formaba sombrío contraste con la calle tal como aparecía en aquel momento, con las luces de gas brillando de esquina a esquina, y con sus tiendas resplandecientes que arrojaban claridad diurna a través de las grandes vidrieras de cristal.


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14 págs. / 25 minutos / 72 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Ambición del Forastero

Nathaniel Hawthorne


Cuento


Este suceso se inició al caer la tarde de un día de septiembre. En aquel momento se hallaba la familia congregada alrededor de la lumbre del hogar, mantenido con piñas secas, maderos robados por las torrenteras de las montañas y troncos de los árboles tronchados por el viento. Los padres de aquella familia reflejaban en sus rostros una alegría serena; los niños reían; la hija mayor, a los diecisiete años, era una imagen viva de la felicidad, y la abuela, acomodada en el mejor lugar, y aplicada a su calceta, era, como la hija mayor, una imagen repetida de la felicidad, sólo que en el invierno de la vida. Todos los allí reunidos habían llegado a puerto de reposo en el lugar más horrible de Nueva Inglaterra. La familia vivía en el Tajo de las Montañas Blancas, donde el viento corría con violencia los 365 días del año y llevaban en su entraña, en el invierno, un frío de acero que descargaba despiadado sobre la casa de madera en su paso al valle del Saco. El lugar donde la familia había construido su hogar era frío, y, además de frío, amenazado por un constante peligro. Por encima de sus cabezas se alzaba, en efecto, una enorme montaña tan escarpada y agreste, que las piedras se desprendían con frecuencia, y rodando con estrépito desde lo alto, los sobresaltaban en la noche.

La muchacha acababa de decir algo chistoso, que había provocado la risa de toda la familia, cuando el viento que corría a través del Tajo pareció detenerse ante la casa, sacudiendo la puerta con un lamento infinito antes de continuar hacia el valle. Aunque nada extraordinario representaba aquella violencia, la familia se sintió un momento sobrecogida. Ya volvía a resurgir la alegría en sus rostros, cuando pudieron oír que el picaporte de la puerta de entrada era alzado desde fuera, tal vez por algún transeúnte, cuyos pasos hubieran sido ahogados por el bramido del viento coincidente con su llegada.


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11 págs. / 20 minutos / 138 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Libro de Maravillas para Niñas y Niños

Nathaniel Hawthorne


Cuento infantil


Prefacio

Desde hace mucho tiempo el autor considera que gran número de mitos clásicos podrían reescribirse como lectura fundamental para los niños. A partir de esta idea, el breve volumen que aquí se ofrece al público reelabora media docena de estos mitos. El plan demandaba una gran libertad, pero cualquiera que intente adaptar estas historias en su forja intelectual observará que son prodigiosamente independientes de modos y circunstancias históricas. En esencia, siguen siendo las mismas después de haber pasado por cambios que afectarían la identidad de casi cualquier otra cosa.

El autor, por lo tanto, no se declara culpable de sacrilegio si a veces ha modelado de nuevo unas formas santificadas por una antigüedad de dos o tres mil años. Ninguna época puede reclamar derechos de autor sobre estas fábulas inmortales. Parece que no tuvieran origen y, sin duda, mientras exista el hombre es imposible que perezcan, pero, por esta misma indestructibilidad, son legítimamente susceptibles de que cada época las vista con su propio atuendo de modos y sentimientos y les infunda su propia moral. En la versión presente quizá han perdido mucho de su aspecto clásico (o bien el autor no tuvo el cuidado de conservarlo), y tal vez han adoptado un aspecto gótico o romántico.

Al llevar a cabo esta placentera tarea —pues realmente ha sido una labor idónea para el tiempo caluroso, y una de las más placenteras literariamente que hayamos emprendido—, el autor no siempre consideró necesario rebajar el nivel para facilitar la compresión de los niños. En general ha permitido que el tema se elevara, cada vez que a eso tendía y cuando él mismo tenía el suficiente aliento para seguirlo sin esfuerzo. En imaginación y sentimiento, los niños tienen una enorme sensibilidad para todo lo propfundo o lo elevado, mientras también sea sencillo. Lo único que les desconcierta es lo artificioso y lo complejo.


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148 págs. / 4 horas, 19 minutos / 222 visitas.

Publicado el 24 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

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