Nicolás Maquiavelo a Zanobi Buondelmonti y Cosme Rucellai
Salud
Os envío un regalo que, si no corresponde a mis
obligaciones con vosotros, es el mejor que puede haceros Nicolás
Maquiavelo, pues en él he expresado cuanto sé y aprendí en larga
práctica y continua enseñanza de las cosas del mundo. No pudiendo desear
más de mí, ni vosotros ni ningún otro, tampoco os quejaréis de que no
os dé más.
Podrá muy bien suceder que os desagrade la pobreza de mi ingenio
cuando estas narraciones mías sean pobres y lo falaz del juicio cuando
al discurrir en muchos puntos me engañe. A decir verdad, no sé quién
está más obligado, yo a vosotros, que me habéis forzado a escribir lo
que por mi propia iniciativa jamás hubiera escrito, o vosotros a mí, en
caso de que lo hecho no os satisfaga. Aceptad, pues, esto como se
aceptan todas las cosas de los amigos, teniendo más en cuenta la
intención del que regala que la cosa regalada, y creed que me satisface
pensar que, si me equivoqué en muchas circunstancias, no he incurrido en
error al preferiros a todos los demás para la dedicatoria de estos
discursos míos, tanto porque haciéndolo así paréceme mostrar alguna
gratitud por los beneficios recibidos, como por apartarme de la
costumbre en los escritores de dedicar sus obras a príncipes, cegándoles
la ambición o la avaricia hasta el punto de elogiar en ellos todo
género de virtudes, en vez de censurarles todos los vicios.
Para no incurrir en tal error he elegido, no a los que son príncipes,
sino a quienes por sus infinitas buenas cualidades merecen serlo; no a
los que pueden prodigarme empleos, honores y riquezas, sino a los que
quisieran hacerlo si pudiesen; porque los hombres, juzgando
sensatamente, deben estimar a los que son, no a los que pueden ser
generosos; a los que saben gobernar un reino, no a los que, sin saber,
pueden gobernarlo.
Información texto 'Discurso Sobre la Primera Década de Tito Livio'