Textos más largos de Nilo Fabra etiquetados como Cuento disponibles | pág. 2

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autor: Nilo Fabra etiqueta: Cuento textos disponibles


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La Caja de Cerillas

Nilo Fabra


Cuento


Rico, viejo, achacoso, sin hijos que le heredasen, y solo con parientes, lejanos y codiciosos, era Samuel Rodríguez el más infeliz de los avaros. Ni el afán de acapararlo todo, ni el placer de contar y recontar el fruto de sus granjerías, ni la necia vanidad de que podía poseer lo que otros inútilmente ambicionaban, hacíanle llevaderas las angustias, zozobras y fatigas que producía en su ánimo, naturalmente pusilánime, el temor de perder el bien alcanzado con tantas privaciones.


* * *


No ha mucho tiempo que Samuel recorría a pie una comarca, donde acababa de sentar los reales para esquilmarla y empobrecerla con sus negocios usurarios, cuando le sorprendió la noche junto a un río, a la sazón infranqueable sin el auxilio de barca, porque repentina avenida había destruido el puente o inutilizado el vado. Lleno de mortal congoja, temiendo a cada paso la sorpresa de imaginarios bandoleros, pues llevaba en el seno un fajo de billetes de Banco, seguía la margen del río, hasta que la suerte le deparó una barca medio varada en la arena. Su primer intento fue ponerla a flote; mas faltándole fuerzas, y coligiendo por varios y manifiestos indicios que aquel debía de ser lugar frecuentado de pescadores, comenzó a dar voces en demanda de socorro. Acudió solícito a prestarlo uno de aquellos, dueño de la barca, a quien Samuel, con lágrimas en los ojos, suplicó que, por caridad y amor de Dios, le pasase a la orilla opuesta. Era el barquero muy pobre, y de suyo compasivo para con los menesterosos, y tomando por tal a Rodríguez, a juzgar por lo roto, raído y mugriento del traje, accedió, sin estipendio alguno, a lo que pedía, y comenzó a poner en obra su buena intención.


* * *


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Dominio público
5 págs. / 9 minutos / 21 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

El Monstruo

Nilo Fabra


Cuento


Don Santiago, el tendero de ultramarinos de la calle del Lobo, a fuerza de economías, sin defraudar en el peso ni en la calidad de los artículos, porque era hombre muy de bien, logró, al cabo de veinticinco años de trabajo y perseverancia, retirarse por completo de los negocios, reuniendo un caudal de cien mil pesetas.

¿En qué iba a emplear el laborioso fruto de sus afanes? — ¿En qué colocaré mi dinero? —se preguntaba todas las noches al acostarse, y esta idea fija en su imaginación no le permitía conciliar el sueño—. ¿En acciones del Banco de España? — ¡Se cotizan ya tan altas! — ¿En papel del Estado? — ¡Si todo se lo ha de llevar la trampa! — ¿En empresas particulares? — ¡Buenos están el comercio y la industria! —¿En acciones u obligaciones de ferrocarriles? — ¡Quién viaja en este desdichado país! — Cuando las transacciones mercantiles vienen a menos, ¡cómo ha de haber tráfico!

Por fin tomó una resolución y fue apelar al consejo de su amigo don Frutos, concejal, diputado a Cortes y hombre ducho en los negocios.

—Si no fueses tan caviloso y pusilánime —le contestó don Frutos—, mi opinión sería que adquirieses papel del Estado, y hasta que doblases la renta por medio del sistema de las pignoraciones o haciendo alguna jugadita de Bolsa; pero para esto se necesita corazón, o por lo menos, desconocimiento del peligro. Como careces de estas circunstancias, y además deseas ante todo la tranquilidad y no te ciega la ambición, creo que lo menos malo que puedes hacer es fincarte en Madrid. Los terrenos del Ensanche ganan de día en día; compra un solar, labra una casita económica y resérvate un cuartito a tu gusto, y así tú y la familia tendréis albergue y una renta, aunque modestísima, suficiente a vuestras limitadas necesidades, sin veros obligados a acudir al préstamo o a mermar el capital, para atender a las exigencias de la vida.


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Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 30 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

Un Diálogo en el Espacio

Nilo Fabra


Cuento


¡Espíritu extraño a mi familia planetaria, que, como yo, vagas por la inmensidad buscando el término del pavoroso viaje de las almas, detén un momento el raudo vuelo y fija tu penetrante vista, ajena a las imperfecciones de los carnales sentidos, en aquel astro que frontero a nosotros se presenta, girando pausado al rededor de uno de los innumerables soles de la Vía Láctea!

—¡Sombra a la par que yo desvanecida de la materia, cuya cósmica unidad descubro claramente!, di, ¿por qué apartas mi atención, absorta ante las grandiosas maravillas del Universo, fijándola en cuerpo celeste tan raquítico, pobre y diminuto, sol extinguido, esqueleto de una estrella, pigmeo que pasea su mortaja por los insondables abismos del espacio?

—¡Ah! Aquel planeta fue mi patria.

—¿Tu patria? ¿Patria del espíritu un átomo?

—¡La patria del cuerpo que animé!

—Di mejor tu destierro.

—Treinta años vi correr en ella, ¡un instante apenas!, y siento el dolor de la partida.

—¡Cuán apacible deslizarase la vida del polvo animado en esa esfera, anónima para mí, cuando de tal suerte lloras su ausencia!

—La dicha, el placer, la bienandanza son allí risueñas ficciones: nombres, como la oscuridad, que afirman una negación.

—¿Que te aqueja, pues?

—El grato recuerdo de un ser amado.

—¿Luego existe la dicha?

—Existe el más dulce y cruel de los dolores.

—Me asalta el deseo de conocer mundo semejante. ¿Qué hiciste en tu sepulcro carnal? ¿A qué frívolos pasatiempos se entregaron tus iguales? ¿Cómo vive la materia en acción?

—¿Quieres saberlo? Sígueme y tus ojos te darán testimonio de ello. Trasladémonos sin tiempo alguno a la estrella Polar, y, merced a la lentitud de la luz, verás los reflejos de mi mundo, la Tierra, durante los treinta años que di vida a deleznable arcilla.

—Sea.


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4 págs. / 7 minutos / 27 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

El Fin de Barcelona

Nilo Fabra


Cuento


Gozaba el Dr. Puff fama universal por sus profundos conocimientos geológicos, meteorológicos y astronómicos, y nadie le aventajó en la ciencia de predecir los trastornos de la naturaleza. Era el verdadero Zaragozano de la lluvia y del buen tiempo, y el único Zaragozano para profetizar los fenómenos sísmicos y las erupciones volcánicas.

El terremoto de Krakatoa, que sepultó en el mar una parte de aquella isla, causa de tantas muertes, males y ruinas y objeto general de conmiseración y espanto, era considerado por el eminente sabio como el primero de sus triunfos, pues él y solo él, a despecho de la incredulidad de las academias y de la indiferencia del público, pronosticó y hasta consiguió fijar con precisión matemática el día, la hora, el minuto y el lugar de la catástrofe.

Desde entonces, la autoridad y el prestigio del Dr. Puff fueron indiscutibles: había descubierto el secreto de las sacudidas geogénicas, las leyes a que obedecen y las causas que en determinadas circunstancias las producen.

Consagrado única y exclusivamente a la ciencia por él creada, ajeno a las pompas y vanidades del mundo, recluido en su observatorio, en medio de las asperezas y soledades de Monte Gray en los Estados Unidos, atento solo al bien de sus semejantes, no se daba punto de reposo en sus difíciles e intrincados cálculos para anunciar con exactitud los terremotos y poner así a cubierto de todo riesgo las vidas de innumerables seres humanos.

Una noche, después de largo y laborioso estudio, invertido principalmente en una serie inacabable de operaciones aritméticas y algebraicas, extendió sobre la mesa de su despacho una gran carta de la cuenca del Mediterráneo, midió con el compás algunas distancias, y fijándose de pronto en un punto que correspondía al meridiano de Barcelona, a tres millas al Sur de aquel puerto, exclamó dándose una palmada en la frente:


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4 págs. / 7 minutos / 43 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

La Verdad Desnuda

Nilo Fabra


Cuento


Relación de un trapero

Primero fui bachiller, lo cual basta y sobra para ser hombre político, empleado después, que es lo mismo que decir español; pero le salió un sobrino a un subsecretario amante de su familia, y entonces la mano despiadada del destino me privó del mío.

Aburrido y cansado de pretender; con el hambre de media España, es decir, hambre de cesante; perdida por completo la esperanza de recoger una nueva credencial, vine a parar al bajo y humilde oficio de trapero: al fin todo es recoger.

Discurría por mi barrio noches pasadas, tartamudo en el andar, como quien va a pie por las enguijarradas calles de Madrid, fija la vista en el suelo como doncella de antaño, con más pensamientos y cavilaciones que un Ministro de Hacienda al preparar los presupuestos, con un gancho en la mano a guisa de fundador de sociedades de crédito, y con una carga al hombro más pesada que la de un marido con hijos muchos, esperanzas pocas y un empleo pretérito.

—¿Será posible —decía para mí— que la suerte no me depare algún venturoso hallazgo como el que tanto alegró el corazón de Sancho Panza en el de Sierra Morena? ¿Acaso ya no hay quien pierda el seso por mal de amores, hasta el punto de abandonar una maleta con un buen montoncillo de escudos de oro? ¡Oh felicísimo Sancho, que tras repetidos palos y aporreamientos, viniste a dar, si no con el verdadero fin de tus esperanzas, con algo que las hacía más llevaderas!

Pero ya que lo limitado de mis pensamientos no despierta en mí el deseo del gobierno de una ínsula, pretensión, por otra parte, fácil y hacedera en los benditos tiempos que corremos, otórgame al menos, ¡oh destino!, si es que tengo alguno, cosa que alivie la escasez que estoy sufriendo.


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3 págs. / 6 minutos / 71 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

Las Tijeras

Nilo Fabra


Cuento


A fines del siglo XIX eran inquilinos de una misma casa en Madrid dos jóvenes de veinte años: Pedro y Fortunato.

Vivía aquel en la buhardilla, sin más bienes de fortuna que el oficio de sastre, y este en el cuarto principal, disfrutando de una renta de cuarenta mil pesetas anuales que le legó un tío suyo; pero solo en usufructo, en títulos del cuatro por ciento interior perpetuo, o sea un capital nominal de un millón de pesetas.

La necesidad, eterno acicate del pobre, el temor de los azares y contingencia de lo porvenir y la propia satisfacción de la recompensa, eran poderosa parte para que Pedro, sin desfallecer un punto no se lo diese de reposo en su honrado oficio: mientras que Fortunato, sin el apremio de la lucha por la existencia, seguro de su renta, con ciega fe en la solvencia del Estado, ajeno a toda inquietud y zozobra, se entregaba a los frívolos placeres de una vida regalada y elegante, mirando con menosprecio al trabajo en sus múltiples manifestaciones.


* * *


Y pasaron cinco años y no estalló ninguna revolución, ni siquiera un pronunciamiento; las cosechas fueron abundantísimas; la exportación adquirió considerable incremento, se nivelaron los cambios, la circulación fiduciaria quedó reducida a sus naturales límites, y por primera vez gozó la nación de un buen gobierno.

El 4 por 100 interior subió sobre la par, y el Estado, siguiendo el ejemplo de Inglaterra, Francia y otros países prósperos, ofreció a sus acreedores el reintegro del capital o reducir la deuda del 4 a 3 por 100, y se llevó a cabo la conversión, dentro del derecho perfecto y con beneplácito general.

La renta de que Fortunato disponía en usufructo, quedó reducida a treinta mil pesetas. Cuando todo prosperaba, él, acreedor del Estado, venía a menos y veíase obligado a suprimir el coche.


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2 págs. / 5 minutos / 25 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

El Padre Carmelo

Nilo Fabra


Cuento


En el convento de Carmelitas Descalzos de Madrid, sobre cuyo solar se levanta ahora el teatro de Apolo, había a principios de este siglo un fraile de los de más campanillas que vieron los pasados tiempos.

Era, según el vulgo, un pozo de ciencia; los padres graves le llamaban la lumbrera de la orden, y los legos y novicios, en sus arrebatos de fervor doméstico y de espíritu de corporación, solían darle el dictado de asombro de las gentes y pasmo del mundo.

Y sin embargo, el padre Carmelo, que así se llamaba aquel prodigio enclaustrado, ni en la cátedra del Espíritu Santo, que no ocupó jamás, ni en la sala capitular, donde guardaba absoluto silencio, ni aun en el trato familiar, en el cual, con aparente modestia, parecía conformarse siempre con la opinión ajena, sin revelar la propia, tuvo ocasión de poner de manifiesto el claro entendimiento, la vasta erudición y la profunda sabiduría que le atribuían sus hermanos de religión y el concepto público.

El padre Carmelo debía su fama y la dispensa que le relevaba de asistir al coro de madrugada, a la fecundidad de su pluma.

Verdad es que nadie había leído sus escritos; pero las largas horas de reclusión en la celda, las resmas de papel de barba consumidas y los estantes llenos de voluminosos tomos, cuidadosamente numerados, que aumentaban de día en día, ofrecían vehementes indicios de la laboriosidad incansable de aquel siervo de Dios, que, humilde entre los humildes, hizo voto de no gozar en vida de las dulzuras de la gloria científica y literaria.

El célebre e inédito escritor carmelita, era, pues, un pozo de ciencia, cerrado a cal y canto; una lumbrera que, como las linternas sordas, alumbraba solo por dentro; la representación viviente de la sabiduría oculta y subjetiva.


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2 págs. / 5 minutos / 18 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2023 por Edu Robsy.

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