El Dragón de Montesa
Nilo Fabra
Cuento
O los rectos juicios de la posteridad
Al caer de una crudísima y ventosa tarde de enero, un dragón de Montesa, puesto sobre un caballo tordillo, calado el reluciente casco, el cuello del capote hasta las sienes, pendiente del cinto el largo sable y afianzada la tercerola, hacía centinela en la Plaza de Oriente de Madrid, junto a la estatua de don Sancho el Bravo, cuando de pronto jinete y cabalgadura quedaron muertos de frío.
En esto comenzó a nevar copiosamente y a descender el termómetro, hasta el punto de que, algunas horas después, señalaba 55 grados centígrados bajo cero.
Y sobrevino una noche horrorosa, que se prolongó por espacio de tres meses.
Europa, el Norte de África, la Australia y una parte de Asia y América fueron sepultadas bajo un sudario de nieve de muchos metros de espesor; el Atlántico, el Pacífico, el Océano Índico y el mar de la China se precipitaron furiosos sobre islas y continentes, dejando solo al descubierto las cumbres del Himalaya, y los 1.400 millones de seres humanos que poblaban la Tierra quedaron reducidos a unas cuantas tribus nómadas semisalvajes e ignorantes de la civilización europea, que habitaban las elevadas mesetas de la gran cordillera asiática.
La aproximación de un cometa perturbando el movimiento rotativo de la Tierra había variado de súbito su eje.
La Península ibérica pasó a ser una región del polo boreal.
Madrid se encontraba a los 85 grados y 27 minutos de latitud Norte.
* * *
Transcurren años y años y siglos y siglos; los mares se retiran a
sus antiguos límites; las tierras anegadas reaparecen y los polos
vuelven a su primer estado.
La acción solar recobra su perdido imperio en la desierta España, y comienzan a liquidarse las enormes masas de nieve helada aglomeradas en los valles.
Dominio público
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Publicado el 20 de febrero de 2023 por Edu Robsy.