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autor: Norberto Torcal etiqueta: Cuento textos disponibles


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El Tonto de Lumpiaque

Norberto Torcal


Cuento


Lástima es que el pincel mágico que para eterna memoria nos dejó dibujada la figura grotesca de aquel famoso personaje que conocemos con el nombre de El lobo de Coria, no haya llegado á inmortalizar los rasgos fisonómicos del célebre tonto aragonés cuyo recuerdo y fama corren de boca en boca entre todos los coterráneos del gran epigramático Marcial.

¡Para colmo de desgracia, ni siquiera se cuidó la crónica de recoger su nombre y consignar sus antecedentes genealógicos, limitándose á narrar, escueta y lacónicamente, la singular hazaña que tan alto colocó su nombre entre cuantos tontos, bobos y simples en el mundo han sido!

Mas si faltó un Velázquez que transmitiera á la posteridad su peregrina imágen y un historiador que con escrupulosa verdad trazara su interesante biografía, poniéndonos al corriente de los más mínimos detalles y circunstancias de su ignorada y oscura existencia, el pueblo que le vió nacer y fué teatro de sus memorables acciones, no ha perdido la memoria de él, y viejos y niños, hombres y mujeres, rinden diario tributo de gratitud y entusiasmo al pobre tonto que en todo Aragón ha hecho conocido y célebre el nombre de Lumpiaque, del que antes sólo tenían noticia el recaudador de contribuciones del partido, y el obispo de la diócesis en tiempo de santa pastoral visita.

Era el tal tonto, según lo que las gentes refieren, un pobre mozo sin padre ni madre, ni perrico que le ladrase, cuyo único oficio y profesión era andar, de calle en calle y de puerta en puerta, haciendo reír á todo el mundo con sus simplezas y tonterías. Dejáronle sus padres, al morir, algunas tierras, y con lo que éstas daban de sí, que no era mucho, y con lo poquillo que él se apañaba haciendo mandados en algunas casas bien acomodadas del pueblo, íbase dando vida y sacando para el modesto cotidiano cocidillo que, por pura caridad, cuidaba de arreglarle una buena vecina.


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5 págs. / 9 minutos / 121 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Amores Tardíos

Norberto Torcal


Cuento


Se llamaba Juan: tenía alrededor de los setenta años, y llevaba diez en el asilo. De joven sirvió al rey; luego entró de mozo de muías en un mesón, y cuando la edad y los achaques, que son su natural y obligado cortejo, le hicieron inútil para el trajín de la posada, agarró un palo, echó un zurrón sobre su encorvada espalda y fué de pueblo en pueblo y de camino en camino llamando á todas las puertas ó extendiendo su mano á todos los transeúntes en súplica de una limosna por el amor de Dios.

Aquella vida se le hacía insoportable; pero no había otra y era preciso resignarse. En el buen tiempo, cuando el sol calienta la tierra y en las eras se amontona la mies olorosa y dorada, todavía la vida de mendigo podía llevarse. En cualquier lado se encontraba cama y en cualquier lado se tenía á mano el alimento. Harto más difícil y duro se presentaba el problema en invierno, cuando la lluvia y el cierzo azotaban las carnes con recios latigazos de frío, y los campos, despojados de frutos y como muertos, nada ofrecían al paso para calmar la rabiosa hambre que hurgaba el vacío estómago y hasta llegaba á anublar los ojos. Entonces era cuando Juan echaba de menos el vaho caliente de la cuadra, el saco de paja á los pies de las bestias, la sabrosa pitanza, compartida, entre juegos y risas, con otros gañanes, y todos los demás regalos y dulzuras que, durante más de cuarenta años, había gozado hasta el día verdaderamente triste en que el mesonero, viéndole ya torpe y sin fuerzas para el oficio, le dijo poniéndole la mano en el hombro:—Ea, Juan, esto no es ya para tí. Arregla tu atillo y anda á ver si por esos mundos de Dios te buscas ocupación más apropiada á tu edad y tus fuerzas.


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8 págs. / 15 minutos / 77 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Amigo de Sor Filomena

Norberto Torcal


Cuento


Sentada en un rincón de la portería, la humilde sor Filomena va desgranando entre sus dedos las menudas cuentas de su rosario. En el silencio del melancólico atardecer, el vago silabeo de las Ave Marías de la buena hermana portera es como hilillo de agua salido de las hendiduras de agreste y solitaria peña. En la capilla la devota comunidad entrégase al ejercicio de la tarde á la vaga luz crepuscular que por los pintados vidrios de los altos ventanales se filtra.

¡Ellas sí que son dichosas, las hermanas!—piensa un momento la humilde Sor, acurrucándose un poquito más en su rincón oscuro. ¡Ellas sí que están bien cerca del buen Dios, postradas allí en la capilla, al pie del tabernáculo, bajo las dulces miradas de Jesús que amorosamente las contempla y bendice desde el radiante trono de la sagrada Custodia!

En la puerta interior del vestíbulo alguien anda y se agita sin poder alcanzar el cordón de la campanilla... Algún niño, sin duda. ¡Son tantos los que diariamente vienen ú llamar á aquella puerta!...

Sor Filomena se levanta de su asiento y ú través del cristal de la estrecha ventanilla se pone á mirar quien empuja y hace ruido á la entrada... Nadie... es decir, sí, un perro, un hermoso perro de noble cabeza, rizado pelo negro y dulces ojos azules, de mirada inteligente y húmeda que, meneando la larga cola, parece que algo pide ó desea.

La religiosa quédase mirando unos momentos al magnífico animal y, como cediendo á la santa consigna de que nadie se aleje de aquella casa sin alguna merced ó consuelo, toma de encima de la mesa un mendrugo de pan seco y se lo echa al animal, que lo coge al aire y devora con excelente apetito.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Secreto de Dos Almas

Norberto Torcal


Cuento


I

Al lento andar de la vaca robusta, cuyas rosadas ubres casi tocaban en el suelo Ramuncho volvía, ya puesto el sol, ú su pobre casería siguiendo el estrecho sendero que, entre frondosos manzanos y maizales, serpentea por la montaña.

En el rostro del viejo vascongado leíase el desaliento y la tristeza. Muy de madrugada había bajado á la villa con intención de vender la vaca; pero los pocos compradores que á él se habían acercado, como si comprendieran lo apremiante de su necesidad, habían sido tan parcos en sus ofertas, que Barn ancho vió llegarlas últimas horas de la tarde sin poder realizar sus deseos, teniendo que volverse á casa con el manso animal que ya de nada podía servir á la familia para sacarla de su situación angustiosa.

Porque la usura no tiene entrañas y sus amenazas se cumplen fatalmente; ó Ramuncho pagaba antes de tres días los cien duros que, confiado en la abundancia de la próxima cosecha, había tomado á un interés harto crecido, para pagar la contribución y saldar algunas cuentecillas atrasadas, ó sería inmediatamente echado de su casa y desposeído de la mísera hacienda, la cual, á fuerza de sudores y trabajos, daba para ir viviendo. El dilema no admitía término medio: ó lo uno ó lo otro.

Y el viejo aldeano, sintiendo en su alma toda la inmensa pesadumbre y amargura de verse arrojado de aquel amable rinconcito de la montaña en que anidaban todos sus santos amores, recuerdos y esperanzas, inclinaba al suelo la cabeza, y con el revés de su áspera y rugosa mano limpiaba la lágrima próxima á resbalar por su tostada mejilla, mientras fatigosamente remontaba el estrecho sendero que á la blanca casería conduce.

—¿Vender no pudiste?—fué el primer saludo que, al verlo, le dirigió Ramuncha, su mujer.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Memorias de un Gorrión

Norberto Torcal


Cuento


Yo nací no sé cuando; por consiguiente, ignoro la edad que tengo, aunque juzgando por las cosas que he visto y me han pasado, me figuro que debo llevar ya algunos años en el mundo. Mas si no puedo precisar la fecha exacta ni siquiera aproximada de mi nacimiento, en cambio, me es sumamente fácil el recordar el sitio en que por vez primera abrí mis ojos á la luz del sol.

Fué en las ruinas de un antiguo convento. Allí en una tapia oscura, revestida de verde hiedra, en el profundo hueco de dos carcomidos sillares, colocaron mis padres el nido de sus amores y vieron crecer su prole, nada escasa por cierto, pues éramos seis los gorrioncillos que aquellos abrigaban con el calor de sus alas, y á cuya subsistencia atendían con amoroso anhelo.

Gracias á que la campiña en donde las venerables ruinas se alzaban era harto fértil, y poco tenían que fatigarse nuestros progenitores para encontrar el alimento que en su pico nos traían y nosotros devorábamos con singular apetito alargando nuestros cuellos y sacando fuera del nido nuestras menudas cabecitas.

En los ratos dé ocio, cuando nuestros buches estaban bien repletos, acurrucaditos en el fondo de la redonda cuna recibiendo las suaves caricias del sol, nuestro padre, que era todo un señor gorrión, orondo y de mucho talento, solía entretenernos refiriéndonos largamente la historia y vicisitudes de aquel lugar, en donde por gracia y voluntad de Dios nos había tocado nacer.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Mancha de Sangre

Norberto Torcal


Cuento


Al Dr. D. Juan B. Castro, de Caracas.


Por segunda vez desde que el sol arrojaba sus rayos de luego sobre la inmensidad desierta del planeta, la envidia babía armado el brazo criminal del bombre contra la inocencia, y de la tierra silenciosa elevábase al cielo demandando venganza el clamor de la sangre inocente derramada.

Samaí, el soberbio é irascible Samaí, el de la larga é hirsuta cabellera, el que cubría sus carnes con pieles ensangrentadas de tigres y leones por su propia inano muertos en franca y formidable lucha allá en el fondo de las selvas vírgenes ó en medio de los desiertos abrasados, acababa de matar á su hermano, el dulce y sencillo Nisraim, y sus manos, salpicadas de sangre, brillaban como circundadas de fuego bajo los vivos resplandores de las primeras estrellas, que en las profundidades del firmamento azul comenzaban á parpadear con centelleos que daban á la noche claridades de aurora risueña y diáfana.

Lleno de espanto al notar el color rojo de sus manos, y sin atreverse á entrar en la tienda de su padre con la mancha acusadora del crimen, Samaí echó á correr por bosques y llanuras sin camino, bajo el silencio solemne de la noche luminosa, en busca de la fuente cuyas refrigerantes y cristalinas aguas habían apagado muchas veces su sed y limpiado sus manos sangrientas con los despojos palpitantes de las fieras.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Hombres de Antaño

Norberto Torcal


Cuento


¡Eh! Colasa, sácame la chaqueta de paño y los calzones nuevos... no se te la faja de seda y el sombrero de castor de los días de fiesta... tráeme las inedias blancas que están por estrenar... Ven, ayúdame á atar los lazos de las alpargatas... ¡Recorneta! Mira que es calamidad no poder valerse uno ni aun para los más sencillos menesteres por falta del brazo que más se necesita para todo...

—¿Pues no te has pasado la vida diciendo que yo era tu brazo derecho?—observó la mujer que parecía participar del buen humor y alegría de su marido.

—Sí que te lo he dicho, y nunca con más verdad que ahora. ¡Figúrate lo que liaría yo sin tí!... Pero ¿en qué estás pensando, mujer, que no me has sacado el chaleco bordado que hace rato te he pedido?

La tía Colasa, que desde hacía media hora no paraba de ir y venir de un lado para otro, revolviendo ropas, abriendo y cerrando cajones, dando unos puntos de aguja á una camisa, estirando un poco los calzones llenos de arrugas y ayudando á su marido á vestir las antiguas pero bien conservadas prendas de su indumentaria, presentóse trayendo en sus manos el chaleco de rameadas flores de seda que desde hacía años dormía en el fondo del arcén, aguardando una ocasión solemne para salir de las oscuras profundidades en que la dueña le tenía sepultado, y lucir al sol los primores de sus artísticos y chillones bordados.

—¿Sabes que pareces un novio?—dijo la tía Colasa mirando con ojos de satisfacción y orgullo á su marido, ya emperegilado y peripuesto como si se preparara para ir á bodas.

—Un novio manco y viejo, con más achaques y alifafes que burro de gitano—replicó el tío Antón con jovial acento. ¡Recorneta! ¡Nuestros chicos si que estarían hoy hechos unos novios bien reguapos y tiesos!... ¡Que no vivieran para ver este día y ser la gloria de todos los ojos!...


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Los Dos Pepes

Norberto Torcal


Cuento


El sonido vibrante y argentino de la campana, anunciando el fin del trabajo de aquel día, último de la semana, produjo en el taller de serrería mecánica un movimiento general de expansión y alegría, del que sólo podría dar alguna idea la algarabía y bullicio que á la salida de la escuela arman los chiquillos, después de las tres horas de encerrona reglamentaria.

Al eco de aquella voz metálica que en su lengua y á su manera decía á los obreros: Basta, id con Dios y descansad unas horas, todos soltaron las herramientas del trabajo, requirieron el grasiento sombrerillo ó la democrática gorra, y después de pasar por el despacho del principal para percibir la paga de la semana, fueron saliendo á la calle en grupos de dos en dos ó de tres en tres, hablando recio y accionando mucho, alegres, satisfechos y sonrientes, haciendo sonar, al andar, con dulce y sabroso retintín en el fondo de sus bolsillos, los cinco duritos recién cobrados, fruto de los sudores de aquellos seis días.

Detrás de todos, solitario, lento el paso y el aire pensativo, Pepe Fernández, que de propósito parecía haberse quedado el último por esquivar la conversación y alegría de sus compañeros, abandonó el taller, y cerca de la puerta de salida, encontróse de manos á boca con el jefe del establecimiento, el cual le dijo afectuosamente tendiéndole la mano:

—Que los tengas muy felices ya de víspera, Pepe.

—Gracias, maestro, contestó éste, apretando con fuerza la mano aquella vigorosa y peluda que el maestro le presentaba con franqueza. Y sin más palabras ni cumplidos, añadió en seguida: Hasta mañana.

—Qué, ¿te vas sin cobrar?...

—Toma, y es verdad... ¿pues no se me había metido en la cabeza que hoy era viernes?


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Mitad de la Deuda

Norberto Torcal


Cuento


I

Dios se lo pague todo, Hermana... Es V. la persona mejor que hay bajo la capa del cielo... es V. un ángel... es V. la mujer que más quiero en este mundo después de mi madre.

—Bueno, bueno, Juan; dé gracias á Dios porque le ha salvado, y de mí no vuelva á acordarse más en toda su vida como no sea para encomendarme á Dios en sus oraciones de cada día.

—¿Que no vuelva á acordarme yo de V.?... Vamos, Hermana, no diga V. disparates. Para eso es menester que antes me olvide de Dios y deje de pensar en mi madre y se me seque el corazón en el pecho como un pedazo de yesca, 3 de hombre me convierta en un bruto... ¡eso es!... porque¿de quién quiere V. que me acuerde sino me acuerdo de V.? A V. se lo debo todo; la vida, porque yo vine aquí, es decir, yo no vine, me trajeron al hospital casi muerto por efecto de la caída del andamio, y gracias á sus cuidados he recobrado la salud, y me encuentro al presente bueno y sano como si nada hubiese sucedido... y después, lo que vale más que la vida del cuerpo, la vida del alma, porque por V. he vuelto á creer en Dios, y he rezado por vez primera después de muchos años, muchos.. desde chico. Además..

—Sí, sí, cállese ya y acabe con todas esas letanías, ó á última hora va á echarlo todo á perder y vamos á dejar de ser amigos. Ni usted me debe á mí nada, ni hay para que decir lo que está diciendo... ¿entiende?


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

...Et Cum Spiritu Tuo

Norberto Torcal


Cuento


En la pobre iglesia parroquial se respira un ambiente de misticismo que hace inclinar las frentes al suelo y pone en los labios silabeos de dulce plegaria.

Be pie, delante del altar, el anciano sacerdote ha dado comienzo al santo sacrificio de la misa, que oyen solamente el monaguillo y seis ú ocho viejecicas, arrodilladas sobre el duro suelo. Be hombres, ni uno sólo. Los azares de la guerra y el continuo ir y venir con las armas al hombro, preparados siempre á rechazar cualquiera agresión ó acometida de las fuerzas contrarias, los tiene ó todos, jóvenes y viejos, alejados del pueblo, sin dejarles tiempo para asistir á la santa misa, como en los días de tranquilidad y sosiego tienen costumbre de hacerlo antes de marchar al trabajo. El celoso párroco lamenta esta ausencia y pide á Dios que, cuanto antes, pasen los malos tiempos y pueda verse acompañado de sus buenos feligreses en el templo.

Un brillante rayo de sol, que por el alto ventanal penetra, sube lamiendo las doradas columnas del retablo, en cuyo centro, sonriente y graciosa, destaca la bella imagen de un San Juan Bautista con el blanco Cordero á su lado.

Fuera, en el frondoso y opulento nogal plantado á la entrada de la iglesia, los pajarillos pían alegremente, y sus gorgeos se confunden con la voz algo temblona del celebrante que, inclinada la cabeza, murmura el humilde Confiteor.

Las buenas viejecicas repiten con el sacerdote el mea culpa, dándose recios golpes en el pecho. En los ojos de algunas de ellas hay lágrimas de compunción sincera. Una paz solemne domina en el sagrado recinto, se cierne impalpable sobre el fondo de las calladas capillas solitarias, pone expresión de extática sonrisa en el rostro de los humildes santos de madera y penetra en el corazón de los devotos fieles.


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4 págs. / 7 minutos / 31 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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