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autor: Norberto Torcal etiqueta: Cuento


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El Amor Mejor Probado

Norberto Torcal


Cuento


La Sra. Rosa era, sin disputa alguna, la mujer más pobre y á la vez más dichosa de todo el barrio.

Viuda desde hacía cinco años, y sin más compañía que un hijo que apenas contaba ocho, con los seis reales diarios que en el lavadero ganaba con ruda y penosa fatiga, tenía lo suficiente para atender á las necesidades de su casa y cuidar de la educación de aquel niño, que era todo su amor y felicidad en el mundo, y al que quería... como quieren todas las madres á sus hijos; es decir, un poco más, porque, sea preocupación ó realidad, yo siempre he creído que las madres pobres aman á sus hijos un poco más que las otras elegantes y ricas, y para ello me fundo en que un beso vale mucho más que un juguete, y un remiendo puesto por la propia mano de la madre á una camisa ó una chaqueta, más que el vistoso traje de terciopelo comprado en espléndido bazar.

Sea de ello lo que quiera, lo único que yo afirmo es que Rosa amaba muchísimoá su hijo, y esto nadie podría negármelo.

¿Que cómo se las arreglaba la pobre mujer para poder, con sus seis miserables reales, tener siempre su casita limpia, su vestido decente, su maceta de claveles en la ventana y su rostro de risa á todas horas?

Esto es justamente lo que yo no sabría decir, por más que de estos y parecidos milagros está llena la vida de las honradas gentes que viven de la economía y el trabajo.

Una tarde de invierno, Rosa volvió al anochecer á su casa sintiendo una grande opresión en el pecho y un dolor muy agudo en el costado. La enfermedad la había tocado con su dedo de hielo, y la ráfaga de aire frío que por la boca se le entrara, había herido su pulmón con incurable y mortal herida.


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5 págs. / 8 minutos / 23 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

En las Puertas del Cielo

Norberto Torcal


Cuento


San Pedro estaba realmente intratable.

No soy yo quien con poco respeto á sus venerables canas y falta de reverencia á sus méritos indiscutibles se atreve á calificarle de ese modo; el mismo Señor era quien aquella mañana se lo había dicho en vista de su taciturnidad y mal humor, cosa poco frecuente en él, porque dígase lo que se quiera, la verdad es que San Pedro no tiene mal genio ni es fosco con nadie.

Y conste que su mal humor de aquel día no nacía de exceso de trabajo ó de cansancio en el vestíbulo de la gloria, sino de todo lo contrario. Más de ocho días hacía ya que por allí no se acercaba ninguna persona decente. Todo se volvía chiquillos y más chiquillos, de esos á quienes no hay más que abrirles la puerta y dejarles que entren en el cielo sin cambiar con ellos ni un saludo, ni una palabra.

Apestado estaba ya el celestial portero de ver caras molletudas y cabelleras rubias, ojos azules y alitas blancas, cosa que le alegraba, sí, pero que al fin y al cabo no le dejaba satisfecho ni mucho menos.

Aquello era un fastidio; el pobre San Pedro no tiene otros ralos divertidos que los que se pasa cuando ajusta cuentas con almas de empuje, y aquellas almas no parecían por parle alguna. Además, la gloria misma iba á convertirse en lugar poco agradable, y de continuar por aquel camino las cosas, día iba á llegar en que las gentes de acá abajo, renunciarían al cielo sólo por no verse envueltos de chiquillos, que serán todo lo alegres y hermosos que se quiera, pero que á la corta ó á la larga acaban siempre por aburrir y hacerse insoportables cuando se les trata de cerca y por mucho tiempo.

Jamás había visto San Pedro cosa igual desde que ejercía su importante oficio. ¿Será que Dios no envía ahora á la tierra tantas gracias como antes? se preguntaba á sí mismo continuamente, tratando de explicarse de algún modo fenómeno tan raro.


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4 págs. / 8 minutos / 29 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

...Et Cum Spiritu Tuo

Norberto Torcal


Cuento


En la pobre iglesia parroquial se respira un ambiente de misticismo que hace inclinar las frentes al suelo y pone en los labios silabeos de dulce plegaria.

Be pie, delante del altar, el anciano sacerdote ha dado comienzo al santo sacrificio de la misa, que oyen solamente el monaguillo y seis ú ocho viejecicas, arrodilladas sobre el duro suelo. Be hombres, ni uno sólo. Los azares de la guerra y el continuo ir y venir con las armas al hombro, preparados siempre á rechazar cualquiera agresión ó acometida de las fuerzas contrarias, los tiene ó todos, jóvenes y viejos, alejados del pueblo, sin dejarles tiempo para asistir á la santa misa, como en los días de tranquilidad y sosiego tienen costumbre de hacerlo antes de marchar al trabajo. El celoso párroco lamenta esta ausencia y pide á Dios que, cuanto antes, pasen los malos tiempos y pueda verse acompañado de sus buenos feligreses en el templo.

Un brillante rayo de sol, que por el alto ventanal penetra, sube lamiendo las doradas columnas del retablo, en cuyo centro, sonriente y graciosa, destaca la bella imagen de un San Juan Bautista con el blanco Cordero á su lado.

Fuera, en el frondoso y opulento nogal plantado á la entrada de la iglesia, los pajarillos pían alegremente, y sus gorgeos se confunden con la voz algo temblona del celebrante que, inclinada la cabeza, murmura el humilde Confiteor.

Las buenas viejecicas repiten con el sacerdote el mea culpa, dándose recios golpes en el pecho. En los ojos de algunas de ellas hay lágrimas de compunción sincera. Una paz solemne domina en el sagrado recinto, se cierne impalpable sobre el fondo de las calladas capillas solitarias, pone expresión de extática sonrisa en el rostro de los humildes santos de madera y penetra en el corazón de los devotos fieles.


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4 págs. / 7 minutos / 30 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Hombres de Antaño

Norberto Torcal


Cuento


¡Eh! Colasa, sácame la chaqueta de paño y los calzones nuevos... no se te la faja de seda y el sombrero de castor de los días de fiesta... tráeme las inedias blancas que están por estrenar... Ven, ayúdame á atar los lazos de las alpargatas... ¡Recorneta! Mira que es calamidad no poder valerse uno ni aun para los más sencillos menesteres por falta del brazo que más se necesita para todo...

—¿Pues no te has pasado la vida diciendo que yo era tu brazo derecho?—observó la mujer que parecía participar del buen humor y alegría de su marido.

—Sí que te lo he dicho, y nunca con más verdad que ahora. ¡Figúrate lo que liaría yo sin tí!... Pero ¿en qué estás pensando, mujer, que no me has sacado el chaleco bordado que hace rato te he pedido?

La tía Colasa, que desde hacía media hora no paraba de ir y venir de un lado para otro, revolviendo ropas, abriendo y cerrando cajones, dando unos puntos de aguja á una camisa, estirando un poco los calzones llenos de arrugas y ayudando á su marido á vestir las antiguas pero bien conservadas prendas de su indumentaria, presentóse trayendo en sus manos el chaleco de rameadas flores de seda que desde hacía años dormía en el fondo del arcén, aguardando una ocasión solemne para salir de las oscuras profundidades en que la dueña le tenía sepultado, y lucir al sol los primores de sus artísticos y chillones bordados.

—¿Sabes que pareces un novio?—dijo la tía Colasa mirando con ojos de satisfacción y orgullo á su marido, ya emperegilado y peripuesto como si se preparara para ir á bodas.

—Un novio manco y viejo, con más achaques y alifafes que burro de gitano—replicó el tío Antón con jovial acento. ¡Recorneta! ¡Nuestros chicos si que estarían hoy hechos unos novios bien reguapos y tiesos!... ¡Que no vivieran para ver este día y ser la gloria de todos los ojos!...


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9 págs. / 16 minutos / 34 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Mancha de Sangre

Norberto Torcal


Cuento


Al Dr. D. Juan B. Castro, de Caracas.


Por segunda vez desde que el sol arrojaba sus rayos de luego sobre la inmensidad desierta del planeta, la envidia babía armado el brazo criminal del bombre contra la inocencia, y de la tierra silenciosa elevábase al cielo demandando venganza el clamor de la sangre inocente derramada.

Samaí, el soberbio é irascible Samaí, el de la larga é hirsuta cabellera, el que cubría sus carnes con pieles ensangrentadas de tigres y leones por su propia inano muertos en franca y formidable lucha allá en el fondo de las selvas vírgenes ó en medio de los desiertos abrasados, acababa de matar á su hermano, el dulce y sencillo Nisraim, y sus manos, salpicadas de sangre, brillaban como circundadas de fuego bajo los vivos resplandores de las primeras estrellas, que en las profundidades del firmamento azul comenzaban á parpadear con centelleos que daban á la noche claridades de aurora risueña y diáfana.

Lleno de espanto al notar el color rojo de sus manos, y sin atreverse á entrar en la tienda de su padre con la mancha acusadora del crimen, Samaí echó á correr por bosques y llanuras sin camino, bajo el silencio solemne de la noche luminosa, en busca de la fuente cuyas refrigerantes y cristalinas aguas habían apagado muchas veces su sed y limpiado sus manos sangrientas con los despojos palpitantes de las fieras.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Mitad de la Deuda

Norberto Torcal


Cuento


I

Dios se lo pague todo, Hermana... Es V. la persona mejor que hay bajo la capa del cielo... es V. un ángel... es V. la mujer que más quiero en este mundo después de mi madre.

—Bueno, bueno, Juan; dé gracias á Dios porque le ha salvado, y de mí no vuelva á acordarse más en toda su vida como no sea para encomendarme á Dios en sus oraciones de cada día.

—¿Que no vuelva á acordarme yo de V.?... Vamos, Hermana, no diga V. disparates. Para eso es menester que antes me olvide de Dios y deje de pensar en mi madre y se me seque el corazón en el pecho como un pedazo de yesca, 3 de hombre me convierta en un bruto... ¡eso es!... porque¿de quién quiere V. que me acuerde sino me acuerdo de V.? A V. se lo debo todo; la vida, porque yo vine aquí, es decir, yo no vine, me trajeron al hospital casi muerto por efecto de la caída del andamio, y gracias á sus cuidados he recobrado la salud, y me encuentro al presente bueno y sano como si nada hubiese sucedido... y después, lo que vale más que la vida del cuerpo, la vida del alma, porque por V. he vuelto á creer en Dios, y he rezado por vez primera después de muchos años, muchos.. desde chico. Además..

—Sí, sí, cállese ya y acabe con todas esas letanías, ó á última hora va á echarlo todo á perder y vamos á dejar de ser amigos. Ni usted me debe á mí nada, ni hay para que decir lo que está diciendo... ¿entiende?


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Negra Honrilla

Norberto Torcal


Cuento


A Mr. Ernest Mérimée.


Poco á poco, con rumor de marea en descenso, el coloso de piedra y de ladrillo comenzó á vomitar por sus cien puertas como por otras tantas válvulas ó bocas abiertas á aquella compacta abigarrada muchedumbre que, ebria de sol, de sangre y de vino, hacía retemblar momentos antes las graderías de piedra del tendido con rugidos de fiera y convulsiones de epiléptico.

Ya el interior de la plaza iba quedando silencioso y vacío; los rayos del sol elevándose lentamente, iluminaban la parte más alta de las galerías de la plaza; por entre los arabescos arcos veíanse los huecos inmensos que el público dejaba al retirarse, y abajo en la movediza arena del ruedo, un largo rastro de sangre fresca y roja como recién brotada de la herida, señalaba aún el camino seguido por las mulillas en el arrastre del último toro.

Con los codos apoyados en la barrera y la cara entre las manos, Manolo Rílez, un buen novillero de rostro simpático, franca y noble mirada, chaqueta corta de alpaca y pantalón cedido, estallante en la cintura y amplio en la pierna, contemplaba distraídamente el desfile interminable de la gente.

Así pasó breve rato, y cuando la gritería y confusión de los primeros momentos comenzó á decrecer y apagarse, volvióse á Chavillo, que silencioso y reflexivo permanecía sentado á su vera, y con tono de guasa le dijo:

—Pero hombre, se te van á secar los sesos de tanto cavilar... ¿Piensas pasarte aquí la noche haciendo filosofías y almanaques?

Chavillo por toda respuesta se puso en pie y echó á andar seguido de Manolo. Juntos atravesaron el patio de caballos, donde no había más que dos viejos picadores, que con gran calor y entusiasmo comentaban los lances de la corrida de aquella tarde, y salieron fuera.


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Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

La Recompensa de un Héroe

Norberto Torcal


Cuento


Al Sr. D. Valentín Gómez.

I

Envuelta en espesa nube de polvo, con mucho cascabeleo y mucho chasquido de tralla, la vieja y despintada diligencia llegó á la plaza del pueblo entre un verdadero enjambre de chiquillos desarrapados y descalzos en su mayor parte, que desde media legua atrás venían corriendo desesperadamente por lograr la suprema felicidad de subirse á la zaga en el estribo.

—¡Ya está ahf el coche! exclamó el módico del pueblo, que en unión de cuatro ó seis personas más bajaba todas las tardes á esperar la llegada del coche correo, que les traía el pan nuestro del periódico de cada día con los últimos telegramas de la guerra de Cuba y las noticias fresquitas de la insurrección de Filipinas.

Paró la diligencia, abrióse la portezuela, y el viajero único que dentro venía descendió trabajosamente, apoyado en grueso y nudoso bastón, y sin otro equipaje que un ligero hatillo de ropa blanca. Era el tal viajero un muchacho alto y delgado en extremo, de rostro amarillento y mirada tan débil y apagada que, á primera vista, hubiérasele tomado por un anciauo abrumado con el peso de los años y las enfermedades.

De que no era, sin embargo, tan viejo como su aire enfermizo y su paso vacilante indicaban, así como de su condición de soldado que vuelve de la guerra, eran otras tantas señales y pruebas inequívocas aquel sombrero de paja de anchas alas con escarapela amarilla y roja que cubría su cabeza; aquel Irajecillo de dril claro con rayas azules que vestía, y, sobre todo, aquellos galones de cabo primero, descoloridos y medio rotos que en la bocamanga de la guerrera lucía, y aquella orucecUa plateada sujeta al pecho con estrecha cinta amarilla, que hablaba de luchas y heroísmos, de glorias desconocidas y sangre derramada por la patria allá en las oscuras soledades de cubana manigua en momentos de febril entusiasmo.


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Los Dos Pepes

Norberto Torcal


Cuento


El sonido vibrante y argentino de la campana, anunciando el fin del trabajo de aquel día, último de la semana, produjo en el taller de serrería mecánica un movimiento general de expansión y alegría, del que sólo podría dar alguna idea la algarabía y bullicio que á la salida de la escuela arman los chiquillos, después de las tres horas de encerrona reglamentaria.

Al eco de aquella voz metálica que en su lengua y á su manera decía á los obreros: Basta, id con Dios y descansad unas horas, todos soltaron las herramientas del trabajo, requirieron el grasiento sombrerillo ó la democrática gorra, y después de pasar por el despacho del principal para percibir la paga de la semana, fueron saliendo á la calle en grupos de dos en dos ó de tres en tres, hablando recio y accionando mucho, alegres, satisfechos y sonrientes, haciendo sonar, al andar, con dulce y sabroso retintín en el fondo de sus bolsillos, los cinco duritos recién cobrados, fruto de los sudores de aquellos seis días.

Detrás de todos, solitario, lento el paso y el aire pensativo, Pepe Fernández, que de propósito parecía haberse quedado el último por esquivar la conversación y alegría de sus compañeros, abandonó el taller, y cerca de la puerta de salida, encontróse de manos á boca con el jefe del establecimiento, el cual le dijo afectuosamente tendiéndole la mano:

—Que los tengas muy felices ya de víspera, Pepe.

—Gracias, maestro, contestó éste, apretando con fuerza la mano aquella vigorosa y peluda que el maestro le presentaba con franqueza. Y sin más palabras ni cumplidos, añadió en seguida: Hasta mañana.

—Qué, ¿te vas sin cobrar?...

—Toma, y es verdad... ¿pues no se me había metido en la cabeza que hoy era viernes?


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7 págs. / 13 minutos / 33 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

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