El Valor de un Dólar
O. Henry
Cuento
Una mañana, al pasar revista a su correspondencia, el juez federal del distrito de Río Grande encontró la siguiente carta:
Juez:
Cuando me condenó usted a cuatro
años, me endilgó un sermón. Entre otros epítetos, me dedicó el de
serpiente de cascabel. Tal vez lo sea, y a eso se debe el que ahora me
oiga tintinear. Un año después de que me pusieran a la sombra, murió mi
hija, dicen que por culpa de la pobreza y la infelicidad. Usted, juez,
también tiene una hija, y yo voy a hacer que sepa lo que se siente al
perderla. También voy a picar a ese fiscal que habló en mi contra. Ahora
estoy libre, y me toca volver a cascabelear El papel me sienta bien. No
diré más. Este es mi sonido. Cuidado con la mordedura.
Respetuosamente suyo,
Serpiente de Cascabel
El juez Derwent dejó la carta de lado, sin preocuparse. Recibir esa clase de cartas, de proscritos que habían pasado por el tribunal, no era ninguna novedad. No se sintió alarmado. Más tarde le enseñó la carta a Littlefield, el joven fiscal del distrito que estaba incluido en la amenaza, pues el juez era muy puntilloso en todo lo concerniente a las relaciones profesionales.
Por lo que se refería a él, Littlefield dedicó al cascabeleo del remitente una sonrisa desdeñosa; pero ante la alusión a la hija del juez, frunció el ceño, ya que pensaba casarse con Nancy Derwent el otoño siguiente.
Littlefield fue a ver al secretario del juzgado y revisó con él los expedientes. Decidieron que la carta debía de provenir de México Sam, un mestizo forajido que vivía en la frontera y había sido encarcelado por asesinato cuatro años atrás. Al correr de los días, Littlefield fue absorbido por tareas oficiales, y el cascabeleo de la serpiente vengadora cayó en el olvido.
Protegido por copyright
8 págs. / 14 minutos / 89 visitas.
Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.