Textos mejor valorados de Pedro Antonio de Alarcón disponibles | pág. 5

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autor: Pedro Antonio de Alarcón textos disponibles


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El Asistente

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Qué horas tan dulces son las que siguen a una comida de amigos entusiastas, rociada grandemente de manzanilla, cuando el humo de los cigarros envuelve ya a los comensales, elevándose la imaginación tras sus giros voluptuosos; mientras el dedo de la memoria hojea melancólicamente el libro de lo pasado, y los secretos se desbordan de todos los corazones, y la máscara cae de todos los semblantes, y llueven las anécdotas, los chistes, los cuentos, las historias, los dramas y los poemas.

Todos cuentan algo: hasta el más taciturno y desconfiado descubre el fondo de su alma. Los criados o mozos (según que sea en casa o en fonda) han abandonado el comedor. Ya no se habla de música, de política, de literatura, de religiones..., se habla de la vida, del tiempo, de la esperanza, del mundo cual es en sí. Todos los espíritus se han alzado a igual altura, y desde aquella cumbre filosófica echan miradas retrospectivas a las llanuras de la existencia, y tranquilas ojeadas al descenso de los días...

Dice Byron: Yo gusto del fuego, de los crujidos de la leña, de una botella de Champagne y de una buena conversación.

Nosotros lo teníamos todo..., menos leña, porque principiaba mayo y estábamos en Andalucía, en Granada, en la Alhambra, en la fonda de Los Siete Suelos.

Habíamos hablado de muchas personas: de ese mismo Byron, del duque de Rechstadt, de Luis XVII, de la papisa Juana, del preste Juan de las Indias, de don Sebastián de Portugal y de otros muertos ilustres, cuando, no sé por qué camino, llegamos a hablar de perros, de monos, de hotentotes y, por último, de asistentes.

Un capitán muy joven, muy bravo y muy ilustrado, a quien dedico esta reseña, tomó entonces la palabra y, sobre poco más o menos, vino a contarnos lo que sigue:


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

¡Buena Pesca!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Cubierto de gloria y de heridas en la guerra de Sucesión, y sin blanca en la faltriquera, como entonces acontecía a casi todos los héroes, tornó un día a su desmantelado castillo el noble barón de Mequinenza, a descansar de las duras fatigas de los campamentos y comerse en paz los pobres garbanzos vinculados a su título.

Dos palabras sobre el batallador y otras dos sobre su guarida.

Don Jaime de Mequinenza, barón de lo mismo, capitán que había peleado por los intereses de Luis XIV, era a la sazón un hombre de treinta y cinco años, alto, hermoso, rudo, valiente, emprendedor, poco letrado, pero locuaz en extremo y muy aficionado a las aldeanas bonitas. Añadid que era huérfano, unigénito y solterón, y acabaréis de formar idea de nuestro hidalgo aragonés.

En cuanto a su castillo, era su vivo retrato en todo..., menos en lo fuerte; mas por lo que toca a soledad y pobreza y altanería, ¡vive Dios que no le iba en zaga! Figuráoslo (y digo figuráoslo porque ya se ha hundido medio edificado y medio tallado en una roca que lamían de una parte las ondas del río Ebro, y que se reclinaba por la otra sobre una montaña..., que allá seguía remontándose a las nubes.

Al pie de este peñasco había una docena de casas y chozas habitadas por los vasallos del barón, o sea por los labradores de los cuatro majuelos que constituían sus Estados. De la aldea al castillo subíase por quince rampas que terminaban en un foso con puente levadizo. Alimentaba de agua este foso una sangría hecha en el Ebro media legua al norte de la fortaleza; sangría que, convertida en ruidoso torrente, volvía a precipitarse en el opulento río.

Ítem: enclavada en un inaccesible flanco de la montaña, separada del castillo por este salto de agua y, como él, colgada sobre el Ebro, había otra roca más pequeña, que coronaban una cabaña y un huertecillo, fundados allí por la temeraria mano del hombre.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Rey se Divierte

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


(Extracto de un documento histórico)
 

El año 1680 deseó Carlos II de Austria, rey de España, presenciar un Auto general de fe. Tenía entonces diecinueve años.

Don Diego Sarmiento de Valladares, obispo de Oviedo y Plasencia, consejero real y de la Junta de gobierno durante la minoría del príncipe e inquisidor general del reino, aplaudió aquella idea del joven rey, y quedó en avisarle tan luego como se reuniese una buena colección de reos que castigar.

No se hizo esperar esta coyuntura.

Diéronse prisa todos los tribunales, y a fines de abril había ya gran número de causas sentenciadas, y otro no menos cuantioso de herejes, presos en las cárceles de la Inquisición de la corte, de Toledo y de otros puntos de la Monarquía.

Enterado el rey, y perseverando en presenciar el Auto general, dispuso que se verificase en Madrid y a su vista, señalando el día 30 de junio como el más a propósito, por ser la Conmemoración de San Pablo.

Desde aquel momento empezaron a llegar a Madrid, a la caída de la tarde, unos grandes coches de luto, escoltados por soldados y clérigos.

El pueblo adivinaba lo que contenían, y se regocijaba anticipadamente con la esperanza del 30 de junio.

Aquellos carruajes transportaban reos desde los tribunales más remotos del reino a la gran hoguera que se preparaba al pie del trono de Carlos.

Entretanto, el duque de Medinaceli, primer ministro, era invitado y se prestaba a llevar la cruz verde; disponíase el teatro en la Plaza Mayor; se verificaba una procesión solemne para pregonar la proximidad del Auto, y concedíanse indulgencias a los que asistiesen a él...

El teatro, preparado en pocos días por don Fernando Villegas, era soberbio.

Constituíanlo:

Un tablado de 13 pies de alto, 190 de largo y 100 de ancho.

Dos altísimas escalinatas que bajaban a él.

Doseles para las corporaciones.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Una Conversación en la Alhambra

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


La procesión del Corpus

Entre los innumerables forasteros que han concurrido este año a Granada a disfrutar de las famosas fiestas del Santísimo Corpus Christi, con que se celebra y conmemora en aquella ciudad, no sólo el misterio de la Eucaristía, sino también la expulsión de los moros por don Fernando y doña Isabel, hemos tenido la fortuna de contarnos cierto personaje todavía joven, y yo..., que lo soy absolutamente. De mí ya tienen los lectores algunas noticias... Digamos, pues, quién era, o más bien, cómo era el otro joven.

Había éste llegado conmigo en diligencia a la gran ciudad morisca; pero no procedente, como yo, de la corte de las Españas, ni muchísimo menos, sino de la humilde Venta del Zegrí, donde la diligencia muda tiro y distante de Granada unas seis leguas. Durante el corto tiempo que tardamos en andarlas al galope de diez alborotados caballos apenas cambiamos algunos cumplimientos, siguiendo la moda extranjera de no dirigir la palabra a los compañeros de viaje a quienes no se conoce; pero en cambio, me solacé en estudiar detenidamente el porte y fisonomía del tal viajero, y en inventarle, según acostumbro en situaciones análogas, toda una historia o biografía al tenor de mis intuiciones psicológicas.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Episodios de Nochebuena

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El año de gracia de 1855 escribí un artículo titulado La Nochebuena del poeta, donde dejé estampadas, para lección y escarmiento de otros hijos pródigos, las negras melancolías y hondas inquietudes que cierto presumido vate provinciano (más codicioso de falsas glorias que agradecido y reverente con sus padres) llegó a sentir, en medio de los esplendores de la corte, la vez primera que, al caer sobre el mundo los sagrados velos de esta noche de bendición, viose solo y sin familia, huérfano y desheredado por su voluntad, vagando a la ventura por calles y plazas, como pájaro sin nido, o más bien como perro sin amo... ¡Oh! Sí...: en aquel artículo pinté valerosamente, no con postizos colores, sino con sangre de mis venas, la casa y la familia de provincias, los santos afectos de la niñez, la esterilidad de los placeres de la corte, la árida existencia del egoísta que todo lo inmola en aras de su ambición, y los consiguientes remordimientos que atarazan el día de Nochebuena a cuantos van por mares desconocidos, como iba yo entonces, en busca de un porvenir incierto, dejando atrás las ruinas y naufragios de la antigua familia y de la antigua sociedad, y cada vez con menos esperanzas de descubrir las playas de otra familia y de otra sociedad nuevas...; esto es, tal como irían los marineros de Colón cuando llegaron a creer que no tenía límites el Océano.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Mayo

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Alegorías

«Marzo airoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso.»

Estamos, pues, en pleno mayo.

Floreal lo llamaron los convencionales franceses. Y, en efecto, mayo es el verdadero, el genuino mes de las flores, mal que les pese a los panegiristas de marzo y abril.

¿Qué importa que la Primavera comience en marzo? ¡La Primavera de marzo, a pesar del Equinoccio y de la Medicina legal, no pasa de ser una mocosa de doce años, zanquilarga, flacucha, de brazos como palillos de tamborilero, y de talle desgarbado y enjuto, al modo de rama inverniza en que apenas se han hinchado algunas yemas! Y en cuanto a la Primavera de abril, viene a ser a lo sumo una polla de quince, recién puesta de largo (y no sin motivo), pero encogida y recelosa todavía, como las plantas que no se atreven a decir «¡allá voy!», por temor a que vuelvan las escarchas y los hielos...

¡Cuán otra es la Primavera de mayo! La Primavera de mayo es una mujer..., ¿qué digo una mujer?, ¡es una diosa, es una ninfa, es todas las ninfas juntas; es una Primavera de veinte años! Mirad. ¡Todo el campo es orégano! ¡Todo ha germinado, todo ha florecido; y como si las flores no bastasen a la felicidad de la buena moza, hay hasta frutos en algunas matas y en algunos árboles! Hay, por ejemplo, fresas (esos capullos comestibles); y no sólo fresas, sino fresones, que es más. Y hay cerezas de color de labios, y jugosos albaricoques que están diciendo «comedme», y unos manojos de espárragos semejantes a manojos de pinceles, con los cuales se hacen primores a la aguada, al óleo y al vinagre.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Descubrimiento y Paso del Cabo de Buena Esperanza

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Si grandes y extraordinarias empresas registra la Historia en que dé algún pueblo repetidos testimonios de valor y constancia, preferente lugar ocupa entre ellas la que sirve de título y asunto a la presente relación

Cabe a Portugal, y exclusivamente a Portugal, la indisputable gloria de haber acometido y llevado a cabo tan colosal proyecto. Solo, y sin auxilio alguno extraño, ese pueblo hermano de España luchó con los elementos, con la escasez de recursos, con la ignorancia y las preocupaciones de la época, con mil otros peligros y contratiempos que le suscitaron las razas salvajes, con cuanto la naturaleza y la perversión humana pueden oponer de temible o amargo a la tenaz voluntad del genio, hasta que al fin, después de setenta y ocho años de afanes y sufrimientos indecibles, vio coronada su obra con el éxito más venturoso.

Enarrar sumariamente esa larga y penosa cruzada; recorrer esos setenta y ocho años de un trabajo porfiado y lento, cuanto heroico y sembrado de peregrinas aventuras; seguir el gran descubrimiento paso a paso y enaltecer a sus héroes uno por uno: he aquí la tarea que nos proponemos llenar.

La Historia, que no puede menos de ver estos sucesos al por mayor (y permítasenos la frase), se contenta casi siempre con citar a Bartolomé Díaz y Vasco de Gama como a los únicos protagonistas de ese poema de un siglo; y la Poesía, la musa del Tajo, la lira de Camoens, ha acumulado sobre el último y el más feliz de aquel millar de ilustres aventureros toda la prez del resultado.

Hacer justicia a los humildes; redimir del olvido a algunos héroes oscuros; rebajar la importancia monopolizadora de ciertos nombres, o levantar hasta ellos el nivel de toda una generación que no les cedía en fe, tenacidad y denuedo: tal es el espíritu que nos anima.


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Lo que se Oye Desde una Silla del Prado

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


(VERANO DE 1874)

* * *

¡Qué noche tan hermosa!

—¡Hermosísima!

—Y ¡qué calor ha hecho hoy!… Figúrese usted que esta mañana…

* * *

—Agur…

—Adiós…

—Muy buenas noches…

* * *

—Pues, sí, señor; como le iba diciendo a usted…

* * *

—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

—¿Has conocido a ése? Es aquel que el año pasado…

* * *

—¡Agua, aguardiente y azucarillos! ¡Agua!

* * *

—¡Niñas! ¡Niñas! ¡Más despacio!

—Tenga usted cuidado, Arturo; ¡que nos llama mamá!

* * *

—¡Barquillero!

* * *

—¡Matilde, eres un ángel!… ¡Eres una diosa!… ¡Eres una!…

* * *

—¡Pero, ¡hombre! ¡Esa mujer es una arpía! Gustavo debía divorciarse…

* * *

—¡Ramitos y camelias! ¡La vara de nardo a dos reales! ¡Señorito, cómpreme usted una!…

* * *

—¡Allá van! ¡Ella es! ¡Aprieta el paso!… ¡Bendita sea la gracia!

—¡Aquí vienen! ¡Ellos son!… ¡Qué tontos!

* * *

—¡Caballero! ¡Que no tengo padre! ¡Una limosnita por el amor de Dios!

* * *

—¡La Correspondencia!

* * *

—Pues bien: ¡desde entonces estoy cesante!… ¡Esto no es país!

* * *

—¡Chico! ¡Chico! ¡Buen turrón! ¿Y cómo te las has compuesto?

* * *

—Es un cuadro muy bonito. Pero a mí me gusta más aquel en que Pepita Jiménez y el teólogo…

* * *

—Lo que usted oye. Murió ab intestato y me correspondió la mitad de la herencia. Yo no le había hablado nunca…

* * *

—Lo mismo creo yo. La crisis es infalible. ¡Así no podemos seguir! Cristino será ministro antes de un mes.

* * *

—Y ¿qué hiciste tú? ¿Le devolviste su carta con una bala?


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Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Mujer Alta

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

—¡Qué sabemos! Amigos míos… ¡qué sabemos! —exclamó Gabriel, distinguido ingeniero de Montes, sentándose debajo de un pino y cerca de una fuente, en la cumbre del Guadarrama, a legua y media de El Escorial, en el límite divisorio de las provincias de Madrid y Segovia; sitio y fuente y pino que yo conozco y me parece estar viendo, pero cuyo nombre se me ha olvidado.

—Sentémonos, como es de rigor y está escrito.. en nuestro programa —continuó Gabriel—, a descansar y hacer por la vida en este ameno y clásico paraje, famoso por la virtud digestiva del agua de ese manantial y por los muchos borregos que aquí se han comido nuestros ilustres maestros don Miguel Bosch, don Máximo Laguna, don Agustín Pascual y otros grandes naturistas; os contaré una rara y peregrina historia en comprobación de mi tesis… , reducida a manifestar, aunque me llaméis oscurantista, que en el globo terráqueo ocurren todavía cosas sobrenaturales: esto es, cosas que no caben en la cuadrícula de la razón, de la ciencia ni de la filosofía, tal y como hoy se entienden (o no se entienden) semejantes palabras, palabras y palabras, que diría Hamlet…

Enderezaba Gabriel este pintoresco discurso a cinco sujetos de diferente edad, pero ninguno joven, y sólo uno entrado ya en años; también ingenieros de Montes tres de ellos, pintor el cuarto y un poco literato el quinto; todos los cuales habían subido con el orador, que era el más pollo, en sendas burras de alquiler, desde el Real Sitio de San Lorenzo, a pasar aquel día herborizando en los hermosos pinares de Peguerinos, cazando mariposas por medio de mangas de tul, cogiendo coleópteros raros bajo la corteza de los pinos enfermos y comiéndose una carga de víveres fiambres pagados a escote.


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Publicado el 8 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Fin de una Novela

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Advertencia

Ha dicho Víctor Hugo, refiriéndose no sabemos a quién (y él mismo no se acordaba al hacer la cita), que puestos unos sobre otro todos los libros que se han impreso, llegarían a la Luna.

Nosotros hemos dicho, no recordamos dónde, que puestos uno sobre otro todos los libros que se han empezado y no se han concluido, llegarían a las estrellas fijas.

Y ahora decimos que también hay libros concluidos que no se han empezado, o sea finales de obras que no se han escrito.

A este último género pertenece el siguiente cuadro romántico, que hemos hallado entre los papeles de nuestra más tierna mocedad.

Servíos leerlo con indulgencia.

Epílogo

I

Qu'importe en quels mots s'exhale

L'àme devant son auteur?

Est-il une langue égale

A l'extase de mon coeur?

(LAMARTINE.)

Era una hermosa tarde de otoño.

La Naturaleza, triste siempre, aunque bella, en esa melancólica estación, se había rejuvenecido con la vida de la tempestad. Las hojas de los árboles ostentaban matices purísimos, inclinándose abrumadas por las últimas gotas de la lluvia. La tierra exhalaba aquel olor, acre y balsámico a un propio tiempo, que ensancha el corazón de los seres nerviosos. Las aves, felices criaturas del Señor que viven entre el cielo y los hombres, entonaban nuevamente sus divinos cantos, que el trueno había interrumpido... ¡Todo era bello y esplendoroso en aquella tarde que expiraba!

Juan, forastero en el país a que le habían llevado sus desventuras, vagaba por el campo, aspirando las emanaciones de la tormenta y contemplando el magnífico panorama del enrojecido ocaso.


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7 págs. / 13 minutos / 52 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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