Textos más populares este mes de Pedro Antonio de Alarcón | pág. 5

Mostrando 41 a 50 de 50 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Pedro Antonio de Alarcón


12345

Fin de una Novela

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


Advertencia

Ha dicho Víctor Hugo, refiriéndose no sabemos a quién (y él mismo no se acordaba al hacer la cita), que puestos unos sobre otro todos los libros que se han impreso, llegarían a la Luna.

Nosotros hemos dicho, no recordamos dónde, que puestos uno sobre otro todos los libros que se han empezado y no se han concluido, llegarían a las estrellas fijas.

Y ahora decimos que también hay libros concluidos que no se han empezado, o sea finales de obras que no se han escrito.

A este último género pertenece el siguiente cuadro romántico, que hemos hallado entre los papeles de nuestra más tierna mocedad.

Servíos leerlo con indulgencia.

Epílogo

I

Qu'importe en quels mots s'exhale

L'àme devant son auteur?

Est-il une langue égale

A l'extase de mon coeur?

(LAMARTINE.)

Era una hermosa tarde de otoño.

La Naturaleza, triste siempre, aunque bella, en esa melancólica estación, se había rejuvenecido con la vida de la tempestad. Las hojas de los árboles ostentaban matices purísimos, inclinándose abrumadas por las últimas gotas de la lluvia. La tierra exhalaba aquel olor, acre y balsámico a un propio tiempo, que ensancha el corazón de los seres nerviosos. Las aves, felices criaturas del Señor que viven entre el cielo y los hombres, entonaban nuevamente sus divinos cantos, que el trueno había interrumpido... ¡Todo era bello y esplendoroso en aquella tarde que expiraba!

Juan, forastero en el país a que le habían llevado sus desventuras, vagaba por el campo, aspirando las emanaciones de la tormenta y contemplando el magnífico panorama del enrojecido ocaso.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 53 visitas.

Publicado el 8 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Año en Spitzberg

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Estoy viendo desaparecer hacia el Mediodía el buque ballenero que me deja abandonado en esta isla desierta, sobre la arena de una playa sin nombre.

¡Heme aquí solo; solo en un ámbito de mil leguas!

Yo amaba a una mujer… El demonio de los celos me mordió el corazón, y he matado a mi rival en desafío… ¡Era un príncipe!

Y el Gobierno ruso me ha condenado a pasar aquí un año… ; es decir, me ha condenado a muerte.

¡Ah! ¿Por qué no me entregó al hacha del verdugo? ¿Por qué hacerme expirar de frío, de hambre, de tristeza, de desesperación, o disputando mi cuerpo al terrible oso blanco, si mi delito no era más que uno?

… … … … … … … … . .

¡Spitzberg!… ¡Estoy en el terrible archipiélago que ninguna raza ha podido habitar!¡Me hallo a los 77 grados latitud Norte, a doscientas sesenta leguas del Polo!

Creo haber oído decir a mis asesinos que esta isla es la del Nordeste, la más meridional del horroroso grupo, la más templada de todas… ¡Cruel compasión… que prolongará algunas horas mi agonía!

Ignoro en cuál de estos témpanos de hielo eterno tiene la Rusia una colonia para la peletería y la pesca de la ballena; pero lo que sí sé es que los colonos emigrarían a la Laponia a fines de Agosto, hace dos meses, y no volverán hasta la primavera… ¡dentro de doscientos cuarenta días!

¡Estoy, pues, solo, sin hogar, sin amparo, sin víveres, sin consuelos!

¡Morir! He aquí mi inevitable y próxima suerte.

Hoy es 17 de Octubre… El frío avanza por el Norte… Dentro de pocos días me helaré, sin remedio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
14 págs. / 25 minutos / 50 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Coro de Ángeles

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Un alma a la moda

Eran las siete menos cuarto de una mañana de Diciembre, y aún no habían llegado al horizonte de Madrid ni tan siquiera noticias de un sol que debió ponerse la tarde antes a las cuatro y media, pero del cual, hacía ya algunas semanas, sólo se sabía en la Corte por escrito, o sea por el almanaque, puesto que las nubes de un obstinado temporal no permitían verlo cara a cara y en persona.

A eso de las siete y cinco minutos recibiose al fin un parte telegráfico, mojado por la lluvia e interrumpido por la niebla, que venía a decir algo parecido a lo siguiente:

«Palacio de la Aurora. —Distrito de Madrid. —Dios a los hombres:

»Señores: Acaba de amanecer un día más. —El de ayer queda archivado por el padre Petavio en la página 347 del legajo 5940 de los tiempos. —Estamos a 13, Santa Lucía. —Hace un frío de todos los demonios. —Dejen ustedes la cama. Cada uno a su trabajo, y cuenten ustedes conmigo. —Muy buenos días».

Excusado es decir que este parte telegráfico cundió con la velocidad del rayo por los cuatro ángulos de la población.


Leer / Descargar texto

Dominio público
28 págs. / 50 minutos / 71 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Última Calaverada

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

Tengo la seguridad (dijo el Marqués, encendiendo otro cigarro) de que, si se examinara la vida de todos los grandes calaveras arrepentidos, se encontraría que perdieron su última batalla; quiero decir, que su última calaverada fue un chasco, una derrota, un Waterlóo.

—¡Qué reaccionario es este Marqués! ¡Miren Vds. con qué arte, en el símil de que se ha valido, la virtud hace el papel de la Santa Alianza, restauradora de Luis XVIII y del antiguo régimen!

—También se podría decir (replicó el preopinante) que, en mi símil, la virtud hace el papel de la árida roca de Santa Elena, dado que ese fue el camino que tomó Napoleón después de su derrota…

—¡Pero no lo tomó sino a la fuerza, señor Marqués, e intentó muchas veces escaparse!

—Pues entonces, Duque, prescindamos del símil. En cambio estoy más decidido que nunca a sostener mi tesis: «Nadie ha dejado de ser calavera al día siguiente de un triunfo. Todos los Lovelaces se han abrazado a la virtud al día siguiente de un descalabro».

—Marqués (exclamó el General X., que hasta entonces había callado): ¡mucho insiste usted en esa idea; lo cual me hace presumir si hablar a V. por experiencia propia! —¡Usted fue muy calavera en su juventud!

—¡Nada más que lo puramente necesario!

—Y luego, de pronto, se convirtió V. en hombre de bien cuando aún podía aspirar a nuevas glorias…

¡Ya lo creo! Todavía no contaba treinta años cuando me retiré del mundo y me casé con Eloísa… ¡No esperé, como Carlos V, a estar lleno de reumas para abandonar los campos de batalla!…

—Pues vamos a ver: compruébenos la tesis, contándonos la derrota que precedió a su retirada de V. a Yuste.

—Sí, sí… ¡que la cuente!


Leer / Descargar texto

Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 73 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

El Abrazo de Vergara

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Impresiones fuertes

Pues que de aventuras de viajes se trata, permitidme a mí también referir una que no desmerece de las ya leídas, y que deja tan malparados como la anterior a los que confunden a la mujer con la hembra, desconociendo que la base de operaciones y el objetivo del amor humano deben residir en el alma, y de manera alguna en el cuerpo de los beligerantes.

Oíd y temblad, como dicen los tenores de ópera.

Era una tarde de Mayo…

(Los novelistas ponen la escena en el verano cuando escriben en el invierno, y viceversa. —El autor la pone en la primavera, porque escribe en el otoño. —Esto prueba que nadie se halla contento con lo que posee. Pocos Rubens tuvieron la humorada de retratar a su mujer en sus cuadros. Rafael hizo tantas ediciones de una panadera, porque no era enteramente suya; es decir, suya por la Iglesia. Aristóteles… —Pero ¿adónde vamos a parar? —¡Basta de paréntesis!)

Corría (esto es, andaba al mismo paso que anda siempre el tiempo) el año de 18… (¡vaguedad sobre todo!)

El autor no recuerda el día… Sólo sabe que lo vio amanecer allende los Pirineos, desde las persianas de la berlina de una diligencia, y que lo veía morir en España, aquende los Pirineos.

El autor (entiéndase que no hablo de mí, pues yo no soy más que el editor de la presente historia. —El autor de que se trata es el del manuscrito de donde está sacada mi relación… )

El autor, vuelvo a decir, iba pensativo. Aquella brusca transición de la opulenta Francia a la pobre España, de un idioma a otro, y principalmente de un imperio a un reino, traíale caviloso, meditabundo, cariacontecido.

Pero tanto se abismó en sus pensamientos, tan apacible era la tarde, tal la calina del ambiente, que se quedó más dormido que cochero en puerta de baile.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 84 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¿Por Qué Era Rubia?

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I. Historia de cinco novelas

Una tarde de Noviembre de 1854 estábamos seis amigos, todos menores de edad, sentados alrededor de una mesa, pasando un delicioso día de campo. —Así llamábamos en aquel tiempo a la extraña manía en que habíamos dado algunos discípulos de Apolo, de hacer del día noche, cerrar las ventanas y encender luz artificial, cuando no de quedarnos en la cama hasta que anochecía en el resto de Madrid.

Aquella mesa (de la cual he vuelto a tener noticias últimamente) ha sido descrita por mí del siguiente modo, en el prólogo de una novela ajena, titulada Honni soit qui mal y pense:

«Había en Madrid hace cuatro años (no importa en casa de quién en casa de nadie en casa de todos en una casa cuya puerta no se cerraba ni de día ni de noche), una gran mesa revuelta, adornada con un tintero monstruo y cubierta de cuartillas de papel sellado sin sello, en la cual trabajaban indistintamente diez o doce artistas y literatos… Mesa fue aquella en que nacieron algunas comedias del hijo de Larra, algunos dramas de Eguílaz, algunas novelas de Agustín Bonnat, cantares de Trueba, artículos económicos de Antonio Hernández y letrillas de Manuel del Palacio; en que se tradujo La profesión de fe del siglo XIX, de Eugenio Pelletán; en que hizo Arnao muchas canciones, y Mariano Vázquez bastante música, y Castro y Serrano varios artículos, y Ribera caricaturas, y Vázquez y Pizarro algunas acuarelas, y Barrantes no pocas baladas, y planos arquitectónicos Ivón, y yo mis calaveradas de El Látigo».

En torno de esta mesa estábamos la tarde a que me refiero.

Era domingo: la revolución de Julio se hallaba en su apogeo. Madrid ardía en milicianos…

Llovía; silbaba el viento lúgubre de la estación, y hacía un frío que, al decir de Ricardo Ribera, helaba hasta las conjeturas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 49 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¡Viva el Papa!

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El tierno episodio que voy a referir es rigurosamente histórico, como los anteriores y como los siguientes; pero no ya sólo por la materia, sino también por la forma.—Vivo está quien lo cuenta, como suele decirse..., y entiéndase que quien le cuenta no soy yo; es un Capitán retirado que dejó el servicio en 1814.

Hoy no soy escritor; soy mero amanuense: no os pido, pues, admiración ni indulgencia, sino que me creáis a puño cerrado.

Para invención, el asunto es de poca monta; y luego pertenece a un género en que yo no me tomaría el trabajo de inventar nada....

Presumo de liberal, y un pobre Capitán retirado me ha conmovido profundamente contándome los sinsabores ... políticos de un Papa muy absolutista....

Mi objeto es conmoveros hoy a vosotros con su misma relación, a fin de que el número de los derrotados cohoneste mi derrota.

Habla mi Capitán.

II

Uno de los más calurosos días del mes de Julio de 1809, y ¡cuidado que aquel dichoso año hizo calor! a eso de las diez de la mañana, entrábamos en Montelimart, villa o ciudad del Delfinado, ni lo he sabido nunca, y maldita la falta que me hacía saber que existía tal Francia en el mundo....

—¡Ah! ¿Conque era en Francia?...

—Pues ¡hombre! ¡Me gusta! ¿Dónde está el Delfinado sino en Francia?—Y no crean ustedes que ahí, en la frontera..., sino muy tierra adentro, que de España....

—¡Siga V...., Capitán! Los niños ... que aprendan en la escuela....—Y tú, ¡a ver si te callas, Eduardito!


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 91 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Año Campesino

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El Tiempo es la primera materia de la vida: y así como el cáñamo (verbigracia) les sirve a unos industriales para hacer alforjas, a otros para velas de barco, a éstos para alpargatas y a aquéllos para ahorcarse, el Tiempo toma también diversas formas y se aplica a diferentes usos, según el oficio, las necesidades o las aficiones de los humanos.

Vayan algunos ejemplos.

Los historiadores dividen el Tiempo por edades, por civilizaciones (palabra muy de moda), por pontificados, por dinastías, por reinados, por guerras y por otras habilidades de la llamada sociedad.

Los astrónomos y los gobernantes lo han dividido, ora en siglos, ora en décadas, ora en olimpíadas, ora en lustros, ora en años, ora en nonas, ora en meses, ora en idus, ora en semanas; y las semanas en días, y los días en horas, y las horas en minutos, y los minutos en segundos...; todo ello sin contar los quinquenios, los trienios, los bienios, las cuarentenas de los buques y de las personas, y otra porción de grandes cosas, como los años embolísmicos y los bisiestos.

Los médicos no se han quedado atrás, y computan el Tiempo por edades fisiológicas, formando cuatro grupos: 1.º Infancia y puericia. 2.º Adolescencia y juventud. 3.º Edad viril, edad consistente y edad madura. 4º. Vejez, decrepitud... y cuerpo presente. Esta última fórmula es de mi cosecha.

Los políticos cuentan por elecciones, por legislaturas, por ministerios. Para ellos empieza el año cuando se abren las Cortes y se acaba el mundo cuando caen del Poder.

«—En tiempos de Bravo Murillo —dice uno— me dejé toda la barba.

—¡Hombre! ¡Mire usted qué casualidad! —exclama otro—. Entonces me casé yo.

—¿Cómo? ¿Era usted ministerial?

—¡Ya lo creo! Por eso me casé.

—Pues yo me dejé la barba porque era de oposición.

—¡Ah! Ya..., ¡como republicano!


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 12 minutos / 54 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Episodios de Nochebuena

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


I

El año de gracia de 1855 escribí un artículo titulado La Nochebuena del poeta, donde dejé estampadas, para lección y escarmiento de otros hijos pródigos, las negras melancolías y hondas inquietudes que cierto presumido vate provinciano (más codicioso de falsas glorias que agradecido y reverente con sus padres) llegó a sentir, en medio de los esplendores de la corte, la vez primera que, al caer sobre el mundo los sagrados velos de esta noche de bendición, viose solo y sin familia, huérfano y desheredado por su voluntad, vagando a la ventura por calles y plazas, como pájaro sin nido, o más bien como perro sin amo... ¡Oh! Sí...: en aquel artículo pinté valerosamente, no con postizos colores, sino con sangre de mis venas, la casa y la familia de provincias, los santos afectos de la niñez, la esterilidad de los placeres de la corte, la árida existencia del egoísta que todo lo inmola en aras de su ambición, y los consiguientes remordimientos que atarazan el día de Nochebuena a cuantos van por mares desconocidos, como iba yo entonces, en busca de un porvenir incierto, dejando atrás las ruinas y naufragios de la antigua familia y de la antigua sociedad, y cada vez con menos esperanzas de descubrir las playas de otra familia y de otra sociedad nuevas...; esto es, tal como irían los marineros de Colón cuando llegaron a creer que no tenía límites el Océano.


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 65 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Lo que se Oye Desde una Silla del Prado

Pedro Antonio de Alarcón


Cuento


(VERANO DE 1874)

* * *

¡Qué noche tan hermosa!

—¡Hermosísima!

—Y ¡qué calor ha hecho hoy!… Figúrese usted que esta mañana…

* * *

—Agur…

—Adiós…

—Muy buenas noches…

* * *

—Pues, sí, señor; como le iba diciendo a usted…

* * *

—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

—¿Has conocido a ése? Es aquel que el año pasado…

* * *

—¡Agua, aguardiente y azucarillos! ¡Agua!

* * *

—¡Niñas! ¡Niñas! ¡Más despacio!

—Tenga usted cuidado, Arturo; ¡que nos llama mamá!

* * *

—¡Barquillero!

* * *

—¡Matilde, eres un ángel!… ¡Eres una diosa!… ¡Eres una!…

* * *

—¡Pero, ¡hombre! ¡Esa mujer es una arpía! Gustavo debía divorciarse…

* * *

—¡Ramitos y camelias! ¡La vara de nardo a dos reales! ¡Señorito, cómpreme usted una!…

* * *

—¡Allá van! ¡Ella es! ¡Aprieta el paso!… ¡Bendita sea la gracia!

—¡Aquí vienen! ¡Ellos son!… ¡Qué tontos!

* * *

—¡Caballero! ¡Que no tengo padre! ¡Una limosnita por el amor de Dios!

* * *

—¡La Correspondencia!

* * *

—Pues bien: ¡desde entonces estoy cesante!… ¡Esto no es país!

* * *

—¡Chico! ¡Chico! ¡Buen turrón! ¿Y cómo te las has compuesto?

* * *

—Es un cuadro muy bonito. Pero a mí me gusta más aquel en que Pepita Jiménez y el teólogo…

* * *

—Lo que usted oye. Murió ab intestato y me correspondió la mitad de la herencia. Yo no le había hablado nunca…

* * *

—Lo mismo creo yo. La crisis es infalible. ¡Así no podemos seguir! Cristino será ministro antes de un mes.

* * *

—Y ¿qué hiciste tú? ¿Le devolviste su carta con una bala?


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 51 visitas.

Publicado el 3 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

12345