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autor: Platón editor: Edu Robsy etiqueta: Diálogo


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Filebo

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Mira, Protarco, qué parte de la opinión de Filebo quieres defender, y lo que te propones atacar de la mía, pues no están conformes con tu manera de pensar. ¿Quieres que hagamos un resumen de ambas opiniones?

Protarco: Con mucho gusto.

Sócrates: Filebo dice, que el Bien para todos los seres animados consiste en la alegría, el placer, el recreo y todas las demás cosas de este género. Yo sostengo, por el contrario, que no es esto, sino que la sabiduría, la inteligencia, la memoria y todo lo que es de la misma naturaleza, la justa opinión y los razonamientos verdaderos son, para todos los que los poseen, mejores y más apreciables que el placer a la par que más ventajosos a todos los seres presentes y futuros, capaces de participar de ellos. ¿No es esto, Filebo, lo que uno y otro sostenemos?

Filebo: Eso es, Sócrates.

Sócrates: Y bien, Protarco, ¿te encargas de este juicio que se pone en tus manos?

Protarco: Necesariamente me he de encargar, puesto que el buen Filebo se ha acobardado.

Sócrates: Es de absoluta necesidad que indaguemos lo que hay de cierto en esta materia.

Protarco: Sí, es preciso sin duda.

Sócrates: Pasemos adelante. Además de lo que se acaba de decir, convengamos en lo siguiente.

Protarco: ¿Y qué es?

Sócrates: Que uno y otro nos propongamos explicar cuál es la manera de ser y la disposición del alma capaz de procurar a todos los hombres una vida dichosa. ¿No es este nuestro objeto?

Protarco: Sí.

Sócrates: ¿No decís, Filebo y tú, que esta manera de ser consiste en el placer, y yo que consiste en la sabiduría?

Protarco: Es cierto.


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79 págs. / 2 horas, 18 minutos / 681 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Eutidemo

Platón


Diálogo, Filosofía


Critón: Sócrates, ¿quién era aquel hombre con quien disputabas ayer en el liceo? Me aproximé cuanto pude para oíros, pero la apretura de la gente que os rodeaba, era tanta, que no pude entender nada. Me empiné entonces sobre las puntas de los pies, y me pareció que la persona con quien hablabas, era un extranjero: ¿quién es?

Sócrates: ¿De quién quieres hablar? Critón. Porque allí había más de un extranjero; eran dos.

Critón: Te pregunto por aquel que estaba sentado el tercero a tu derecha; el hijo de Axioco estaba entre vosotros dos. Advertí que ha crecido bastante, y que es poco más o menos de la misma edad que mi hijo Critóbulo; pero éste es de constitución delicada, mientras el otro es más robusto y de mejores formas.

Sócrates: Ese por quien preguntas se llama Eutidemo. Su hermano, que se llama Dionisodoro, estaba a mi izquierda, y también tomaba parte en la conversación.

Critón: Ni a uno ni a otro conozco, Sócrates.

Sócrates: Al parecer son de los nuevos sofistas.

Critón: ¿De qué país son y qué ciencia profesan?


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45 págs. / 1 hora, 20 minutos / 321 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Laques

Platón


Diálogo, Filosofía


Lisímaco: Hola, Nicias y Laques, ¿habéis visto a ese hombre armado, que acaba de trabajar en la esgrima? Cuando Melesías y yo os suplicamos que vinieseis a ver este espectáculo, no os dijimos las razones que nos movían para ello: pero os las vamos a decir ahora, en la persuasión de que podemos hablaros con toda confianza. La mayor parte de las gentes se mofan de esta clase de ejercicios, y cuando se les pide consejo, lejos de manifestar su pensamiento, sólo tratan de adivinar el gusto de los que les consultan, y hablan siempre contra su propia opinión. Respecto a vosotros, sabemos que a una extrema sinceridad unís una capacidad muy grande, y por lo mismo esperamos que diréis ingenuamente lo que pensáis sobre lo que tenemos que comunicaros. He aquí a lo que viene a parar todo este preámbulo. Cada uno de nosotros tiene un hijo; helos aquí presentes: éste, hijo de Melesías, lleva el nombre de su abuelo, y se llama Tucídides; aquél, que es el mío, tiene el nombre de mi padre y se llama Arístides como él. Hemos resuelto procurar su mejor educación, y no hacer lo que acostumbran los más de los padres, que desde que sus hijos entran en adolescencia los dejan vivir a su libertad y capricho. Nuestra intención es vigilarlos con el mayor esmero, sin perderlos de vista; y como vosotros tenéis también hijos, hemos creído que, cual ninguno, habréis pensado en los medios de hacerlos muy virtuosos; y si esta idea no os ha ocupado seriamente, por ser vuestros hijos demasiado tiernos, hemos creído que llevareis muy a bien este recuerdo sobre un negocio que no debe aplazarse, y que conviene que deliberemos aquí, todos juntos, sobre la educación que debemos darles.


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31 págs. / 55 minutos / 532 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cármides

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Habiendo llegado la víspera de la llegada del ejército de Potidea, tuve singular placer, después de tan larga ausencia, en volver a ver los sitios que habitualmente frecuentaba. Entré en la palestra de Taureas, frente por frente del templo del Pórtico real, y encontré allí una numerosa reunión, compuesta de gente conocida y desconocida. Desde que me vieron, como no me esperaban, todos me saludaron de lejos. Pero Querefon, tan loco como siempre, se lanza en medio de sus amigos, corre hacia mí, y tomándome por la mano:

—¡Oh Sócrates! dijo, ¿cómo has librado en la batalla?

Poco antes de mi partida del ejército había tenido lugar un combate bajo los muros de Potidea, y acababan de tener la noticia.

—Como ves, le respondí.

—Nos han contado, replicó, que el combate había sido de los más empeñados, y que habían perecido en él muchos conocidos.

—Os han dicho la verdad.

—¿Asististe a la acción?

—Allí estuve.

—Ven a sentarte, dijo, y haznos la historia de ella, porque ignoramos completamente los detalles.

En el acto, llevándome consigo, me hizo sentar al lado de Critias, hijo de Callescrus. Me senté, saludé a Critias y a los demás, y procuré satisfacer su curiosidad sobre el ejército, teniendo que responder a mil preguntas.

Terminada esta conversación, les pregunté a mi vez qué era de la filosofía, y si entre los jóvenes se habían distinguido algunos por su saber o su belleza, o por ambas cosas. Entonces Critias, dirigiendo sus miradas hacia la puerta y viendo entrar algunos jóvenes en tono de broma, y detrás un enjambre de ellos:

—Respecto a la belleza, dijo, vas a saber, Sócrates, en este mismo acto todo lo que hay. Esos que ves que acaban de entrar son los precursores y los amantes del que, a lo menos por ahora, pasa por el más hermoso. Imagino que no está lejos, y no tardará en entrar.


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33 págs. / 57 minutos / 993 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Segundo Alcibíades

Platón


Diálogo, Filosofía


(Texto atribuido a Platón)
 

Sócrates: Alcibíades, ¿vas a orar en este templo?

Alcibíades: Sí, Sócrates.

Sócrates: Te advierto meditabundo y fijos tus ojos en tierra, como el hombre que reflexiona.

Alcibíades: ¿Qué necesidad hay en este caso de reflexiones tan profundas, Sócrates?

Sócrates: A mí me parece que hay materia para pensar seriamente, porque, ¡en nombre de Júpiter!, ¿no crees que entre las cosas que pedimos a los dioses, sea en público, sea en secreto, hay unas que se nos conceden y otras que se nos niegan, y que tan pronto atienden como desechan nuestras súplicas?

Alcibíades: Sí lo creo.

Sócrates: Y bien, ¿no te parece que la oración exige mucha prudencia, porque sin saberlo, pueden pedirse a los dioses grandes males, creyendo pedirles bienes, y los dioses no encontrarse en disposición de conceder lo que se les pide? Por ejemplo, Edipo les pidió en un arrebato de cólera, que sus hijos decidiesen con la espada sus derechos hereditarios, y cuando debía pedir a los dioses que le libraran de las desgracias de que era víctima, atrajo sobre sí otras nuevas; porque fueron escuchados sus ruegos, y de aquí esas largas y terribles calamidades, que no necesito referirte aquí al pormenor.

Alcibíades: Pero, Sócrates, me hablas de un hombre que deliraba. ¿Puedes creer que un hombre de buen sentido hubiera dirigido semejante súplica?

Sócrates: ¿Pero el delirio te parece lo contrario del buen sentido?

Alcibíades: Sí, ciertamente.

Sócrates: ¿No te parece que los hombres son unos sensatos y otros insensatos?

Alcibíades: Seguramente.

Sócrates: Pues bien; tratemos de distinguirlos bien. Estamos conformes en que hay hombres sensatos, otros insensatos y otros que deliran.

Alcibíades: Sí, conformes.


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Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Timeo

Platón


Diálogo, Filosofía


SÓCRATES, TIMEO, HERMÓCRATES, CRITIAS

SÓCRATES —Uno, dos, tres…, pero, por cierto, querido Timeo, ¿dónde está el cuarto de los que ayer fueron huéspedes míos y ahora son dueños de la casa?

TIMEO —Le sobrevino un cierto malestar, Sócrates, pues no habría faltado voluntariamente a esta reunión.

SÓC. —¿Os encargaréis tú y tus compañeros, entonces, de la parte que le correspondía al ausente?

TIM. —Por supuesto, y, en lo posible, no omitiremos nada, pues no sería justo que, después de gozar ayer de los apropiados dones de tu hospitalidad, los que quedamos no estuviéramos dispuestos a agasajarte a nuestra vez.

SÓC. —¿Es que recordáis cuántos son los temas de los que os encomendé hablar?

TIM. —Sólo algunos, pero, como estás aquí, nos recordarás lo que hayamos olvidado. Mejor aún, si no te molesta, vuelve a repetirnos otra vez el argumento desde el principio de manera resumida para que lo tengamos más presente.

SÓC. —Así lo haré. Tengo la impresión de que lo principal del discurso que hice ayer acerca de la organización política fue cuál consideraba que sería la mejor y qué hombres le darían vida.

TIM. —Y a todos nos pareció que la habías descrito de una manera muy conforme a los principios de la razón.

SÓC. —¿No fue acaso nuestra primera medida separar en ella a los campesinos y a los otros artesanos del estamento de los que luchan en defensa de ellos?

TIM. —Sí.


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95 págs. / 2 horas, 46 minutos / 388 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Teeteto

Platón


Diálogo, Filosofía


EUCLIDES, TERPSIÓN

PRÓLOGO

EUCLIDES —¿Hace poco, Terpsión, que has llegado del campo o hace mucho?

TERPSIÓN —Hace ya algún tiempo. Es más, te estuve buscando por el ágora y me extrañaba no poder encontrarte.

EUC. —Es que no estaba en la ciudad.

TER. —¿Dónde estabas?

EUC. —Cuando bajaba al puerto me encontré con Teeteto, al cual lo llevaban desde el campamento que hay en Corinto a Atenas.

TER. —¿Vivo o muerto?

EUC. —Vivo, pero a duras penas, pues está muy grave a causa de ciertas heridas y, sobre todo, por haber contraído la enfermedad que se ha originado en el ejército.

TER. —¿Te refieres a la disentería?

EUC. —Sí.

TER. —Es lamentable que esté en peligro la vida de un hombre como éste.

EUC. —Es una bella y excelente persona, Terpsión. Precisamente hace poco he estado oyendo a unos que elogiaban vehementemente su comportamiento en la batalla.

TER. —Eso no tiene nada de particular; mucho más sorprendente sería que hubiese ocurrido lo contrario. Pero ¿cómo es que no se quedó en Mégara?

EUC. —Tenía prisa por estar en casa. Yo mismo le rogué y le aconsejé que lo hiciera, pero no quiso. Así es que lo acompañé y luego, al regresar, recordé con admiración lo que Sócrates había profetizado acerca de él, como de tantas otras cosas. De hecho, me parece que lo conoció un poco antes de su muerte, cuando Teeteto era todavía un adolescente, y, en cuanto tuvo oportunidad de tratarlo y conversar con él, quedó muy admirado de las cualidades naturales que poseía. Cuando fui a Atenas, me contó lo que habían discutido y, desde luego, era digno de oír. Según decía Sócrates, no tenía más remedio que llegar a ser una persona de renombre, si llegaba a la madurez.

TER. —Y, al parecer, dijo la verdad. Pero ¿de qué hablaron? ¿Podrías contarme la conversación?


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113 págs. / 3 horas, 18 minutos / 731 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Protágoras

Platón


Diálogo, Filosofía


AMIGO, SÓCRATES

AMIGO. — ¿De dónde sales, Sócrates? Seguro que de una partida de caza en pos de la lozanía de Alcibiades. Precisamente lo vi yo anteayer y también a mí me pareció un bello mozo todavía, aunque un mozo que, dicho sea entre nosotros, Sócrates, ya va cubriendo de barba su mentón.

SÓCRATES. — ¿Y qué con eso? ¿No eres tú, pues, admirador de Homero, quien dijo que la más agraciada adolescencia era la del primer bozo, esa que tiene ahora Alcibiades?

AM. — ¿Qué hay, pues, de nuevo? ¿Vienes, entonces, de su casa? ¿Y cómo se porta contigo el muchacho?

SÓC. — Bien, me parece a mí, y especialmente en el día de hoy. Que mucho ha dicho en mi favor, socorriéndome, ya que, en efecto, ahora vengo de su casa. Pero voy a decirte algo sorprendente. Aunque él estaba allí, ni siquiera le prestaba mi atención, y a menudo me olvidaba de él.

AM. — ¿Y qué cosa tan enorme puede haberos ocurrido a ti y a él? Porque, desde luego, no habrás encontrado a alguien más bello, en esta ciudad al menos.

SÓC. — Mucho más todavía.

AM. — ¿Qué dices? ¿Ciudadano o extranjero?

SÓC. — Extranjero.

AM. — ¿De dónde?

SÓC. — De Abdera.

AM. — ¿Y tan hermoso te pareció ser ese extranjero, al punto de resultarte más bello que el hijo de Clinias?

SÓC. — ¿Cómo no va a parecer más bello lo que es más sabio, querido amigo?

AM. — Entonces es que acabas de encontrar a algún sabio. ¿No, Sócrates?

SÓC. — Al más sabio, sin duda, de los de ahora, si es que consideras muy sabio a Protágoras.

AM. — ¿Pero qué dices? ¿Protágoras ha venido de viaje?

SÓC. — Ya es su tercer día aquí

AM. — ¿Y, por tanto, vienes de estar con él?

SÓC. — Y de hablar y oír muchísimas cosas.


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Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Político

Platón


Diálogo, Filosofía


SÓCRATES, TEODORO, EXTRANJERO, JOVEN SÓCRATES

SÓCRATES —En verdad, te agradezco mucho, Teodoro, el haberme hecho conocer a Teeteto y también al Extranjero.

TEODORO —Pero, tal vez, Sócrates, tendrás que triplicar tu agradecimiento: tan pronto acaben su presentación del político y del filósofo.

SÓC. —¡Vamos! ¿Tamaña cosa, mi querido Teodoro, tendremos que decir que se la hemos oído a quien es el más avezado en materia de cálculo y de geometría?

TEOD —¿Qué quieres decir, Sócrates?

SÓC. —Que has puesto igual precio a cada uno de estos hombres, quienes, por su valor, distan entre sí más de lo que pueda expresar la proporción de vuestro arte.

TEOD —¡Bravo! ¡Por nuestro dios, Sócrates, por Amón! ¡Con cuánta razón y con qué buena memoria, además, acabas de achacarme mi error en los cálculos! Ya buscaré cómo desquitarme contigo en otra oportunidad. Por el momento, tú, en cambio, Extranjero, por nada dejes de complacernos: ya mismo elige, para empezar, al hombre político o al filósofo, al que tú prefieras, y tan pronto hayas escogido comienza sin más tu explicación.

EXTRANJERO —Eso es, Teodoro, lo que haré. Porque, una vez que hemos logrado tener este asunto entre manos, no es cuestión de darnos por vencidos antes de haber acabado con ellos. Pero, veamos: con Teeteto, que está aquí con nosotros, ¿qué debo hacer?

TEOD —¿A qué te refieres?

EXTR. —¿Le damos una tregua, reemplazándolo por este su condiscípulo, Sócrates? ¿O qué es lo que tú propones?

TEOD —Como acabas de decir, reemplázalo; dada su juventud, de seguro soportarán mejor la faena si se toman ambos un descanso.


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Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Parménides

Platón


Diálogo, Filosofía


CÉFALO, ADIMANTO, GLAUCÓN, ANTIFONTE, PITODORO, SÓCRATES, ZENÓN, PARMÉNIDES, ARISTÓTELES

Cuando llegamos a Atenas desde nuestra ciudad, Clazómenas, nos encontramos en el ágora con Adimanto y Glaucón. Adimanto me dio la mano y me dijo:

—¡Salud, Céfalo! Si necesitas algo de aquí que podamos procurarte, pídelo.

—Justamente por eso —repliqué— estoy aquí, porque debo haceros un pedido.

—Dinos, entonces, qué deseas —dijo.

—Vuestro hermanastro, por parte de madre —pregunté yo—, ¿cómo se llamaba? Pues no me acuerdo. Era un niño apenas cuando vine anteriormente aquí desde Clazómenas, y desde entonces pasó ya mucho tiempo. Su padre, creo, se llamaba Pirilampes.

—Así es —replicó—, y él, Antifonte. Pero ¿qué es, realmente, lo que quieres saber?

—Quienes están aquí —respondí— son conciudadanos míos, cabales filósofos, y han oído decir que ese Antifonte estuvo en frecuente contacto con un tal Pitodoro, allegado de Zenón, y que se sabe de memoria la conversación que una vez mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, puesto que la oyó muchas veces de labios de Pitodoro.

—Es cierto lo que dices —dijo él.

—Esa conversación —repliqué— es, justamente, lo que queremos que nos relate en detalle.

—No es difícil —dijo—, ya que cuando era un jovencito se empeñó en aprenderla a la perfección; ahora, en cambio, tal como su abuelo y homónimo, dedica la mayor parte del tiempo a los caballos. Pero, si es preciso, vayamos por él. Acaba de marcharse de aquí rumbo a su casa, y vive cerca, en Mélite.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 380 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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