Textos más vistos de Platón etiquetados como Diálogo disponibles | pág. 2

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autor: Platón etiqueta: Diálogo textos disponibles


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Primer Alcibíades

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Hijo de Clinias, estarás sorprendido de ver, que habiendo sido yo el primero a amarte, sea ahora el último en dejarte; que después de haberte abandonado mis rivales, permanezca yo fiel; y en fin, que teniéndote los demás como sitiado con sus amorosos obsequios, sólo yo haya estado sin hablarte por espacio de tantos años. No ha sido ningún miramiento humano el que me ha sugerido esta conducta, sino una consideración por entero divina, que te explicaré más adelante. Ahora que el Dios no me lo impide, me apresuro a comunicarme contigo, y espero que nuestra relación no te ha de ser desagradable para lo sucesivo. En todo el tiempo que ha durado mi silencio, no he cesado de mirar y juzgar la conducta que has observado con mis rivales; entre el gran número de hombres orgullosos que se han mostrado adictos a ti, no hay uno que no hayas rechazado con tus desdenes, y quiero explicarte la causa de este tu desprecio para con ellos. Tú crees no necesitar de nadie, tan generosa y liberal ha sido contigo la naturaleza, comenzando por el cuerpo y concluyendo con el alma. En primer lugar te crees el más hermoso y más bien formado de todos los hombres, y en este punto basta verte para decir que no te engañas. En segundo lugar, tú te crees pertenecer a una de las más ilustres familias de Atenas, Atenas que es la ciudad de mayor consideración entre las demás ciudades griegas. Por tu padre cuentas con numerosos y poderosos amigos, que te apoyarán en cualquier lance, y no los tienes menos poderosos por tu madre. Pero a tus ojos el principal apoyo es Pericles, hijo de Xantippo, que tu padre dio por tutor a tu hermano y a ti, y cuya autoridad es tan grande, que hace todo lo que quiere, no sólo en esta ciudad, sino en toda la Grecia y en las demás naciones extranjeras. Podría hablar también de tus riquezas, si no supiera que en este punto no eres orgulloso.


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Dominio público
50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.328 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Segundo Alcibíades

Platón


Diálogo, Filosofía


(Texto atribuido a Platón)
 

Sócrates: Alcibíades, ¿vas a orar en este templo?

Alcibíades: Sí, Sócrates.

Sócrates: Te advierto meditabundo y fijos tus ojos en tierra, como el hombre que reflexiona.

Alcibíades: ¿Qué necesidad hay en este caso de reflexiones tan profundas, Sócrates?

Sócrates: A mí me parece que hay materia para pensar seriamente, porque, ¡en nombre de Júpiter!, ¿no crees que entre las cosas que pedimos a los dioses, sea en público, sea en secreto, hay unas que se nos conceden y otras que se nos niegan, y que tan pronto atienden como desechan nuestras súplicas?

Alcibíades: Sí lo creo.

Sócrates: Y bien, ¿no te parece que la oración exige mucha prudencia, porque sin saberlo, pueden pedirse a los dioses grandes males, creyendo pedirles bienes, y los dioses no encontrarse en disposición de conceder lo que se les pide? Por ejemplo, Edipo les pidió en un arrebato de cólera, que sus hijos decidiesen con la espada sus derechos hereditarios, y cuando debía pedir a los dioses que le libraran de las desgracias de que era víctima, atrajo sobre sí otras nuevas; porque fueron escuchados sus ruegos, y de aquí esas largas y terribles calamidades, que no necesito referirte aquí al pormenor.

Alcibíades: Pero, Sócrates, me hablas de un hombre que deliraba. ¿Puedes creer que un hombre de buen sentido hubiera dirigido semejante súplica?

Sócrates: ¿Pero el delirio te parece lo contrario del buen sentido?

Alcibíades: Sí, ciertamente.

Sócrates: ¿No te parece que los hombres son unos sensatos y otros insensatos?

Alcibíades: Seguramente.

Sócrates: Pues bien; tratemos de distinguirlos bien. Estamos conformes en que hay hombres sensatos, otros insensatos y otros que deliran.

Alcibíades: Sí, conformes.


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Dominio público
17 págs. / 30 minutos / 650 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Laques

Platón


Diálogo, Filosofía


Lisímaco: Hola, Nicias y Laques, ¿habéis visto a ese hombre armado, que acaba de trabajar en la esgrima? Cuando Melesías y yo os suplicamos que vinieseis a ver este espectáculo, no os dijimos las razones que nos movían para ello: pero os las vamos a decir ahora, en la persuasión de que podemos hablaros con toda confianza. La mayor parte de las gentes se mofan de esta clase de ejercicios, y cuando se les pide consejo, lejos de manifestar su pensamiento, sólo tratan de adivinar el gusto de los que les consultan, y hablan siempre contra su propia opinión. Respecto a vosotros, sabemos que a una extrema sinceridad unís una capacidad muy grande, y por lo mismo esperamos que diréis ingenuamente lo que pensáis sobre lo que tenemos que comunicaros. He aquí a lo que viene a parar todo este preámbulo. Cada uno de nosotros tiene un hijo; helos aquí presentes: éste, hijo de Melesías, lleva el nombre de su abuelo, y se llama Tucídides; aquél, que es el mío, tiene el nombre de mi padre y se llama Arístides como él. Hemos resuelto procurar su mejor educación, y no hacer lo que acostumbran los más de los padres, que desde que sus hijos entran en adolescencia los dejan vivir a su libertad y capricho. Nuestra intención es vigilarlos con el mayor esmero, sin perderlos de vista; y como vosotros tenéis también hijos, hemos creído que, cual ninguno, habréis pensado en los medios de hacerlos muy virtuosos; y si esta idea no os ha ocupado seriamente, por ser vuestros hijos demasiado tiernos, hemos creído que llevareis muy a bien este recuerdo sobre un negocio que no debe aplazarse, y que conviene que deliberemos aquí, todos juntos, sobre la educación que debemos darles.


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Dominio público
31 págs. / 55 minutos / 543 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cármides

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Habiendo llegado la víspera de la llegada del ejército de Potidea, tuve singular placer, después de tan larga ausencia, en volver a ver los sitios que habitualmente frecuentaba. Entré en la palestra de Taureas, frente por frente del templo del Pórtico real, y encontré allí una numerosa reunión, compuesta de gente conocida y desconocida. Desde que me vieron, como no me esperaban, todos me saludaron de lejos. Pero Querefon, tan loco como siempre, se lanza en medio de sus amigos, corre hacia mí, y tomándome por la mano:

—¡Oh Sócrates! dijo, ¿cómo has librado en la batalla?

Poco antes de mi partida del ejército había tenido lugar un combate bajo los muros de Potidea, y acababan de tener la noticia.

—Como ves, le respondí.

—Nos han contado, replicó, que el combate había sido de los más empeñados, y que habían perecido en él muchos conocidos.

—Os han dicho la verdad.

—¿Asististe a la acción?

—Allí estuve.

—Ven a sentarte, dijo, y haznos la historia de ella, porque ignoramos completamente los detalles.

En el acto, llevándome consigo, me hizo sentar al lado de Critias, hijo de Callescrus. Me senté, saludé a Critias y a los demás, y procuré satisfacer su curiosidad sobre el ejército, teniendo que responder a mil preguntas.

Terminada esta conversación, les pregunté a mi vez qué era de la filosofía, y si entre los jóvenes se habían distinguido algunos por su saber o su belleza, o por ambas cosas. Entonces Critias, dirigiendo sus miradas hacia la puerta y viendo entrar algunos jóvenes en tono de broma, y detrás un enjambre de ellos:

—Respecto a la belleza, dijo, vas a saber, Sócrates, en este mismo acto todo lo que hay. Esos que ves que acaban de entrar son los precursores y los amantes del que, a lo menos por ahora, pasa por el más hermoso. Imagino que no está lejos, y no tardará en entrar.


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Dominio público
33 págs. / 57 minutos / 1.005 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Eutidemo

Platón


Diálogo, Filosofía


Critón: Sócrates, ¿quién era aquel hombre con quien disputabas ayer en el liceo? Me aproximé cuanto pude para oíros, pero la apretura de la gente que os rodeaba, era tanta, que no pude entender nada. Me empiné entonces sobre las puntas de los pies, y me pareció que la persona con quien hablabas, era un extranjero: ¿quién es?

Sócrates: ¿De quién quieres hablar? Critón. Porque allí había más de un extranjero; eran dos.

Critón: Te pregunto por aquel que estaba sentado el tercero a tu derecha; el hijo de Axioco estaba entre vosotros dos. Advertí que ha crecido bastante, y que es poco más o menos de la misma edad que mi hijo Critóbulo; pero éste es de constitución delicada, mientras el otro es más robusto y de mejores formas.

Sócrates: Ese por quien preguntas se llama Eutidemo. Su hermano, que se llama Dionisodoro, estaba a mi izquierda, y también tomaba parte en la conversación.

Critón: Ni a uno ni a otro conozco, Sócrates.

Sócrates: Al parecer son de los nuevos sofistas.

Critón: ¿De qué país son y qué ciencia profesan?


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Dominio público
45 págs. / 1 hora, 20 minutos / 323 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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