Parménides
Platón
Diálogo, Filosofía
CÉFALO, ADIMANTO, GLAUCÓN, ANTIFONTE, PITODORO, SÓCRATES, ZENÓN, PARMÉNIDES, ARISTÓTELES
Cuando llegamos a Atenas desde nuestra ciudad, Clazómenas, nos encontramos en el ágora con Adimanto y Glaucón. Adimanto me dio la mano y me dijo:
—¡Salud, Céfalo! Si necesitas algo de aquí que podamos procurarte, pídelo.
—Justamente por eso —repliqué— estoy aquí, porque debo haceros un pedido.
—Dinos, entonces, qué deseas —dijo.
—Vuestro hermanastro, por parte de madre —pregunté yo—, ¿cómo se llamaba? Pues no me acuerdo. Era un niño apenas cuando vine anteriormente aquí desde Clazómenas, y desde entonces pasó ya mucho tiempo. Su padre, creo, se llamaba Pirilampes.
—Así es —replicó—, y él, Antifonte. Pero ¿qué es, realmente, lo que quieres saber?
—Quienes están aquí —respondí— son conciudadanos míos, cabales filósofos, y han oído decir que ese Antifonte estuvo en frecuente contacto con un tal Pitodoro, allegado de Zenón, y que se sabe de memoria la conversación que una vez mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, puesto que la oyó muchas veces de labios de Pitodoro.
—Es cierto lo que dices —dijo él.
—Esa conversación —repliqué— es, justamente, lo que queremos que nos relate en detalle.
—No es difícil —dijo—, ya que cuando era un jovencito se empeñó en aprenderla a la perfección; ahora, en cambio, tal como su abuelo y homónimo, dedica la mayor parte del tiempo a los caballos. Pero, si es preciso, vayamos por él. Acaba de marcharse de aquí rumbo a su casa, y vive cerca, en Mélite.
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Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.