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autor: Platón etiqueta: Filosofía textos disponibles


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Gorgias

Platón


Diálogo, Filosofía


Callicles.— Dícese, Sócrates, que en la guerra y en el combate es donde hay que encontrarse a tiempo.

Sócrates.— ¿Venimos entonces, según se dice, a la fiesta y retrasados?

Callicles.— Sí, y a una fiesta deliciosa, porque Gorgias nos ha dicho hace un momento una infinidad de cosas a cuál más bella.

Sócrates.— Chairefon, a quien aquí ves, es el causante de este retraso, Callicles; nos obligó a detenernos en la plaza.

Chairefon.— Nada malo hay en ello, Sócrates; en todo caso remediaré mi culpa. Gorgias es amigo mío, y nos repetirá las mismas cosas que acaba de decir, si quieres, y si lo prefieres lo dejará para otra vez.

Callicles.— ¿Qué dices, Chairefon? ¿No tiene Sócrates deseos de escuchar a Gorgias?

Chairefon.— A esto expresamente hemos venido.

Callicles.— Si queréis ir conmigo a mi casa, donde se aloja Gorgias, os expondrá su doctrina.

Sócrates.— Te quedo muy reconocido, Callicles, pero ¿tendrá ganas de conversar con nosotros? Quisiera oír de sus labios qué virtud tiene el arte que profesa, qué es lo que promete y qué enseña. Lo demás lo expondrá, como dices, otro día.

Callicles.— Lo mejor será interrogarle, porque este tema es uno de los que acaba de tratar con nosotros. Decía hace un momento a todos los allí presentes que le interrogaran acerca de la materia que les placiera, alardeando de poder contestar a todas.

Sócrates.— Eso me agrada. Interrógale, Chairefon.

Chairefon.— ¿Qué le preguntaré?

Sócrates.— Lo que es.

Chairefon.— ¿Qué quieres decir?


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Dominio público
118 págs. / 3 horas, 27 minutos / 2.087 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Fedón

Platón


Diálogo, Filosofía


Interlocutores

ECHECRATES.
FEDÓN.
SÓCRATES.
APOLODOROS.
CEBES.
SIMMIAS.
CRITÓN.
FEDÓN.
XANTIPA, esposa de Sócrates.
SIRVIENTE DE LOS ONCE.

Diálogo

ECHECRATES.— Dime, Fedón, ¿estuviste tú mismo con Sócrates cuando en la prisión bebió la cicuta, o lo que sabes de sus últimas horas te lo refirió alguien?

FEDÓN.— Estuve yo mismo.

ECHECRATES.— ¿Qué dijo Sócrates antes de morir y cómo murió? Me agradaría saberlo, porque no hay hoy día un fliasio que esté en relación con Atenas y desde hace mucho tiempo no ha venido nadie de Atenas que nos haya podido dar más informes de este asunto sino que Sócrates murió después de beber la cicuta. Más, no hemos sabido.

FEDÓN.— ¿Entonces ignoras cómo instruyeron su proceso?

ECHECRATES.— Esto sí; alguien nos dijo, y nos extrañamos mucho, que Sócrates no murió hasta mucho tiempo después de pronunciada la sentencia. ¿A qué se debió esto, Fedón?

FEDÓN.— A una casualidad: la víspera del juicio habían coronado la popa de la embarcación que los atenienses envían todos los años a Delos.

ECHECRATES.— ¿Qué barco es ése?


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Dominio público
84 págs. / 2 horas, 27 minutos / 1.641 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Filebo

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Mira, Protarco, qué parte de la opinión de Filebo quieres defender, y lo que te propones atacar de la mía, pues no están conformes con tu manera de pensar. ¿Quieres que hagamos un resumen de ambas opiniones?

Protarco: Con mucho gusto.

Sócrates: Filebo dice, que el Bien para todos los seres animados consiste en la alegría, el placer, el recreo y todas las demás cosas de este género. Yo sostengo, por el contrario, que no es esto, sino que la sabiduría, la inteligencia, la memoria y todo lo que es de la misma naturaleza, la justa opinión y los razonamientos verdaderos son, para todos los que los poseen, mejores y más apreciables que el placer a la par que más ventajosos a todos los seres presentes y futuros, capaces de participar de ellos. ¿No es esto, Filebo, lo que uno y otro sostenemos?

Filebo: Eso es, Sócrates.

Sócrates: Y bien, Protarco, ¿te encargas de este juicio que se pone en tus manos?

Protarco: Necesariamente me he de encargar, puesto que el buen Filebo se ha acobardado.

Sócrates: Es de absoluta necesidad que indaguemos lo que hay de cierto en esta materia.

Protarco: Sí, es preciso sin duda.

Sócrates: Pasemos adelante. Además de lo que se acaba de decir, convengamos en lo siguiente.

Protarco: ¿Y qué es?

Sócrates: Que uno y otro nos propongamos explicar cuál es la manera de ser y la disposición del alma capaz de procurar a todos los hombres una vida dichosa. ¿No es este nuestro objeto?

Protarco: Sí.

Sócrates: ¿No decís, Filebo y tú, que esta manera de ser consiste en el placer, y yo que consiste en la sabiduría?

Protarco: Es cierto.


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Dominio público
79 págs. / 2 horas, 18 minutos / 715 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Fedro

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates.— Mi querido Fedro, ¿a dónde vas y de dónde vienes?

Fedro.— Vengo, Sócrates, de casa de Lisias, hijo de Céfalo, y voy a pasearme fuera de muros; porque he pasado toda la mañana sentado junto a Lisias, y siguiendo el precepto de Acumenos, tu amigo y mío, me paseo por las vías públicas, porque dice que proporcionan mayor recreo y salubridad que las carreras en el gimnasio.

Sócrates.— Tiene razón, amigo mío; pero Lisias, por lo que veo, estaba en la ciudad.

Fedro.— Sí, en casa de Epícrates, en esa casa que está próxima al templo de Júpiter Olímpico, la Moriquia.

Sócrates.— ¿Y cuál fue vuestra conversación? Sin dudar, Lisias te regalaría algún discurso.

Fedro.— Tú lo sabrás, si no te apura el tiempo, y si me acompañas y me escuchas.

Sócrates.— ¿Qué dices? ¿no sabes, para hablar como Píndaro, que no hay negocio que yo no abandone por saber lo que ha pasado entre tú y Lisias?

Fedro.— Pues adelante.

Sócrates.— Habla pues.

Fedro.— En verdad, Sócrates, el negocio te afecta, porque el discurso, que nos ocupó por tan largo espacio, no sé por qué casualidad rodó sobre el amor. Lisias supone un hermoso joven, solicitado, no por un hombre enamorado, sino, y esto es lo más sorprendente, por un hombre sin amor, y sostiene que debe conceder sus amores más bien al que no ama, que al que ama.


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Dominio público
74 págs. / 2 horas, 9 minutos / 2.378 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Sofista

Platón


Diálogo, Filosofía


TEODORO, TEETETES, UN EXTRANJERO DE ELEA, SÓCRATES

Teodoro: Como convinimos ayer, Sócrates, aquí estamos cumpliendo nuestra cita puntualmente, y te traemos a este extranjero, natural de Elea, de la secta de Parménides y Zenón, que es un verdadero filósofo.

Sócrates: Quizá, querido Teodoro, en lugar de un extranjero, me traes algún dios. Homero refiere que los dioses y, particularmente el que preside a la hospitalidad, han acompañado muchas veces a los mortales justos y virtuosos, para venir entre nosotros a observar nuestras iniquidades y nuestras buenas acciones. ¿Quién sabe si tienes tú por compañero alguno de estos seres superiores, que haya venido para examinar y refutar nuestros débiles razonamientos, en una palabra, una especie de dios de la refutación?

Teodoro: No, Sócrates; no tengo en tal concepto a este extranjero; es más indulgente que los que tienen por oficio el disputar. Pero, si no creo ver en él un dios, le tengo, por lo menos, por un hombre divino, porque para mí todos los filósofos son hombres divinos.

Sócrates: Perfectamente, mi querido amigo. Podría suceder que fuese más difícil reconocer esta raza de filósofos, que la de los dioses. Estos hombres, en efecto, que la ignorancia representa bajo los más diversos aspectos, van de ciudad en ciudad, -no hablo de los falsos filósofos, sino de los que lo son verdaderamente-, dirigiendo desde lo alto sus miradas sobre la vida que llevamos en estas regiones inferiores, y unos los consideran dignos del mayor desprecio, y otros, de los mayores honores; aquí se les toma par políticos, allí por sofistas, y más allá, falta poco, para que los tengan por completamente locos. Quisiera saber de nuestro extranjero, si no lo lleva a mal, que opinión se tiene de todo esto en su país, y qué hombre se les da.

Teodoro: ¿De quiénes hablas?


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Dominio público
70 págs. / 2 horas, 2 minutos / 2.404 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Primer Alcibíades

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Hijo de Clinias, estarás sorprendido de ver, que habiendo sido yo el primero a amarte, sea ahora el último en dejarte; que después de haberte abandonado mis rivales, permanezca yo fiel; y en fin, que teniéndote los demás como sitiado con sus amorosos obsequios, sólo yo haya estado sin hablarte por espacio de tantos años. No ha sido ningún miramiento humano el que me ha sugerido esta conducta, sino una consideración por entero divina, que te explicaré más adelante. Ahora que el Dios no me lo impide, me apresuro a comunicarme contigo, y espero que nuestra relación no te ha de ser desagradable para lo sucesivo. En todo el tiempo que ha durado mi silencio, no he cesado de mirar y juzgar la conducta que has observado con mis rivales; entre el gran número de hombres orgullosos que se han mostrado adictos a ti, no hay uno que no hayas rechazado con tus desdenes, y quiero explicarte la causa de este tu desprecio para con ellos. Tú crees no necesitar de nadie, tan generosa y liberal ha sido contigo la naturaleza, comenzando por el cuerpo y concluyendo con el alma. En primer lugar te crees el más hermoso y más bien formado de todos los hombres, y en este punto basta verte para decir que no te engañas. En segundo lugar, tú te crees pertenecer a una de las más ilustres familias de Atenas, Atenas que es la ciudad de mayor consideración entre las demás ciudades griegas. Por tu padre cuentas con numerosos y poderosos amigos, que te apoyarán en cualquier lance, y no los tienes menos poderosos por tu madre. Pero a tus ojos el principal apoyo es Pericles, hijo de Xantippo, que tu padre dio por tutor a tu hermano y a ti, y cuya autoridad es tan grande, que hace todo lo que quiere, no sólo en esta ciudad, sino en toda la Grecia y en las demás naciones extranjeras. Podría hablar también de tus riquezas, si no supiera que en este punto no eres orgulloso.


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Dominio público
50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.349 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Eutidemo

Platón


Diálogo, Filosofía


Critón: Sócrates, ¿quién era aquel hombre con quien disputabas ayer en el liceo? Me aproximé cuanto pude para oíros, pero la apretura de la gente que os rodeaba, era tanta, que no pude entender nada. Me empiné entonces sobre las puntas de los pies, y me pareció que la persona con quien hablabas, era un extranjero: ¿quién es?

Sócrates: ¿De quién quieres hablar? Critón. Porque allí había más de un extranjero; eran dos.

Critón: Te pregunto por aquel que estaba sentado el tercero a tu derecha; el hijo de Axioco estaba entre vosotros dos. Advertí que ha crecido bastante, y que es poco más o menos de la misma edad que mi hijo Critóbulo; pero éste es de constitución delicada, mientras el otro es más robusto y de mejores formas.

Sócrates: Ese por quien preguntas se llama Eutidemo. Su hermano, que se llama Dionisodoro, estaba a mi izquierda, y también tomaba parte en la conversación.

Critón: Ni a uno ni a otro conozco, Sócrates.

Sócrates: Al parecer son de los nuevos sofistas.

Critón: ¿De qué país son y qué ciencia profesan?


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Dominio público
45 págs. / 1 hora, 20 minutos / 326 visitas.

Publicado el 13 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Apología de Sócrates

Platón


Discurso, Filosofía


Yo no sé, atenienses, la impresión que habrá hecho en vosotros el discurso de mis acusadores. Con respecto a mí, confieso que me he desconocido a mí mismo; tan persuasiva ha sido su manera de decir. Sin embargo, puedo asegurarlo, no han dicho una sola palabra que sea verdad.

Pero de todas sus calumnias, la que más me ha sorprendido es la prevención que os han hecho de que estéis muy en guardia para no ser seducidos por mi elocuencia. Porque el no haber temido el mentís vergonzoso que yo les voy a dar en este momento, haciendo ver que no soy elocuente, es el colmo de la impudencia, a menos que no llamen elocuente al que dice la verdad. Si es esto lo que pretenden, confieso que soy un gran orador; pero no lo soy a su manera; porque, repito, no han dicho ni una sola palabra verdadera, y vosotros vais a saber de mi boca la pura verdad, no, ¡por Júpiter!, en una arenga vestida de sentencias brillantes y palabras escogidas, como son los discursos de mis acusadores, sino en un lenguaje sencillo y espontáneo; porque descanso en la confianza de que digo la verdad, y ninguno de vosotros debe esperar otra cosa de mí. No sería propio de mi edad, venir, atenienses, ante vosotros como un joven que hubiese preparado un discurso.

Por esta razón, la única gracia, atenienses, que os pido es que cuando veáis que en mi defensa emplee términos y maneras comunes, los mismos de que me he servido cuantas veces he conversado con vosotros en la plaza pública, en las casas de contratación y en los demás sitios en que me habéis visto, no os sorprendáis, ni os irritéis contra mí; porque es esta la primera vez en mi vida que comparezco ante un tribunal de justicia, aunque cuento más de setenta años.


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Dominio público
35 págs. / 1 hora, 2 minutos / 4.886 visitas.

Publicado el 15 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Cármides

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Habiendo llegado la víspera de la llegada del ejército de Potidea, tuve singular placer, después de tan larga ausencia, en volver a ver los sitios que habitualmente frecuentaba. Entré en la palestra de Taureas, frente por frente del templo del Pórtico real, y encontré allí una numerosa reunión, compuesta de gente conocida y desconocida. Desde que me vieron, como no me esperaban, todos me saludaron de lejos. Pero Querefon, tan loco como siempre, se lanza en medio de sus amigos, corre hacia mí, y tomándome por la mano:

—¡Oh Sócrates! dijo, ¿cómo has librado en la batalla?

Poco antes de mi partida del ejército había tenido lugar un combate bajo los muros de Potidea, y acababan de tener la noticia.

—Como ves, le respondí.

—Nos han contado, replicó, que el combate había sido de los más empeñados, y que habían perecido en él muchos conocidos.

—Os han dicho la verdad.

—¿Asististe a la acción?

—Allí estuve.

—Ven a sentarte, dijo, y haznos la historia de ella, porque ignoramos completamente los detalles.

En el acto, llevándome consigo, me hizo sentar al lado de Critias, hijo de Callescrus. Me senté, saludé a Critias y a los demás, y procuré satisfacer su curiosidad sobre el ejército, teniendo que responder a mil preguntas.

Terminada esta conversación, les pregunté a mi vez qué era de la filosofía, y si entre los jóvenes se habían distinguido algunos por su saber o su belleza, o por ambas cosas. Entonces Critias, dirigiendo sus miradas hacia la puerta y viendo entrar algunos jóvenes en tono de broma, y detrás un enjambre de ellos:

—Respecto a la belleza, dijo, vas a saber, Sócrates, en este mismo acto todo lo que hay. Esos que ves que acaban de entrar son los precursores y los amantes del que, a lo menos por ahora, pasa por el más hermoso. Imagino que no está lejos, y no tardará en entrar.


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Dominio público
33 págs. / 57 minutos / 1.017 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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