La Risa
Rafael Barrett
Cuento
Se nos fue la risa de los niños, la risa de los dioses; ya no se desborda nuestra alma y nos tortura la sed.
La música de la risa se cambió en hipo; se cambió en mueca la onda pura que resplandecía sobre los rostros nuevos.
La risa ahonda nuestras arrugas, y revela mejor nuestra decrepitud.
La risa noble se volvió alevosa. El signo de la alegría plena se convirtió en signo de dolor. Si oís reír, es que alguien sufre.
Hemos hecho de la risa una daga, un tósigo, un cadalso. Se mata y se muere por el ridículo.
Nuestro patrimonio común parece tan ruin, que el poder consiste en la miseria ajena, y la dicha en la ajena desventura. Nos repartimos aviesamente la vida, y nos reconforta la agonía del prójimo.
Náufragos hambrientos, apiñados sobre una tabla en medio del mar, nos alivia el cadáver amigo que viene a refrescar las provisiones. Entonces reímos enseñando los dientes.
¿Dónde están las carcajadas que no rechinan y rugen y gimen, las que no hacen daño?
Es cómico perder el equilibrio, caer y chocar contra la realidad exterior, que, cómplice de los fuertes, siempre se burla.
Por eso el justo es risible: ignora la realidad, ya que ignora el mal. Por eso no es digna de risa a doblez, sino la confianza; no la crueldad, sino, la blandura de corazón.
Un loco malvado no será nunca tan grotesco como un loco generoso. ¿Quién lavará el celeste semblante de Don Quijote, escupido por las risotadas de los hombres?
También los hombres se rieron de Jesús, y le escupieron.
Aunque no sea más que en efigie, el público necesita risa, necesita sangre. La risa es casi todo el teatro.
Y siendo el dolor de cada uno el dolor de lo demás, manifestado fuera de ellos, la risa universal es un quejido. Escuchadla bien, y descubriréis en ella los espasmos del sollozo.
Dominio público
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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.