Soñando
Rafael Barrett
Cuento
Era como un inmenso baile de personas y de cosas. Figuras de todos los siglos pasaban en calma o se precipitaban girando. Animales fantásticos y objetos sin nombre se mezclaban a los mil espectros de un Carnaval delirante.
El espacio infinito parecía iluminado por la fiebre. No había piso ni techo. Se adivinaba la noche más allá de la luz.
Yo me trasladaba de un punto a otro sin esfuerzo. Nada resistía ni entorpecía a nada. Flotábamos en un ambiente suave como el polvo de las mariposas. El mundo estaba vacío de materia y lleno de vida.
De un racimó de seres agitados se desprendió hacia mí un caballero vestido de frac. Venía tan de prisa, que atravesó en su carrera el cuerpo de una desposada melancólica.
Cuando llegó a mi lado observé la angustia de su rostro contraído.
—¿Qué le sucede, señor profesor? —pregunté.
—El chimpancé se ha vuelto loco. Ya sabe usted que era mi mejor sirviente. Hasta fumaba mis cigarrillos. Un mono admirable, superior al hombre, puesto que no habla. Imitaba perfectamente mis movimientos y aprendía cuanto se le enseñaba. Usted recordará mi última conferencia sobre los simios antropoideos. Él la inspiró. Pues bueno: ayer me entretuve tirando al blanco en el jardín delante del mono. ¡Nunca lo hubiera hecho! He querido meterme ahora en casa porque se hace tarde. ¿Creerá usted que el maldito chimpancé me ha recibido a tiros, confundiendo mi pechera con el blanco? Por poco no me acierta. ¿Cómo entrar en mi casa, Dios mío?
De lo alto del firmamento llovían pétalos rosados. Cerca de nosotros una niña rubia decía que no a un banquero.
—¡Una idea! —exclamó de pronto un poeta lírico que nos había quizá escuchado.
Dominio público
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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.