El Amante
Rafael Barrett
Cuento
Secreto rincón del jardín florido, breve edén, relicario de nostalgias y deseos, nido de felicidad…
Noche tibia, cargada de los perfumes suspirados por corolas que se abren amorosamente en la sombra… Noche del verano dulce y maduro como la fruta que se inclina a tierra… noche de placer y de olvido…
Eulalia languidece en los brazos de su amante. ¿Es el leve soplo nocturno quien le acaricia los suaves cabellos de oro, o el aliento del hombre? Las hojas gimen quedamente…; pero no…, es la mano soñadora que se desliza temblando. No es una flor moribunda la que ha caído sobre los labios húmedos de Eulalia, sino la boca apetecida, deliciosa como la fuente en el desierto…
En el fondo del estanque, bajo los juncos misteriosos, pasan las víboras…
—¡Él! —grita sin voz Eulalia—. ¡Huye!
Los pasos vienen por el sendero. Rechinan sobre la arena. Los pasos vienen…
—No puedo huir… Me verá… me oirá…
—¡Escóndete!
—¿Dónde?
La luna enseña las altas tapias infranqueables, la superficie inmóvil del estanque, ensombrecida por los juncos…
Los pasos llegan…
Entonces el amante se hunde sigilosamente en el agua helada. Su cabeza y sus hombros desaparecen entre los juncos. Eulalia respira…
Ahora Eulalia languidece en los brazos de su marido… languidece de espanto. Piensa en las víboras.
—¡Vámonos!… —implora.
Pero él quiere gozar de la noche tibia, cargada de perfumes, de placer y de olvidó…
Y en el fondo del estanque, bajo los juncos misteriosos, junto al cadáver, pasan las víboras…
Dominio público
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Publicado el 13 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.