Los Parientes Ricos
Rafael Delgado
Novela
I
—Pues bien, esperaremos… —dijo el clérigo, en tono decisivo, dirigiéndose resueltamente a la sala, seguido de don Cosme.
Uno y otro entraron en el saloncito, y después de dejar en una silla próxima a la puerta capas y sombreros, se instalaron cómodamente en el estrado.
La criada, una muchacha de buen hablar, limpia, fresca y sonrosada, un si es no es modosita, saludó con ademán modesto y cortés, y se volvió al jardinito enflorecido con las mil rosas de una primavera fecunda y siempre pródiga.
—Dejemos en paz a los señores —díjose Filomena— que, a juzgar por su llaneza, serán acaso, amigos, si no es que parientes, de los amos.
El clérigo y su compañero, repantigados en las mecedoras, no decían palabra, y se entretenían silenciosamente en examinar el recinto.
—¡Calor insufrible! —dijo el canónigo, secándose la frente y el cuello con amplio pañuelo de hierbas—. ¡Calor —repitió— como no había vuelto a sentir desde que salí de Tixtla hace más de veinte años!
—¡No sé —exclamó su amojamado interlocutor— cómo pueden vivir las gentes en esta ciudad, donde cuando no llueve agua, llueve fuego!…
Dominio público
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Publicado el 13 de octubre de 2017 por Edu Robsy.