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autor: Ramón María del Valle-Inclán textos disponibles


23456

Beatriz

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


I

Cercaba el palacio un jardín señorial, lleno de noble recogimiento. Entre mirtos seculares blanqueaban estatuas de dioses. ¡Pobres estatuas mutiladas! Los cedros y los laureles cimbreaban con augusta melancolía sobre las fuentes abandonadas. Algún tritón, cubierto de hojas, borboteaba a intervalos su risa quimérica, y el agua temblaba en la sombra, con latido de vida misteriosa y encantada.

La Condesa casi nunca salía del palacio. Contemplaba el jardín desde el balcón plateresco de su alcoba, y con la sonrisa amable de las devotas linajudas, le pedía a Fray Ángel, su capellán, que cortase las rosas para el altar de la capilla. Era muy piadosa la Condesa. Vivía como una priora noble retirada en las estancias tristes y silenciosas de su palacio, con los ojos vueltos hacia el pasado. ¡Ese pasado que los reyes de armas poblaron de leyendas heráldicas! Carlota Elena Aguiar y Bolaño, Condesa de Porta-Dei, las aprendiera cuando niña deletreando los rancios nobiliarios. Descendía de la casa de Barbanzón, una de las más antiguas y esclarecidas, según afirman ejecutorias de nobleza y cartas de hidalguía signadas por el Señor Rey Don Carlos I. La Condesa guardaba como reliquias aquellas páginas infanzonas aforradas en velludo carmesí, que de los siglos pasados hacían gallarda remembranza con sus grandes letras floridas, sus orlas historiadas, sus grifos heráldicos, sus emblemas caballerescos, sus cimeras empenachadas y sus escudos de diez y seis cuarteles, miniados con paciencia monástica, de gules y de azur, de oro y de plata, de sable y de sinople.


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Dominio público
12 págs. / 22 minutos / 263 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Mi Hermana Antonia

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


I

¡Santiago de Galicia ha sido uno de los santuarios del mundo, y las almas todavía guardan allí los ojos atentos para el milagro!…

II

Una tarde, mi hermana Antonia me tomó de la mano para llevarme a la catedral. Antonia tenía muchos años más que yo. Era alta y pálida, con los ojos negros y la sonrisa un poco triste. Murió siendo yo niño. ¡Pero cómo recuerdo su voz y su sonrisa y el hielo de su mano cuando me llevaba por las tardes a la catedral!… Sobre todo, recuerdo sus ojos y la llama luminosa y trágica con que miraban a un estudiante que paseaba en el atrio, embozado en una capa azul. Aquel estudiante a mí me daba miedo. Era alto y cenceño, con cara de muerto y ojos de tigre, unos ojos terribles bajo el entrecejo fino y duro. Para que fuese mayor su semejanza con los muertos, al andar le crujían los huesos de la rodilla. Mi madre le odiaba, y por no verle, tenía cerradas las ventanas de nuestra casa, que daban al Atrio de las Platerías. Aquella tarde recuerdo que paseaba, como todas las tardes, embozado en su capa azul. Nos alcanzó en la puerta de la catedral, y sacando por debajo del embozo su mano de esqueleto, tomó agua bendita y se la ofreció a mi hermana, que temblaba. Antonia le dirigió una mirada de súplica, y él murmuró con una sonrisa:

—¡Estoy desesperado!


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Dominio público
16 págs. / 29 minutos / 130 visitas.

Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Cruzados de la Causa

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


I

Caballeros en mulas y á su buen paso de andadura, iban dos hombres por aquel camino viejo que, atravesando el monte, remataba en Viana del Prior. Á tiempo de anochecer entraban en la villa espoleando. Las mujerucas que salían del rosario, viéndolos cruzar el cementerio con tal prisa, los atisbaron curiosas sin poder reconocerlos, por ir encapuchados los jinetes con las corozas de juncos que usa la gente vaquera en el tiempo de lluvias, por toda aquella tierra antigua. Pasaron los jinetes con hueco estrépito sobre las sepulturas del atrio, y las mujerucas quedáronse murmurando apretujadas bajo el porche, ya negro á pesar del farol que alumbraba el nicho de un santo de piedra. Voces de viejas murmuraron bajo el misterio de los manteos:

—¡Son las caballerías del palacio!

—Esperaban, días hace, al señor mi Marqués. Viene para levantar una guerra por el Rey Don Carlos.

—¡Y el sacristán de las monjas espareció!

—Bajo el Crucero de la Barca, dicen que hay soterrados cientos de fusiles.

—El sacristán no se fué sólo, que con él se partieron cuatro mozos de la aldea de Bealo. Á todos los andan persiguiendo.

—No quedará quien labre las tierras. Aquellos mozos que no van á la guerra por la su fe, luego se van por la fuerza á servir en los batallones del otro rey.

—¡Nunca tal se vió como agora! ¡Dos reyes en las Españas!

—¡Como en tiempo de moros!

—Bárbara la Roja, que tiene al marido contrabandista, va diciendo por ahi que el sacristán dejóse ver con una partida en la raya de Portugal.

—¡Santo fuerte, si lo cogen lo afusilan!

—¡Afusilado murió su padre!

—¡No hay plaga más temerosa que la guerra que se hacen los reyes!

—¡Las Españas son grandes, y podían hacer partición de buena conformidad!


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72 págs. / 2 horas, 6 minutos / 660 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.

La Pipa de Kif

Ramón María del Valle-Inclán


Poesía


La pipa de Kif

Mis sentidos tornan a ser infantiles,
Tiene el mundo una gracia matinal,
Mis sentidos como gayos tamboriles
Cantan en la entraña del azul cristal

Con rítmicos saltos plenos de alegría,
Cabalga en el humo de mi pipa Puk,
Su risa en la entraña del azul del día
Mueve el ritmo órfico amado de Gluk.

Alumbran mi copta conciencia, hipostática
Las míticas luces de un indo avatar,
Que muda mi vieja sonrisa socrática
En la risa joven del Numen Solar.

Divino penacho de la frente triste,
En mi pipa el humo da su grito azul,
Mi sangre gozosa claridad asiste
Si quemo la Verde Yerba de Estambul.

Voluta, de humo, vágula cimera,
Tú eres en mi frente la última ilusión
De aquella celeste azul Primavera
Que movió la rosa de mi corazón.

Niña Primavera, dueña de los linos
Celestes. Princesa Corazón de Abril,
Peregrina siempre sobre mis caminos
Mundanos. Tú eres mi «spirto gentil».

¡Y jamás le nieguen tus cabellos de oro,
Jarcias a mi barca, toda de cristal:
La barca fragante que guarda un tesoro
De aromas y gemas y un cuento oriental!

El ritmo del orbe en un ritmo asumo,
Cuando por ti quemo la Pipa de Kif,
Y llegas mecida en la onda del humo
Azul, que te evoca como un «leit-motif».

Tu luz es la esencia del canto que invoca
La Aurora vestida de rosado tul,
El divino canto que no tiene boca
Y el amor provoca con su voz azul.

¡Encendida rosa! ¡Encendido toro!
¡Encendidos números que rimó Platón!
¡Encendidas normas por donde va el coro
Del mundo: Está el mundo en mi corazón!

Si tú me abandonas, gracia del hachic,
Me embozo en la capa y apago la luz.
Ya puede tentarme la Reina del Chic.
No dejo la capa y le hago la †.


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18 págs. / 32 minutos / 645 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2018 por Edu Robsy.

La Hueste

Ramón María del Valle-Inclán


Teatro


(Un camino. A lo lejos, el verde y oloroso cementerio de una aldea. Es de noche y la luna naciente brilla entre los cipreses. Don Juan Manuel Montenegro, que vuelve borracho de la feria, cruza por el camino jinete en un potro que se muestra inquieto y no acostumbrado a la silla. El hidalgo, que se tambalea de borrén a borrén, le gobierno sin cordura, y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado.)


EL CABALLERO.—¡Maldecido animal...! ¡Tiene todos los demonios en el cuerpo...! ¡Un rayo me parta y me confunda!

UNA VOZ.—¡No maldigas, pecador!

OTRA VOZ.—¡Tu alma es negra como un tizón del infierno, pecador!

OTRA VOZ.—¡Piensa en la hora de la muerte, pecador!

OTRA VOZ.—¡Siete diablos hierven aceite en una gran caldera para achicharrar tu cuerpo mortal, pecador!

EL CABALLERO.—¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena o sois hijos de...


(Un gran trueno retiembla en el aire, y el potro se encabrita con amenaza de desarzonar al jinete. Entre los maizales brillan las luces de la Santa Compaña. El caballero siente erizarse los cabellos de su frente, y disipados los vapores del mosto. Se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura las ánimas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencias. La blanca procesión pasa como una niebla sobre los maizales.)


UNA VOZ.—¡Sigue con nosotros, pecador!

OTRA VOZ.—¡Toma un cirio encendido, pecador!

OTRA VOZ.—¡Alumbra el camino de la muerte, pecador!


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2 págs. / 4 minutos / 119 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.

La Generala

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


I

Cuando el General Don Miguel Rojas hizo aquel disparate de casarse, ya debía pasar de los sesenta. Era un veterano muy simpático, con grandes mostachos blancos, un poco tostados por el cigarro, alto y enjuto y bien parecido, aun cuando se encorvaba un tanto al peso de los años. Crecidas y espesas tenía las cejas, garzos y hundidos los ojos, cetrina y arrugada la tez, y cana del todo la escasa guedeja, que peinaba con sin igual arte para encubrir la calva. La expresión amable de aquella hermosa figura de veterano atraía amorosamente. La gravedad de su mirar, el reposo de sus movimientos, la nieve de sus canas, en suma, toda su persona, estaba dotada de un carácter marcial y aristocrático que se imponía en forma de amistad franca y noble. Su cabeza de santo guerrero parecía desprendida de algún antiguo retablo. Tal era, en rostro y talle, el santo varón que dio su nombre a Currita Jimeno.


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8 págs. / 14 minutos / 204 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Geórgicas

Ramón María del Valle-Inclán


Cuento


La vieja tenía siete nietas mozas, y las siete juntó en su casa para espadar el lino. Lo espadaron en pocos días, sentadas al sol en la era, cantando alegremente. Después se volvieron a casa de sus padres, y la vieja quedó sola con su gata, hilando copo tras copo y devanando en el sarillo las madejas. Como a todas las abuelas campesinas, le gustaban las telas de lino casero y las guardaba avariciosa en los arcones de nogal con las manzanas tabardillas y los membrillos olorosos. La vieja, después de hilar todo el invierno, juntó doce grandes madejas, y pensó hacer con ellas una sola tela, tan rica cual no tenía otra.

Compuesta como una moza que va de romería, sale una mañana de su casa: lleva puesto el dengue de grana, la cofia rizada y el mantelo de paño sedán. Dora los campos la mañana, y la vieja camina por una vereda húmeda, olorosa y rústica, como vereda de sementeras y de vendimias, por el fondo verde de las eras cruza una zagala pecosa y asoleada con su vaca bermeja del ronzal. Camina hacia la villa, adonde va todos los amaneceres para vender la leche que ordeña ante las puertas. La vieja se acerca a la orilla del camino, y llama dando voces:

—¡Eh, moza...! ¡Tú, rapaza de Cela...!

La moza tira del ronzal a su vaca y se detiene.

—¿Qué mandaba?

—Escucha una fabla...

Mediaba larga distancia y esforzaban la voz, dándole esa pauta lenta y sostenida que tienen los cantos de la montaña. La vieja desciende algunos pasos, pregonando esta prosa:

—¡Mía fe, no hacía cuenta de hallarte en el camino! Cabalmente voy a donde tu abuelo... ¿No eres tú nieta del Texelán de Cela?

—Sí, señora.

—Ya me lo parecías, pero como me va faltando la vista...

—A mí por la vaca se me conoce de bien lejos.

—Vaya, que la tienes reluciente como un sol. ¡San Clodio te la guarde!

—¡Amén!

—¿Tu abuelo demora en Cela?


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3 págs. / 5 minutos / 65 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Sonata de Estío

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Quería olvidar unos amores desgraciados, y pensé recorrer el mundo en romántica peregrinacion. ¡Aún suspiro al recordarlo! Aquella mujer tiene en la historia de mi vida un recuerdo galante, cruel y glorioso, como lo tienen en la historia de los pueblos Thais la de Grecia, y Ninon la de Francia, esas dos cortesanas menos bellas que su destino. ¡Acaso el único destino que merece ser envidiado! Yo hubiérale tenido igual, y quizá más grande, de haber nacido mujer: Entonces lograría lo que jamás pude lograr. Á las mujeres para ser felices les basta con no tener escrúpulos, y probablemente, no los hubiera tenido esa quimérica Marquesa de Bradomín. Dios mediante, haría como las gentiles marquesas de mi tiempo que ahora se confiesan todos los viernes, después de haber pecado todos los días. Por cierto que algunas se han arrepentido todavía bellas y tentadoras, olvidando que basta un punto de contrición al sentir cercana la vejez.

Por aquellos días de peregrinación sentimental era yo joven y algo poeta, con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza. Creía de buena fe en muchas cosas que ahora pongo en duda, y libre de escepticismos, dábame buena prisa á gozar de la existencia. Aunque no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz, con esa felicidad indefinible que da el poder amar á todas las mujeres. Sin ser un donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada, pero de amor juvenil y bullente, de pasión equilibrada y sanguínea. Los decadentismos de la generación nueva no los he sentido jamás, Todavía hoy, después de haber pecado tanto, tengo las mañanas triunfantes, y no puedo menos de sonreir recordando que hubo una época lejana donde lloré por muerto á mi corazón: Muerto de celos, de rabia y de amor.


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71 págs. / 2 horas, 4 minutos / 1.338 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Flor de Santidad

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Primera estancia

Capítulo I

CAMINABA rostro á la venta uno de esos peregrinos que van en romería á todos los santuarios y recorren los caminos salmodiando una historia sombría, forjada con reminiscencias de otras cien, y á propósito para conmover el alma de los montañeses, milagreros y trágicos. Aquel mendicante desgreñado y bizantino, con su esclavina adornada de conchas, y el bordón de los caminantes en la diestra, parecía resucitar la devoción penitente del tiempo antiguo, cuando toda la Cristiandad creyó ver en la celeste altura el Camino de Santiago. ¡Aquella ruta poblada de riesgos y trabajos, que la sandalia del peregrino iba labrando piadosa en el polvo de la tierra!

No estaba la venta situada sobre el camino real, sino en mitad de un descampado donde sólo se erguían algunos pinos desmedrados y secos. El paraje de montaña, en toda sazón austero y silencioso, parecíalo más bajo el cielo encapotado de aquella tarde invernal. Ladraban los perros de la aldea vecina, y como eco simbólico de las borrascas del mundo se oía el retumbar ciclópeo y opaco de un mar costeño muy lejano. Era nueva la venta, y en medio de la sierra adusta y parda, aquel portalón color de sangre y aquellos frisos azules y amarillos de la fachada, ya borrosos por la perenne lluvia del invierno, producían indefinible sensación de antipatía y de terror. La carcomida venta de antaño, incendiada una noche por cierto famoso bandido, impresionaba menos tétricamente.


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Dominio público
63 págs. / 1 hora, 50 minutos / 602 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Corte de Amor

Ramón María del Valle-Inclán


Cuentos, Colección


Florilegio de honestas y nobles damas

Nota

EN este libro están recogidas aquellas novelas breves de mis albores literarios, hace más de un cuarto de siglo, cuando amé la gloria. El viejo maestro con quien solía pasear en las tardes del invierno compostelano, escribió entonces las páginas preliminares que aquí reproduzco, y que por primera vez aparecieron en un libro de cuyo nombre no quiero acordarme.

Prólogo

Es el presente un libro que puede decirse, por entero, juvenil. Lo es por la índole de los asuntos, porque su autor lo escribe en lo mejor de la vida, porque ha de tenérsele por un dichoso comienzo, y, en fin, porque todo él resulta nuevo y tiene su encanto y su originalidad. Con él gozamos de un placer, ya que no raro, al menos no muy común, cual es el de leer unas páginas que se nos presentan como iluminadas por clara luz matinal, y en las cuales, la poesía, la gracia y el amor, esas tres diosas propicias a la juventud dejaron la imborrable huella de su paso.


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Dominio público
84 págs. / 2 horas, 28 minutos / 428 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

23456