Comedia de Ensueño
Ramón María del Valle-Inclán
Teatro, Diálogo
Una cueva en el monte, sobre la encrucijada de dos caminos de herradura. Algunos hombres, a caballo, llegan en tropel, y una vieja asoma en la boca de la cueva. Su figura se destaca por oscuro sobre el fondo rojizo donde llamea el fuego del hogar. Es la hora del anochecer, y las águilas que tienen su nido en los peñascales, se ciernen con un vuelo pesado que deja oír el golpe de las alas.
LA VIEJA.—¡Con cuánto afán os esperaba, hijos míos! Desde ayer tengo encendido un buen fuego para que podáis calentaros. ¿Vendréis desfallecidos?
La vieja éntrase en la cueva, y los hombres descabalgan. Tienen los rostros cetrinos, y sus pupilas destellan en el blanco de los ojos con extraña ferocidad. Uno de ellos queda al cuidado de los caballos, y los otros, con las alforjas al hombro, penetran en la cueva y se sientan al amor del fuego. Son doce ladrones y el Capitán.
LA VIEJA.—¿Habéis tenido suerte, mis hijos?
EL CAPITÁN.—¡Ahora lo veréis, Madre Silvia! Muchachos, juntad el botín para que puedan hacerse las particiones.
LA VIEJA.—Nunca habéis hecho tan larga ausencia.
EL CAPITÁN.—No requería menos el lance, Madre Silvia.
La Madre Silvia tiende un paño sobre el hogar, y sus ojos acechan avarientos cómo las manos de aquellos doce hombres desaparecen en lo hondo de las alforjas y sacan enredadas las joyas de oro, que destellan al temblor de las llamas.
LA VIEJA.—¡Jamás he visto tan rica pedrería!
EL CAPITÁN.—¿No queda nada en tus alforjas, Ferragut?
FERRAGUT.—¡Nada, Capitán!
EL CAPITÁN.—¿Y en las tuyas, Galaor?
GALAOR.—¡Nada, Capitán!
EL CAPITÁN.—¿Y en las tuyas, Fierabrás?
FIERABRÁS.—¡Nada!…
EL CAPITÁN.—Está bien. Tened por cierto, hijos míos, que pagaréis con la vida cualquier engaño. Alumbrad aquí, Madre Silvia.
Dominio público
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Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.