La vieja tenía siete nietas mozas, y las siete juntó en su casa para
espadar el lino. Lo espadaron en pocos días, sentadas al sol en la era,
cantando alegremente. Después se volvieron a casa de sus padres, y la
vieja quedó sola con su gata, hilando copo tras copo y devanando en el
sarillo las madejas. Como a todas las abuelas campesinas, le gustaban
las telas de lino casero y las guardaba avariciosa en los arcones de
nogal con las manzanas tabardillas y los membrillos olorosos. La vieja,
después de hilar todo el invierno, juntó doce grandes madejas, y pensó
hacer con ellas una sola tela, tan rica cual no tenía otra.
Compuesta como una moza que va de romería, sale una mañana de su
casa: lleva puesto el dengue de grana, la cofia rizada y el mantelo de
paño sedán. Dora los campos la mañana, y la vieja camina por una vereda
húmeda, olorosa y rústica, como vereda de sementeras y de vendimias, por
el fondo verde de las eras cruza una zagala pecosa y asoleada con su
vaca bermeja del ronzal. Camina hacia la villa, adonde va todos los
amaneceres para vender la leche que ordeña ante las puertas. La vieja se
acerca a la orilla del camino, y llama dando voces:
—¡Eh, moza...! ¡Tú, rapaza de Cela...!
La moza tira del ronzal a su vaca y se detiene.
—¿Qué mandaba?
—Escucha una fabla...
Mediaba larga distancia y esforzaban la voz, dándole esa pauta lenta y
sostenida que tienen los cantos de la montaña. La vieja desciende
algunos pasos, pregonando esta prosa:
—¡Mía fe, no hacía cuenta de hallarte en el camino! Cabalmente voy a donde tu abuelo... ¿No eres tú nieta del Texelán de Cela?
—Sí, señora.
—Ya me lo parecías, pero como me va faltando la vista...
—A mí por la vaca se me conoce de bien lejos.
—Vaya, que la tienes reluciente como un sol. ¡San Clodio te la guarde!
—¡Amén!
—¿Tu abuelo demora en Cela?
Leer / Descargar texto 'Geórgicas'