A Medianoche
Ramón María del Valle-Inclán
Cuento
Corren jinete y espolique entre una nube de polvo. En la lejanía son apenas dos bultos que se destacan por oscuro sobre el fondo sangriento del ocaso. La hora, el sitio y lo solitario del camino, ayudan al misterio de aquellas sombras fugitivas. En una encrucijada el jinete tiró de las riendas al caballo y lo paró, dudando entre tomar el camino de ruedas o el de herradura. El espolique, que corría delante, parándose a su vez y mirando alternativamente a una y otra senda, interrogó:
—¿Por dónde echamos, mi amo?
El jinete dudó un instante antes de decidirse, y después contestó:
—Por donde sea más corto.
—Como más corto es por el monte. Pero por el camino real se evita pasar de noche la robleda del molino… ¡Tiene una fama!…
Volvió a sus dudas el de a caballo, y tras un momento de silencio a preguntar:
—¿Qué distancia hay por el monte?
—Habrá como cosa de unas tres leguas.
—¿Y por el camino real?
—Pues habrá como cosa de cinco.
El jinete dejó de refrenar el caballo:
—¡Por el monte!
Y sin detenerse echó por el viejo camino que serpentea a través del descampado donde apenas crece una yerba desmedrada y amarillenta. A lo lejos, confusas bandadas de vencejos revoloteaban sobre la laguna pantanosa. El mozo, que se había quedado un tanto atrás observando el aspecto del cielo y el dilatado horizonte donde aparecían ya muy desvaídos los arreboles del ocaso, corrió a emparejarse con el jinete:
—¡Pique bien, mi amo! Si pica puede ser que aún tengamos luna para pasar la robleda.
Dominio público
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Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.