Babel
Ramón María del Valle-Inclán
Cuento
Quien haga aplicaciones,
con su pan se las coma.
Yo le conozco; ustedes á buen seguro que no, es demasiado
insignificante para ello; pero por si acaso alguno ha oído nombrarle,
diré su nombre, se llama, ó mejor dicho le llaman sus amigos, Babel; el
mote, aun cuando muy histórico y muy bíblico, no deja de parecer algo
perruno, pero le cuadra á maravilla.
Y ahora —siquiera no sea más que de pasada— voy á enterar á ustedes del porqué así le designan.
Babel es el hombre de los fenómenos atávicos y de las trasmigraciones; dos señoras que le vieron nacer aseguran que en sus años tiernos parecía pertenecer al sexo fuerte —porque al feo pertenece todavía— pero por lo de hoy, no falta quien sostenga, con referencia á cartas, que ya no hay tal, sin que por otro lado sea esto afirmar, que se haya mudado en mujer. ¡¡Oh!!... ¡santo Marco santo benedetto!!! sería la deshonra de la especie, con sus barbujas incipentes y su figurilla amaricada; mi opinión y la de cuantos le conocen es que Babel
No es na
ni chicha ni limoná.
Pero á todo esto, no he dicho aun la razón de su honroso sobrenombre —super nomine que el diría— el cual lleva con más dignidad, á ser posible, que un zapatero de viejo el de remendon y
que el de villeu un sereno.
No cabe duda ó al menos no lo duda nadie, que Babel por un misterioso fenómeno de atavismo asistió á la dispersión de su nombre, ocasionada por la diversidad de lenguas, y que más tarde estuvo encarnado, en uno de aquellos relamidos loritos de la fábula, que al decir de Iriarte
Del francés y el castellano,
hicieron tal pepitoria,
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.
Dominio público
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Publicado el 3 de enero de 2022 por Edu Robsy.