Una Tertulia de Antaño
Ramón María del Valle-Inclán
Cuento
I
—He visto a Xavier Bradomín y me prometió venir esta noche.
—¿De dónde ha salido ese viejo Don Juan? ¿Qué hace ahora?
—Creo que conspira.
Sentadas en un gran sofá de caoba, vasto como un lecho, sostenían esta conversación dos antiguas damas de la reina destronada, aquella reina de los tristes destinos. Hablaban en un tono que era a la vez ligero y confidencial.
—¿Dónde te hallaste a Xavier Bradomín?
—Al salir de misa en las Góngoras. Me anunció, con gran misterio, su visita.
—¡Intentará convertirte al partido del Pretendiente!
La otra dama tosió burlona:
—Ya estoy muy vieja y muy fea para ponerme la boina.
La Duquesa de Ordax no mentía. Era una vieja menuda, inquieta y muy morena, con los ojos hundidos y llenos de fuego. Tenía la cara arrugada, las cejas con retoque, y llevaba un peinado de rizos aplastados sobre la frente, lo que acababa de darle cierto parecido con los retratos de la reina María Luisa. Hablaba con un desgarro vivo y popular.
—En otro tiempo, no digo que no me hubiera calado mi boina roja. ¡Y poco guapa que estaría!
La Marquesa de Galián la escuchaba sonriendo bajo el velo de su sombrero, que le dejaba el rostro en un misterio albo y estelar.
—Bradomín te convencerá. Tiene don apostólico. ¡Así al menos me explico yo sus conquistas!
La Duquesa interrumpió:
—Si vieras cómo está ahora de viejo y de triste. Ha tenido bien mala suerte. ¡Perder un brazo el mismo día que llegó a la guerra!
Y seguía riéndose, casi inconsciente de sus palabras. La Marquesa de Galián murmuró lentamente:
—Mala suerte, sí… Pero aún habrá sentido más hacerse viejo…
Dominio público
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Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.