Los Nombres del Libro Negro
Robert E. Howard
Cuento
I
—Tres asesinatos sin resolver no son algo tan inusual… tratándose de River Street —gruñó Steve Harrison, agitando incómodo en la silla su musculoso corpachón.
Su acompañante encendió un cigarrillo, y Harrison observó que la esbelta mano de la mujer no parecía demasiado firme. Era una mujer de belleza exótica, con una figura oscura y sutil, y los ricos colores de las noches púrpura de Oriente y de los amaneceres carmesí en su cabello negro azulado y sus labios rojos. Pero, en sus ojos oscuros, Harrison detectó la sombra del miedo. Tan sólo una vez, anteriormente, había observado miedo en aquellos ojos maravillosos, y el recordarlo le hizo sentir vagamente incómodo.
—Tu trabajo es resolver asesinatos —dijo ella.
—Dame un poco de tiempo. Cuando uno está tratando con la gente del barrio oriental, no se pueden forzar las cosas.
—Tienes menos tiempo del que tú crees —replicó ella de manera críptica—. Si no me escuchas, jamás resolverás estos asesinatos.
—Te estoy escuchando.
—Pero no vas a creerme. Dirás que estoy histérica… que veo fantasmas y que me asusto de las sombras.
—Escucha, Joan —exclamó él, impaciente—. Vamos al grano. Me has hecho venir a tu apartamento, y yo he acudido porque me has dicho que estabas en peligro de muerte. Pero ahora me cuentas acertijos acerca de tres hombres que fueron asesinados la semana pasada. Habla claro, ¿vale?
—¿Te acuerdas de Erlik Khan? —preguntó ella de forma abrupta.
—Dudo mucho que llegue a olvidarle alguna vez —repuso él—. Ese mongol que se hacía llamar el Señor de la Muerte. Su proyecto era combinar a todas las sociedades criminales orientales de América en una gran organización, que él mismo lideraría. Y podría haberlo logrado, si sus propios hombres no se hubieran vuelto contra él.
—Erlik Khan ha vuelto —dijo ella.
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Publicado el 17 de julio de 2018 por Edu Robsy.