El Corazón del Viejo Garfield
Robert E. Howard
Cuento
Estaba sentado en el porche cuando mi abuelo salió cojeando y se tumbó en su silla favorita, la del asiento acolchado, y empezó a llenar de tabaco su pipa de maíz.
—Creía que ibas a ir al baile —dijo.
—Estoy esperando a Doc Blaine —contesté—. Voy a acercarme a casa del viejo Garfield con él.
Mi abuelo chupó su pipa un rato antes de volver a hablar.
—¿Está mal el corazón del viejo Jim?
—Doc dice que es un caso perdido.
—¿Quién le cuida?
—Joe Braxton, contra los deseos de Garfield. Pero alguien tenía que quedarse con él.
Mi abuelo chupó su pipa ruidosamente, y miró los relámpagos de verano jugueteando en la lejanía de las colinas; después dijo:
—Crees que el viejo Jim es el mentiroso más grande del condado, ¿verdad?
—Cuenta unas historias muy exageradas —admití—. Algunas de las cosas en las que afirma haber tomado parte debieron de ocurrir antes de que naciera.
—Yo llegué a Texas desde Tennessee en 1870 —dijo bruscamente mi abuelo—. Vi cómo esta ciudad de Lost Nov crecía de la nada. Ni siquiera había un almacén de madera cuando llegué. Pero el viejo Jim Garfield ya estaba aquí, viviendo en el mismo sitio donde vive ahora, sólo que entonces era una cabaña de madera. No ha envejecido ni un solo día desde la primera vez que le vi.
—Nunca me habías contado eso —dije con cierta sorpresa.
—Sabía que lo achacarías a los desvaríos de un viejo —contestó—. El viejo Jim fue el primer blanco que se estableció en esta región. Construyó su cabaña a unas cincuenta millas de la frontera. Dios sabe cómo lo hizo, pues esas colinas estaban llenas de comanches por entonces.
—Recuerdo la primera vez que le vi. Por entonces todo el mundo ya le llamaba «viejo Jim».
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Publicado el 13 de julio de 2018 por Edu Robsy.