EL LLANO Y LAS ESTRELLAS
El molino donde vivía Will con sus padres adoptivos
estaba en un valle muy hondo entre bosques de abetos y grandes montañas.
Por detrás se alzaba una cumbre tras otra, algunas tan altas que en
ellas no podían crecer los árboles y se erguían desnudas contra el
cielo. Más arriba, había un pueblo largo y gris que parecía un jirón de
niebla prendido en la colina boscosa, y, cuando el viento era favorable,
el sonido de las campanas de la iglesia bajaba claro y argentino hasta
donde estaba Will. Por debajo, la pendiente se volvía más pronunciada y
el valle se ensanchaba por ambos lados; y desde un altozano que había
cerca del molino, era posible verlo en toda su longitud hasta más allá
de la ancha llanura, donde el río se retorcía y brillaba y avanzaba de
ciudad en ciudad en su largo viaje hacia el mar. Daba la casualidad de
que por aquel valle discurría un paso entre dos reinos vecinos, de
manera que, a pesar de ser muy tranquilo y rural, el camino que corría a
lo largo del río era, en realidad, una concurrida carretera entre dos
sociedades espléndidas y poderosas. Durante todo el verano, los
carruajes pasaban junto al molino arrastrándose cuesta arriba o
descendiendo bruscamente hacia el valle; aunque, como la ascensión era
mucho más fácil por el otro lado, en realidad el sendero solo lo
frecuentaban quienes iban en la otra dirección, y, de todos los
carruajes que veía pasar Will, solo uno de cada seis trepaba por la
pendiente mientras que los otros cinco bajaban a toda prisa hacia el
valle. Y aún era más así en el caso de los que viajaban a pie. Tanto los
turistas ligeros de equipaje como los buhoneros cargados de extrañas
mercancías, todos seguían el curso del río. Pero no acabó ahí la cosa,
pues, cuando Will era todavía un niño, estalló una guerra desastrosa en
gran parte del mundo.
Información texto 'Will el del Molino'