La Hostilidad
Roberto Arlt
Cuento
Al tiempo que la muchacha le enreja la frente con los dedos, el hombre horizontal escucha estas palabras:
—Puede ser que algún día sea yo la más fuerte y entonces te arrepientas de todo lo que me hiciste sufrir...
Silvio no contesta. ¡Se encuentra tan bien así! Apoya los pies en un pasamanos. Al otro extremo del banco está sentada la jovencita, y él mantiene la cabeza en las rodillas de la muchacha que, entrelazando las manos sobre su mejilla, lo atrae con cierta severidad hacia su pecho, inclinando el rostro sobre él.
De su corazón se desprenden magnitudes de agradecimiento hacia la jovencita, que así, sencillamente, lo acoraza con su cuerpo y hace que se sienta achicado y profundamente mimoso. Sin embargo, paralelo a su amoroso rendimiento, un instinto le susurra despacio: “Ella tiene un secreto. Y ese secreto no te lo dirá nunca”.
Y durante una décima de segundo tiene el terrible deseo de gritarle:
—Vos sos una hipócrita enamorada. Mentís, mentís, siempre.
Retiene el deseo. ¿Qué le importa que sea una hipócrita y que mienta? ¿Acaso los hipócritas no pueden amar? Y ella lo quiere, él sabe que lo quiere. Esta convicción lo conmueve; en la garganta se le anudan las cuerdas vocales como para lanzar un grito maravilloso. Entreabre lentamente los párpados y distingue dos ojos enormes, un trozo de frente ligeramente amarillo, reticulado de infinitos poros, un mentón casi achatado. De aquel rostro se desprende una temperatura tan ardiente que el hombre levanta lentamente la mano y con la yema de los dedos acaricia la querida mejilla. Otra voz, subterránea, corre parejamente con su dulzura: “¿Y si no mintiera? ¿Y si no fuera una hipócrita?”
¿Y si no fuera una hipócrita?
Y exclama en voz alta:
—¡Mamita querida!...
La jovencita le revisa el alma con su grave mirada. Dice:
—¿Por qué no hablas? Vos tenés que hablar. ¿Por qué sos así?
Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 39 visitas.
Publicado el 20 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.