Estoy Cargada de Muerte
Roberto Arlt
Cuento
Gun, sentado en la orilla de la mesa niquelada, con las manos perdidas en los bolsillos del guardapolvo, examina la vitrina del instrumental quirúrgico, al tiempo que mueve como péndulos desiguales sus zapatazos amarillos. Hay algo allí, detrás de los vidrios, que no está bien. Eso es lo probable. Pero él no puede localizarlo.
Olga, sentada frente al escritorio, con el tul arrollado sobre la visera de su toca azul, cuenta:
—¡Oh, sí! Daniela está muy contenta. Por fin llega el esposo. ¿Te das cuenta? Después de dos años de vivir como un salvaje en la selva.
Gun no puede confesarle francamente a su esposa que en ese instante no se le importa un pepino que regrese o no el marido de Daniela. Y para impedir que Olga se indigne, contesta como si fuera muy importante lo que dice:
—Daniela es buena mujer. Debe estar contentísima.
Olga cotorrea:
—Tan contenta que hoy, mientras servía el té, se volcó una taza encima del pie y no sintió ningún dolor. ¡Mirá cómo estará de nerviosa la pobre!
Gun, con salto de gato, se aproxima a la vitrina. Por fin ha descubierto el detalle que lo mantiene alarmado. Y exclama, moviendo desoladamente la cabeza:
—Me han robado un juego de bisturíes. ¡Con razón que me estaba dando en la nariz la maldita vitrina!
Olga se acerca.
—¿Quién habrá sido?...
—No dejó tarjeta de visita...
—¿Y por qué no pusiste llave?
—Debe haber sido el anteúltimo enfermo que atendí. En un momento llamaron por teléfono...
Gun no ha terminado de pronunciar la palabra teléfono, cuando la sirvienta entra al consultorio, dirigiéndose a Olga:
—La llama por teléfono la niña Juana, señora.
Dominio público
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Publicado el 23 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.