Clase de Box
Roberto Arlt
Cuento
El ring, a la sombra del murallón rojo, desprende su rectangular horizontal y blanca, enrejada por tres paralelas de soga.
Simoens el telegrafista, detenido a pocos pasos de la bolsa de arena, espera la llegada del profesor.
Es éste un momento odioso en su vida de fabricante de voluntad. Hace frío, el viento encrespona el humo que sale de las chimeneas, y los músculos se le enrigidecen.
Más allá de la bolsa, en un patio de asfalto, superficies humanas, vestidas como él con un pantalón blanco, que no le llega a las rodillas, camiseta sin mangas y alpargatas, juegan a la pelota. A veces la bola negra o blanca rebasa los lindes, y, sobre la punta de los pies, la superficie de un hombre roza el suelo en vertiginoso intento de detención.
El cielo, reteñido de azul agrio, pesa de tal manera sobre la perpendicular roja, que la muralla parece inclinarse algunos grados hacia la tierra, vista desde abajo.
Simoens quiere vencer la ansiedad que le pone una sensación de blandura en el estómago. No quiere pensar que dentro de algunos minutos le golpearán el rostro.
Incluso, afecta aspecto displicente, a fin de no llamar la atención de ningún gimnasta. Comienza a saltar sobre la punta de sus pies, como si “hiciera cuerda”. Así lo ha observado en los boxeadores profesionales cuando bajo el frío cielo de las noches deportivas esperan en sus ángulos el minuto próximo de calzar guante. Esto le impide “enfriarse”.
Dominio público
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Publicado el 19 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.