El Aprendiz de Brujo
Roberto Arlt
Cuento
Eran cuatro sillones en uno de los puentes de la proa del María Eugenia, y en torno de la mesa de mimbre nos reuníamos los cuatro y a veces cinco camaradas de mesa. El océano deslizaba continuamente las millas de sus abismos amargos contra el casco de la nave, y una vez uno y una vez otro contábamos una historia testificada por verdadera. Ahora le tocó el turno a Borodin, quien preguntó:
—¿Alguien conoce los Tantras del Zivagama?
Nos quedamos mirándole en silencio. Borodin continuó:
—¿Alguno de ustedes se ha dedicado alguna vez a las prácticas de la magia negra?
Proseguimos mirándole en silencio. Él insistió:
—¿Cree alguno de ustedes en las posibilidades de la magia negra?
Ernestina Carbajal sonrió un poco escéptica:
—¿Existe hoy en alguna parte del mundo un civilizado que crea en la magia negra o blanca?
Entonces Borodin, con esa encantadora naturalidad que le era muy útil para ganar al poker y perder al bridge, respondió:
—Yo creo en la magia negra. Yo practiqué la magia negra.
El efecto estaba causado y, Borodin, después de un minuto de silencio, mediante el cual nos permitió concentrar las nubes de nuestra imaginación dispersa, entró en el relato de su experiencia:
Dominio público
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Publicado el 11 de febrero de 2024 por Edu Robsy.