Textos más recientes de Roberto Arlt | pág. 3

Mostrando 21 a 30 de 91 textos encontrados.


Buscador de títulos

autor: Roberto Arlt


12345

Espionaje

Roberto Arlt


Cuento


Lisette se inclinó hacia mí. Sus grandes pupilas celestes parecían abrirse como los pétalos de una estrella marina. Y ella no olía a ácido fénico ni a yodoformo, sino que un perfume carnal, entremezclado con vaharadas de madera, la abarcaba en su torbellino extático. Y yo repetí:

—He visto una mirada terrible en el doctor Bahamont.

Sus ojos recorrieron rápidamente la sala del hospital de sangre y murmuró:

—¿Sospecha, acaso, de nosotros?

Ahora Lisette apretaba mi mano entre las suyas:

—¡Esos perros nos hacen un daño terrible! Cuanto más disimulada está nuestra artillería, mejor la localizan.

Repuse:

—La de nuestro puesto ni la sospechan. Fíjate que hemos encontrado...

Lisette miró, alarmada, en derredor:

—Cállate, imprudente.

—Tienes razón. Aquí hasta las paredes oyen.

Lisette continuó:

—¿Cuándo sales para París?

—Mañana.

Súbitamente cuadrado apareció ante mí el soldado Marcel. ¿De dónde había salido? Le miramos sorprendidos. Marcel habló:

—El mayor Sarault quiere verle, mi teniente.

Luego salió. El cañón comenzaba a tronar a lo lejos. A la entrada de la sala, un grupo de médicos movía los brazos.

Lisette echó a correr por el pavimento embaldosado de losas blancas y negras, como un tablero de ajedrez.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 24 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2024 por Edu Robsy.

La Venganza de Tutankamón

Roberto Arlt


Cuento


Comenzaré por confesar que jamás sentí ninguna simpatía por el señor Almstrom, con quien una desdichada casualidad quiso que hiciera el cruce del Mar Rojo y parte del índico.

Almstrom era un gran entusiasta de lord Carnavon, el descubridor y profanador de la tumba de Tutankamón. En cierto modo, Almstrom (maldito sea el complicado nombre) había participado de la profanación del sepulcro del faraón, y ambos eran dos personas francamente desagradables.

Digo esto porque la gente que conoce los retratos de lord Carnavon ignora que dicho señor tenía un rostro espantosamente repulsivo, desfigurado por un lupus de extraordinarias dimensiones. Lord Carnavon gastó mucho dinero en médicos y tratamientos, hasta que, finalmente, un especialista le aconsejó que abandonara la húmeda Albión e hiciera una prueba con el seco clima de Egipto, ésta es la razón por la que el varias veces millonario lord Carnavon perdía el tiempo en Egipto. Finalmente, aburrido, se dedicó a excavar sepulcros.

Carnavon admiraba incondicionalmente a Maspero el egiptólogo. Maspero no sentía ningún entusiasmo por el millonario entremetido que iba y venía con su lupus a cuestas.

Carnavon le pidió un consejo a Maspero sobre el modo de hacer descubrimientos arqueológicos y Maspero, malhumorado le contestó:

—Cave primero hacia el Oeste, cuando se canse de cavar hacia el Oeste, cave hacia el Este.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 25 visitas.

Publicado el 10 de enero de 2024 por Edu Robsy.

El Misterio de los Tres Sobretodos

Roberto Arlt


Cuento


De haberse sabido que fue Ernestina la que descubrió al ladrón, probablemente Ernestina hubiera ido a parar a presidio por un largo tiempo de su vida... Nunca pudo ser aclarado el misterio de la oficina.

Ateniéndose a los sucesos tal me fueron narrados, podría afirmar que “el enigma de la oficina” fue uno de los tantos dramas oscuros que se gestan en las entrañas de las grandes ciudades, donde las bagatelas terminan por revestir un contorno de episodio cruento en la conciencia de las personas que a diario se soportan en un ambiente estrecho de trabajo y duro de responsabilidades.

La policía realizó investigaciones superficiales en tomo del grave suceso, pero acabó por abandonar la búsqueda del autor o autora, por creer en cierto modo que el asunto no merecía el tiempo que absorbía a las actividades de los funcionarios, ocupados en novedades de mayor trascendencia.

He aquí cómo se gestó el suceso conocido entre los empleados de la “Casa Xenius, ropería para hombres y mujeres, artículos de confección, etc.”, bajo el nombre de “El misterio de los tres sobretodos”.

En la oficina de Expedición al interior de la casa Xenius comenzaron a desaparecer prendas de vestir.

Un día fue un cinturón, ¡un cinturón sin hebilla!, lo que demuestra que el ladrón echaba mano a lo que podía; otra vez fue un sobre con la suma de doce pesos, olvidado en el cajón de Ernestina; otra vez fue un retazo de seda. Un retazo de un metro, valuado en ocho pesos...


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 521 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2024 por Edu Robsy.

El Resorte Secreto

Roberto Arlt


Cuento


Me llamo Albertina Halbert. A los quince años de edad asesiné a mi tía Eugenia. En la actualidad cuento cuarenta y cuatro años. El proceso de la muerte de mi cuerpo es cuestión de meses. Una enfermedad incurable da término a mi organismo. El relato de un crimen cometido en la edad pueril no tiende a expresar un remordimiento, sino a derramar un poco de luz, si es posible, sobre el oscuro relieve de lo que constituyen los móviles de la conducta humana.

Por mi modo de expresarme, nadie dudará de que soy una mujer culta. Mi difunto esposo solía decirme que jamás encontraría una mujer más ecuánime que yo. Como profesor de psicología, conocía lo suficientemente la naturaleza humana para no errar en sus afirmaciones. Creo que no exageraba. Siempre, instintivamente, traté que mis actos se desarrollaran dentro de los cuadros que se conforman con lo que consideramos la más estricta justicia.

¡Y, sin embargo, también instintivamente asesiné a mi tía!


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 20 minutos / 29 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2024 por Edu Robsy.

El Embrujo de la Gitana

Roberto Arlt


Cuento


Amenazadores, los muros bermejos de la Alhambra recortaban el cielo en la altura del monte. Abajo, los amantes, acodados en el pretil de un puentecillo de piedra sobre el Darro, que corre a los mismos pies de La Roja, no miraban en redor. Soslayados por la luz verdosa del farol granadino, tampoco seguían sus ojos los espesos nubarrones encrespados en los torreones de la Alcazaba. Más allá, frente a ellos, cruzaban el río otros grises y vetustos puentes de piedra. De una taberna de vidrios ahumados escapaba el pespunteo de una guitarra.

Y ya no había luz en las ventanas de los caserones de tres pisos, levantados en la propia orilla del Darro, porque era muy entrada la noche. El río, bajo los arcos de piedra, zumbaba un acuático atorbellinamiento; a veces, al desplegarse el tejido de los nubarrones, se veía allá arriba la luna corriendo tumultuosamente sobre el bosque del Generalife.

Lenta y cautelosa pasó una pareja de la guardia civil. El hule de sus tricornios lució con luz verdosa al soslayo del farol, y ambos miraron de reojo el perfil atezado de la pareja, acodada en la piedra del puente. Ella era netamente del Albaicín, con una enjabonada mecha de pelo renegrido pintándole el signo de interrogación en el centro de la frente y arracadas de plata muerta junto a las mejillas aceitunadas. Él, con su sombrero de alas planas y la chaqueta corta, debía ser dueño de algún cortijo de los alrededores de Motril.

Por última vez, Pedro Antonio propuso:

—¿Quieres que vaya y le provoque?

Soledad apartó la mirada del río. Encendidos los ojos, repuso violenta:

—¡He dicho que no y no! ¡Vaya tu talento y el beneficio! Si él te mata, yo te pierdo; si tú le matas, te veré en el presidio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 20 minutos / 43 visitas.

Publicado el 30 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

El Incendiario

Roberto Arlt


Cuento


El comerciante observaba al desconocido de anteojos negros que se paseaba por su escritorio con las manos tomadas atrás. El comerciante estaba ante un dilema, y su perplejidad se tradujo en estas palabras:

—Lo que yo no comprendo es cómo usted puede provocar un incendio sin utilizar aunque sea unos simples fósforos.

El desconocido, que se había detenido frente a un mapa de rutas marítimas, no se dignó volver la cabeza, pero respondió:

—Un fósforo sería suficiente para hacerlo encarcelar al autor del incendio. La policía o los químicos a su servicio encontrarían entre los escombros del siniestro las piezas del “mecanismo de tiempo” que se hubieran utilizado para cometer el atentado. Analizando las cenizas, descubrirían los líquidos inflamables que se habían empleado. Mi procedimiento es nuevo, enteramente nuevo, ¿comprende usted?

El comerciante insistió:

—Ésa es la razón que me tiene intrigado. ¿Cómo se las compone usted?

El desconocido replicó groseramente:

—Mi procedimiento me permite cobrar el 10 por ciento de la prima que los fabricantes defraudan a las compañías de seguros. ¿No pretenderá usted que le explique mi secreto?

El comerciante volvió a la carga.

—¿Usted puede provocar un incendio en el establecimiento de cualquier industria?

El incendiario arrancó una hoja del almanaque y la dobló en cuatro.

—No, en cualquier industria, no..., pero en ciertas fábricas, sí. Su fábrica está incluida entre las que yo puedo incendiar sin dejar rastros.

—¿Sin utilizar ningún mecanismo, ni cortocircuito, ni fósforos, ni cómplices?


Leer / Descargar texto

Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 58 visitas.

Publicado el 28 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Eugenio Delmonte y los 1300 Novios

Roberto Arlt


Cuento


Frente mismo a la bahía de Natiópolis avanza un jardín; en el extremo del jardín se ve una horca con el lazo corredizo colgante, y sobre el palo de la horca se puede leer esta inscripción:


“Destinada a Eugenio Delmonte
si se atreve a desembarcar aquí.”


Sin jactancia, me atrevo a dar fe que no hay ciudad en el mundo que pueda registrar un suceso tan maravilloso como el que se conoce bajo el nombre de “Eugenio Delmonte o los mil trescientos novios”.


El año 1921, Enriqueta Silver, por razones que aún no se conocen, cortó sus relaciones con Eugenio Delmonte. Éste tenía para entonces veinticuatro años; tres meses después su cabello había encanecido totalmente. Durante un año vagó por Natiópolis, y algunos de sus actos revelaban que su estado mental no era estrictamente normal. Enriqueta Silver desapareció un tiempo, pues sus padres, temerosos de un atentado, la enviaron a otra población. Eugenio llegó a cometer tales disparates, que se convirtió en el hazmerreír de las muchachas de nuestra ciudad. Quiero agregar que en Natiópolis las mujeres eran sumamente orgullosas. Ello se debía a que las estadísticas anotaban un porcentaje de veinte por ciento más de varones que de mujeres. En consecuencia, éstas eran muy solicitadas y pagadas de sí mismas.

En 1923 estalló la noticia bomba. Eugenio Delmonte acababa de heredar cincuenta millones de dólares de un tío remoto, cincuenta millones que, traducidos a nuestra moneda, equivalían a ciento cincuenta millones. Cuando los reporteros de los cuatro periódicos de Natiópolis quisieron reportear a Eugenio, éste había desaparecido de nuestra ciudad. Los padres de Enriqueta Silver se desvanecieron al conocer la noticia.


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 15 minutos / 22 visitas.

Publicado el 27 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Un Argentino Entre Gángsters

Roberto Arlt


Cuento


Tony Berman descargó la ceniza de su cigarro en el piso encerado, y prosiguió:

—Los ingenieros han inventado los fusiles ametralladoras, y eso está bien; porque sin ametralladoras resultaría dificultoso asaltar un banco. Los ingenieros han inventado las granadas de mano, y las granadas de mano son la gracia del Altísimo sobre los hombres de buena voluntad, porque sirven para aliviarles de más de un apuro. ¡Dios bendiga a los ingenieros!...

Así habló Tony, el homicida de pie desnivelado. El achocolatado Eddie Rosenthal, hijo de un rabino excomulgado y de una negra, levantando la motuda cabeza que tenía inclinada sobre su camisa de seda verde, anotó:

—Pido un voto de aplauso para el ecuánime Tony.

Frank Lombardo, especialista en acciones violentísimas, asintió con un visaje de rojiza cara de perro bull—terrier. Tony, reconfortado por estas muestras de admiración, prosiguió:

—Pero lo que no han perfeccionado los ingenieros es la ruleta con trampa. Y eso está muy mal. La ruleta con trampa le permitiría al croupier dirigir la suerte según las conveniencias de la banca. ¡Y las conveniencias de la banca son sagradas!... Ahora bien, señor ingeniero: si ustedes han inventado los submarinos, las ametralladoras y los aeroplanos, ¿por qué no han de inventar la ruleta con trampa?...

El señor ingeniero, representado en la figura de Humberto Lacava, no pestañeó. Hacía tres horas que estos gentlemen de la automática le habían secuestrado, apoyándole el caño de una pistola en los riñones, y ningún hombre razonable se permite discutir este frío y redondo argumento.

El ecuánime Tony se restregó las manos y continuó:


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 47 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

Debajo del Agua

Roberto Arlt


Cuento


Mi padre deseaba que yo siguiera el oficio de carpintero, y durante un tiempo estuve tentado de conformarme con esta sugerencia, pues la visión de un pequeño taller oloroso a virutas, con tablas arrinconadas y un tarro de cola calentándose al bañomaría, ocupaba mi vista con su prestigiosa frescura de viñeta escolar, porque en la escuela, precisamente, yo había estudiado en un libro donde se veía a un carpintero semejante, contento de ganarse laboriosamente el pan con el sudor de su frente; pero luego comprendí que mi temperamento inquieto no se avenía con ese oficio, y me negué a iniciar el aprendizaje, y mi bondadoso padre, que jamás me violentó en ninguna dirección de mi capricho, me respondió:

—Está bien, Jim; está bien. ¿Y qué es lo que querrías ser?

—Quiero trabajar debajo del agua —respondí.

—Es decir, ¿quieres ser buzo?

—Sí.

—Perfectamente, hijo: serás buzo. —Y dicho esto salió para el café, donde trabajaba descansadamente de camarero, y yo me quedé nuevamente inclinado sobre una descabalada revista, que no sé cómo llegó a mis manos, donde en planchas de papel satinado se desplegaban las maravillosas irisaciones de la fauna submarina: peces de metálicas escamas verdes y pupilas de rubí; peces voladores como recortadas palomas de terciopelo violeta; peces globulosos, escarlatas, como la flor del geranio; peces monstruosos, semejantes a troncos de árbol color de tabaco, cuyas dentadas bocas entreabiertas parecían reír. En un fondo celeste se veía a un buzo, inmóvil en un jardín submarino formado por estrellas lilas y nudosos tallos huecos que se anaranjaban como bajo el resplandor de un incendio. Oscuros y sonámbulos cangrejos extendiendo las inseguras antenas, avanzaban en pedregosos fondos de coral y amatista.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 13 minutos / 55 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

La Muerte del Sol

Roberto Arlt


Cuento


Faltaban cuarenta minutos para amanecer.

Silvof se asomó a la puerta trasera del hotel, aquella por donde entraban la carne y el hielo, y se quedó mirando con expresión embrutecida la calzada lustrosa. Columnas infinitas de cifras danzaban en su caletre. Entre los espacios de estas cifras, que aún se movían ante sus ojos, vio a un motorista, bajo la luz amarilla de un foco, terminando de ajustar la tuerca floja del eje delantero de su barredora mecánica.

Silvof levantó la cabeza al cénit. Innúmeras gotas de luz extendían lechosas manchas en la cúpula negra, animándola así de misteriosa vida. Silvof, de entre las pilas de cifras que se bamboleaban sobre la superficie de su cerebro, entresacó este pingajo de pensamiento:

“Es absurda la vida que hago. Tendré que buscarme trabajo de día.” Luego rectificó: “Lo que pienso es un disparate. ¿Dónde encontrar trabajo hoy?”

Apretó con el índice el tabaco en la pipa y echó a caminar calle abajo, entre fachadas oscuras, hacia el puerto. Ya había dejado atrás las grandes arterias comerciales, los corredores de los rascacielos, enrejados por cortinas de acero, las vidrieras de las casas de modas, brujescas con sus maniquíes de dos dimensiones a la luz violácea de las lámparas de gases raros.

De cuando en cuando se cruzaba con otros trasnochadores que, con el cuello del gabán levantado hasta las orejas, marchaban apresuradamente hacia la cama, arrastrando no obstante los pies, lo cual los diferenciaba de aquellos que por una u otra razón terminaban de levantarse, porque estos últimos taconeaban fuertemente. Comenzaban el próximo día sin la tristeza de aquellos otros que parecían sombras.

Silvof andaba con las manos enfundadas en los bolsillos, barajando aún el mismo pingajo de pensamiento inútil:


Leer / Descargar texto

Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 35 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.

12345