Textos más populares este mes de Roberto Payró etiquetados como Cuento disponibles | pág. 3

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autor: Roberto Payró etiqueta: Cuento textos disponibles


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Libertad de Imprenta

Roberto Payró


Cuento


Las cosas iban tomando en Pago Chico un giro terrible. La política enardecía los ánimos y «La Pampa» y «El Justiciero» se dirigían los cumplidos de mayor calibre que hasta ahora haya soportado una hoja de papel. Estaban cercanas las elecciones municipales, y cívicos y oficialistas abrían ruda campaña, los unos para conquistar, los otros para retener el gobierno de la comuna. «La Pampa» no dejó de aprovechar el desfalco descubierto en la tesorería municipal, y no dirigió sus golpes al culpable tesorero, sino que se encaró con el intendente mismo. Un parrafito:

«Si don Domingo Luna estuviera donde debe estar, que no es seguramente en la intendencia de Pago Chico, sino cerca de Olavarría, no se hubiese cometido ese robo escandaloso, que una vez más viene a demostrar cómo la pobre provincia que sufre la canalla entronizada de un gobierno que es la cueva de Alí Babá, va a ser esquilmada hasta el último peso por los secuaces que ese gobierno mantiene en todas partes, ya que no hay persona decente que quiera servir sus planes ignominiosos, y si puramente hombres sin honor ni vergüenza».

Y el artículo que seguía in crescendo, peor en sintaxis y pésimo en intenciones, enfureció a don Domingo de tal modo, que se fue como un cohete a consultar el caso con el escribano Ferreiro, su mentor en las grandes emergencias. Quería acusar a la publicación. Ferreiro, sudoroso, leyó atentamente el artículo, dejando oír ligeros ¡hum! ¡hum! intraducibles; luego depositó el diario en las rodillas y sentenció:

—No es acusable.

Don Domingo Luna se exaltó, replicando, pálido de ira:

—¿Quiere decir que porque a un miércoles se le ocurre robarse la plata de la municipalidad, a mí me puede decir que debo estar en la cárcel de Sierra Chica ese canalla de Viera?

—No lo dice, lo da a entender, —repuso tranquilamente Ferreiro.


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Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 53 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

En la Policía

Roberto Payró


Cuento


No siempre había sido Barraba el comisario de Pago Chico; necesitose de graves acontecimientos políticos para que tan alta personalidad policial fuera a poner en vereda a los revoltosos pagochiquenses.

Antes de él, es decir, antes de que se fundara «La Pampa» y se formara el comité de oposición, cualquier funcionario era bueno para aquel pueblo tranquilo entre los pueblos tranquilos.

El antecesor de Barraba fue un tal Benito Páez, gran truquista, no poco aficionado al porrón y por lo demás excelente individuo, salvo la inveterada costumbre de no tener gendarmes sino en número reducidísimo —aunque las planillas dijeran lo contrario—, para crearse honestamente un sobresueldo con las mesadas vacantes.

—¡El comisario Páez —decía Silvestre— se come diez o doce vigilantes al mes!

La tenida de truco en el Club Progreso, las carreras en la pulpería de La Polvadera, las riñas de gallos dominicales, y otros quehaceres no menos perentorios, obligaban a don Benito Páez a frecuentes, a casi reglamentarias ausencias de la comisaría. Y está probado que nunca hubo tanto orden ni tanta paz en Pago Chico. Todo fue ir un comisario activo con una docena de vigilantes más, para que comenzaran los escándalos y las prisiones, y para que la gente anduviera con el Jesús en la boca, pues hasta los rateros pululaban. Saquen otros las consecuencias filosóficas de este hecho experimental. Nosotros vamos al cuento aunque quizá algún lector lo haya oído ya, pues se hizo famoso en aquel tiempo, y los viejos del pago lo repiten a menudo.


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 617 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Poncho de Verano

Roberto Payró


Cuento


Desde meses atrás no se hablaba en Pago Chico sino de los robos de hacienda, las cuatrerías más o menos importantes, desde un animalito hasta un rodeo entero, de que eran víctima todos los criadores del partido, salvo, naturalmente, los que formaban parte del gobierno de la comuna, los bien colocados en la política oficial, y los secuaces más en evidencia de unos y otros.

La célebre botica de Silvestre era, como es lógico, centro obligado de todo el comentario, ardoroso e indignado si los hay, pues ya no se trataba únicamente de principios patrióticos: entraba en juego y de mala manera, el bolsillo de cada cual.

Por la tarde y por la noche toda la «oposición» desfilaba frente a los globos de colores del escaparate y de la reluciente balanza del mostrador, para ir a la trastienda para echar un cuarto a espadas con el fogoso farmacéutico, acerca de los sucesos del día.

—A don Melitón le robaron anoche, de junto a las mismas casas, un padrillo fino, cortando tres alambrados.

—A Méndez le llevaron un puntita de cincuenta ovejas lincoln.

—Fernández se encontró esta mañana con quince novillos menos, en la tropa que estaba preparando.

—El comisario Barraba salió de madrugada con dos vigilantes y el cabo, a hacer una recorrida...

Aquí estallaban risas sofocadas, expresivos encogimientos de hombros, guiños maliciosos y acusadores.

—El mismo ha'e ser el jefe de la cuadrilla —murmuraba Silvestre, afectando frialdad.

—¡Hum! —apoyaba Viera, el director de «La Pampa», meneando la cabeza con desaliento—. Cosas peores se han visto, y él no es muy trigo limpio que digamos...


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8 págs. / 15 minutos / 141 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Con la Horma del Zapato

Roberto Payró


Cuento


«Tengo el honor y la satisfacción de comunicar a usted, por orden del señor Intendente, que desde la fecha queda suspendido y exonerado de su cargo de subdirector y segundo médico del Hospital municipal, por razones de mejor servicio, y agradeciéndole en nombre del municipio los servicios prestados. Tengo el gusto de saludarlo con toda consideración, etc., etc.»

Llegó esta nota a manos del doctor Fillipini al día siguiente de la elección que consagró, por su consejo, municipal a Bermúdez.

—¡Mascalzone! —exclamó, pensando en su protegido de un minuto.

Pero sin que el despecho le ofuscara el raciocinio, salió de casa en busca del firmante de la nota en primer lugar. Era éste el secretario de la Intendencia, Remigio Bustos, y podía aclararle muchos puntos, útiles para sus manejos ulteriores. Le encontró tomando café y copa en la confitería de Cármine. Haciendo un grande esfuerzo, un acto heroico, pagó la «consumación» y pidió «otra vuelta».

—Dígame, Bustos —preguntó por fin—; ¿por qué me destituye don Domingo?

—¡Hombre, no sé! —contestó el otro, paladeando su anis, y no por sutileza ni reserva política, sino por nebulosidad cerebral.

Viera, caracterizándolo, había publicado efectivamente, hacía poco, una parodia de la fabulilla de Samaniego:


Dijo Ferreiro a Bustos
después de olerlo:
—Tu cabeza es hermosa
pero sin seso.
¡Cómo éste hay muchos
que, aunque parecen hombres,
sólo son... Bustos!
 

—No sabe ¡bueno! Pero dígame cómo fue —insistió Fillipini, en su jerga ítalo-argentina, seguro de que por el hilo sacaría el ovillo—. ¿No le habló nadie?

—Nadie.

—¿Le hizo escribir la nota así, sin más ni más?

—Sí, mientras estaban votando.

—¿Y nadie había ido a verlo?

—Nadie más que Gino, el pión de Cármine.

—¿Y a qué iba Gino?


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7 págs. / 13 minutos / 50 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Sitiado por Hambre

Roberto Payró


Cuento


—¡Hay que sitiarlo por hambre! —había exclamado Ferreiro aludiendo a Viera, en vista del pésimo efecto producido por las medidas de rigor, como pudo verse en «Libertad de imprenta».

El plan era fácil de desarrollar y estaba a medias realizado por el oficialismo pagochiquense en masa, que ni compraba La Pampa, ni anunciaba en ella, ni encargaba trabajos tipográficos en la imprenta cívica. No había más que seguir apretando el torniquete y aumentar el ya crecido número de los confabulados contra el periodista. De la tarea se encargaron cuantos pagochiquenses estaban en el candelero, dirigidos por el escribano que les hizo emprender una campaña individual activísima, no de abierta hostilidad, pues eso no hubiera sido diplomático, sino de empeñosa protección a El Justiciero.


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9 págs. / 16 minutos / 39 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

Altruismo

Roberto Payró


Cuento


Entre las espesas sombras de la noche, en grupos charlatanes de tres o cuatro personas, numerosos vecinos de Pago Chico se encaminaban lentamente a la estación del ferrocarril. Se habían reunido con ese objeto en el Club del Progreso, en el café y en la confitería de Cármine, y al acercarse la hora fueron destacándose poco a poco, para no llamar demasiado la atención ni dar pie a que los opositores hicieran alguna de las suyas.

Llegaba en tren expreso, costeado naturalmente por el gobierno, el diputado Cisneros con la misión de reconstruir el comité, y era preciso hacerle una calurosa acogida a pesar de lo intempestivo de la hora. La estación estaba completamente a oscuras; sólo por la puerta de la habitación del jefe, filtraba una raya de luz, y allá en el fondo el Buffet —en funciones para las circunstancias—, abría sobre andén desierto, el abanico luminoso de su entrada. Allí fueron sentándose a medida que llegaban, el doctor Carbonero, el escribano Ferreiro, el intendente Luna, el juez de paz Machado, el concejal Bermúdez y varios otros, sin que faltaran el comisario Barraba y su escribiente Benito, ni aún don Másimo, el portero de la Municipalidad, muy extrañado de no tener que disparar bombas de estruendo en tan solemne emergencia. No hubo francachela; los tiempos estaban malos, y nadie quería cargar con el mochuelo del coperío, aunque sólo hubiera en la estación una veintena de personas. Cada cual, si quería, «tomaba algo»... y pagaba.

La espera fue larga. El expreso se había retrasado en no sabemos qué estación y el jefe aun no tenía noticias de su llegada... Poco a poco, todos fueron a pasearse en la oscuridad del andén, luego instintivamente agrupáronse a la puerta de Buffet, y conversaban mirando inquietos al norte por descubrir entre las sombras el ojo encendido del tren en marcha.


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3 págs. / 5 minutos / 88 visitas.

Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Olvido

Roberto Payró


Cuento


A Jorge F. Lynch.

I

— ¡Sonríes! exclamé tristemente al ver que su rostro se iluminaba, contrastando con el mío, pálido y demudado. ¡No has sufrido nunca como yo, cuando te muestras tan indiferente á mi desgracia!

—¡Bah! dijo Armando. ¿Es eso, acaso, una desgracia? Esa mujer no te ha engañado, no te ha mentido ¿qué más quieres? El tiempo se encargará de curarte, puesto que vas ya en camino de convalecer, gracias á ella. En cuanto á que yo sonría.... no lo tomes á mal; no se trata de tus recientes penas: evoco un recuerdo, y él me hace sonreir.

—Perdona; sé que no eres egoista, que me amas; pero, en el estado de espíritu en que estoy, se desea ver el semblante de los demás tan compungido como el nuestro. ¡Una de tantas locuras! —Por otra parte, sufro mucho.... á veces temo volverme loco!...

—He experimentado esos síntomas, dijo él; he sufrido los mismos dolores, y sin embargo... ¡ya me ves! —tú dices que soy el más alegre de todos tus amigos, y lo decías hace dos años también, cuando, al retirarme, por la noche, en la soledad de mi aposento, me anegaba en lágrimas abrasadoras, y mordía las almohadas en paroxismos de rábia... Porque cada cual tiene su pequeña historia ¿Quién puede decir que no lleva una espina clavada en el corazón?

Se detuvo un instante. Se habia puesto sério, y sus ojos brillaban más que de ordinario —Despues continuó:

—Déjame que te cuente esa historia: por ella verás que he sufrido más que tú, si el que sufre puede admitir alguna vez que el sufrimiento de los demás sea mayor que el suyo. Escúchame atentamente.

Había vuelto á su anterior jovialidad: sonriente me relató esta historia de lágrimas, que yo escuché conmovido.

II

La locura gobernaba como reina absoluta de la tierra: era Carnaval. Los hombres habían arrojado sus caretas.

De esto hace dos años.


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Dominio público
20 págs. / 35 minutos / 52 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Vindicación

Roberto Payró


Cuento


I

Jorge estaba persuadido de que una literata no era una mujer como todas las demás, pero buscaba la ocasión de convencerse de ello. Casualmente, por aquellos dias conoció en cierta tertulia á la señora de Palmares, una de esas mujeres prodigios, que reunen al talento de un hombre la belleza de un ángel, y que, como lo supiera amante y hasta cultivador de las letras, habíale rogado la visitara. El joven prometiólo, con gozo, disponiéndose á descubrir su misterio, como el lo llamaba, para lo cual se proponía visitarla en la primera oportunidad.

En cuanto á ella, tenía dos notoriedades bien distintas: la de sus escritos y la de sus costumbres. La una excelente, la otra mala. Se decía de ella cosas horribles: engañaba á todo el mundo; gustaba de abrazar al felicitarlos, por supuesto —á los literatos jóvenes; cambiaba de amantes como de dias la semana y como de fechas el mes; nunca se mostró reácia á ningún galanteo; y por fin dió márgen á que cierto francesito disgustado, ignoro por qué —la llamara epigramáticamente: Madame Tout-le-monde... A decir verdad, no faltan personas bondadosas que digan aun hoy que mucho de eso es cuento; pero como es imposible —ó por lo menos difícil— poner la cuestión en tela de juicio, lo mejor es dejarla para otra oportunidad.

Por otra parte, Soledad Palmares, era una mujer más que bella, divina. Cierto que carecía de esa hermosura indecisa de las vírgenes adolescentes: no era la mañana, pero en cambio era el medio dia con todos sus magníficos resplandores. Fernandez Espiro pudiera —él solo— retratar sus ojos negros, en que hay aún:


«resplandor de luna
mezclado á rayos de sol...»
 


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8 págs. / 14 minutos / 38 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Noches de Estío

Roberto Payró


Cuento


I

... Con su canto acompasado y monótono, el vonciglero grillo rompe el silencio de la noche; solo su voz adormecedora es lo que se escucha. Después, todo es silencio...

La luna —paseante angusta— recorre con lentitud su camino, iluminado cariñosamente al mundo que duerme, y sin hacer caso de las estrellas que palidecen de envidia al verla tan hermosa.

Abajo, en la tierra, la brisa cansada de revolcarse en el polvo, bajo el ardiente rayo del sol, no tiene ya fuerza bastante para agitar las hojas de los árboles, ni deseos de entonar su cántico armonioso al deslizarse blandamente sobre la perfumada yerba de la llanura extendida....

No es tarde aún. Hace tres horas apenas que el sol poderoso se ocultó en el occidente, presentando á los ojos asombrados del hombre: el cielo convertido en una áscua roja y chispeante, en un infinito piélago de fuego.

Es el momento del descanso primero: todos los rumores se acallan, todas las aves duermen en sus nidos, todas las flores yacen mústias, agostadas ...

Dentro de poco, cuando la luna haya dado algunos pasos más, comenzarán á oirse esos rumores vagos, misteriosos, esas indecisas armonías de la naturaleza, notas suaves, cadenciosas, acordes, ideales , que luego susurran como un recuerdo lejano en el oido del músico y del poeta, que vanamente se esfuerzan por repe­tirlas, porque son intangibles, celestiales, infinitas, porque se desvanecen sin dejar rastros, porque el arte del músico y del poeta es demasiado pequeño para poder copiar esa mágica sinfonía que comienza á altas horas de la noche, para ir en crescendo hasta llegar al portentoso coro de la aurora, en que cada ser microscópico, cada yerba, cada grano de arena, cada irisada gotita de rocío, tiene una nota propia y original con qué saludar la llegada de las primeras claridades del nuevo dia...


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4 págs. / 7 minutos / 48 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Quien Da Pan a Perro Ageno

Roberto Payró


Cuento


I. Las dos amigas

En un extremo del soberbio salón, la hermosa Elena conversa en voz baja con Marciana, su antigua amiga, mientras que Emilia, su madre, al lado de las altas ventanas, ocúpase en ejecutar un primoroso bordado que destina á la canastilla de bodas de su hija. De cuando en cuando la anciana señora levanta la vista de su labor, y fija sus ojos cariñosos en Elena, regocijándose con la alegría que resplandece en el rostro de la novia, Marciana, entre tanto, escucha con la mayor atención las palabras de su amiga, que víbran apenas en el silencio de la vasta sala.

—Tengo que comunicarte una noticia, una gran noticia... Ya te la hubiera dicho, pero como pareces olvidarte de mí ... como no vienes hace un siglo..

—¿Una noticia? preguntó Marciana afectando interés. ¿Cuál es ella?

—No, no te lo digo ... adivina si puedes, contestó la jóven, ruborizada, pero no sin cierta malicia.

—¿Lograste por fin que tu mamá accediera al proyectado viaje á París?

—Nó, nó, es mejor que eso, es mejor que eso! murmuró Elena con los ojos brillantes.

—Entonces ... no adivino.

—¿No sabes? dijo ella sonrojándose aun más. Estoy de novia ... me caso antes de tres meses!

—¿De veras?

—Oh! Y tan de veras! figúrate ... soy feliz! ¡Tan feliz!

—Y ¿quién es el afortunado?

La jóven miró á su amiga con expresión indefinible de contento y orgullo, y con volubilidad:

—Imajínate un hombre alto rubio, elegante, de bigote siempre correcto, ojos azules, boca sonriente, una cabeza artística ... y luego tan bueno, de tanto talento! .. y tambien ... tan enamorado de mí! ..

—Sí; el retrato puede ser exacto; pero no reconozco en él al retratado. ¿Quien es?

—¿No lo has reconocido? ¡qué tonta! si es Rodolfo, si es mi primo! ...

—¡Rodolfo! exclamó Marciana palideciendo.

—Sí, él, él mismo.


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10 págs. / 17 minutos / 45 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

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