Con la Horma del Zapato
Roberto Payró
Cuento
«Tengo el honor y la satisfacción de comunicar a usted, por orden del señor Intendente, que desde la fecha queda suspendido y exonerado de su cargo de subdirector y segundo médico del Hospital municipal, por razones de mejor servicio, y agradeciéndole en nombre del municipio los servicios prestados. Tengo el gusto de saludarlo con toda consideración, etc., etc.»
Llegó esta nota a manos del doctor Fillipini al día siguiente de la elección que consagró, por su consejo, municipal a Bermúdez.
—¡Mascalzone! —exclamó, pensando en su protegido de un minuto.
Pero sin que el despecho le ofuscara el raciocinio, salió de casa en busca del firmante de la nota en primer lugar. Era éste el secretario de la Intendencia, Remigio Bustos, y podía aclararle muchos puntos, útiles para sus manejos ulteriores. Le encontró tomando café y copa en la confitería de Cármine. Haciendo un grande esfuerzo, un acto heroico, pagó la «consumación» y pidió «otra vuelta».
—Dígame, Bustos —preguntó por fin—; ¿por qué me destituye don Domingo?
—¡Hombre, no sé! —contestó el otro, paladeando su anis, y no por sutileza ni reserva política, sino por nebulosidad cerebral.
Viera, caracterizándolo, había publicado efectivamente, hacía poco, una parodia de la fabulilla de Samaniego:
Dijo Ferreiro a Bustos
después de olerlo:
—Tu cabeza es hermosa
pero sin seso.
¡Cómo éste hay muchos
que, aunque parecen hombres,
sólo son... Bustos!
—No sabe ¡bueno! Pero dígame cómo fue —insistió Fillipini, en su jerga ítalo-argentina, seguro de que por el hilo sacaría el ovillo—. ¿No le habló nadie?
—Nadie.
—¿Le hizo escribir la nota así, sin más ni más?
—Sí, mientras estaban votando.
—¿Y nadie había ido a verlo?
—Nadie más que Gino, el pión de Cármine.
—¿Y a qué iba Gino?
Dominio público
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Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.