El Verbo Amar
Roberto Payró
Cuento
A Eduardo A. Sola
Dominio público
14 págs. / 24 minutos / 54 visitas.
Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
Mostrando 31 a 40 de 43 textos encontrados.
A Eduardo A. Sola
Dominio público
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Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
Las cosas iban tomando en Pago Chico un giro terrible. La política enardecía los ánimos y «La Pampa» y «El Justiciero» se dirigían los cumplidos de mayor calibre que hasta ahora haya soportado una hoja de papel. Estaban cercanas las elecciones municipales, y cívicos y oficialistas abrían ruda campaña, los unos para conquistar, los otros para retener el gobierno de la comuna. «La Pampa» no dejó de aprovechar el desfalco descubierto en la tesorería municipal, y no dirigió sus golpes al culpable tesorero, sino que se encaró con el intendente mismo. Un parrafito:
«Si don Domingo Luna estuviera donde debe estar, que no es seguramente en la intendencia de Pago Chico, sino cerca de Olavarría, no se hubiese cometido ese robo escandaloso, que una vez más viene a demostrar cómo la pobre provincia que sufre la canalla entronizada de un gobierno que es la cueva de Alí Babá, va a ser esquilmada hasta el último peso por los secuaces que ese gobierno mantiene en todas partes, ya que no hay persona decente que quiera servir sus planes ignominiosos, y si puramente hombres sin honor ni vergüenza».
Y el artículo que seguía in crescendo, peor en sintaxis y pésimo en intenciones, enfureció a don Domingo de tal modo, que se fue como un cohete a consultar el caso con el escribano Ferreiro, su mentor en las grandes emergencias. Quería acusar a la publicación. Ferreiro, sudoroso, leyó atentamente el artículo, dejando oír ligeros ¡hum! ¡hum! intraducibles; luego depositó el diario en las rodillas y sentenció:
—No es acusable.
Don Domingo Luna se exaltó, replicando, pálido de ira:
—¿Quiere decir que porque a un miércoles se le ocurre robarse la plata de la municipalidad, a mí me puede decir que debo estar en la cárcel de Sierra Chica ese canalla de Viera?
—No lo dice, lo da a entender, —repuso tranquilamente Ferreiro.
Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 53 visitas.
Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.
Una de las frecuentes revoluciones provinciales quedó por milagro dueña de algunos partidos. Entre ellos se contaba Pago Chico, pues la junta central revolucionaria envió como delegado un capitán de línea cuyo marcial ascendiente subyugó a los infelices paisanos que dragoneaban de vigilantes, con medio sueldo para acrecer los gajes del comisario oficialista, quien escapó al primer asomo de revuelta, temiendo la infidelidad y la venganza de los subalternos. Tomose la policía con cuatro gatos, sin disparar un tiro, y como «muerto el perro se acabó la rabia», la comuna quedó en manos de los opositores.
—¡Viva la revolución! —gritaba el pueblo poco después, saliendo de sus casas al saberse triunfante.
El capitán Pérez reunió enseguida a los opositores principales (que habían creído deber patriótico no derramar sangre de hermanos y convecinos) y deliberó con ellos acerca del buen gobierno inmediato de Pago Chico. De la deliberación resultaron, como es lógico, miembros de la Municipalidad, todos los presentes, y el capitán quedó al frente de la comisaría y demás fuerzas armadas.
Pero considerose decorativo y de acuerdo con los altos ideales que se perseguían a tanta costa, nombrar un intendente imparcial, fundamentalmente honrado y universalmente querido. Sólo don Juan Manuel García reunía estas condiciones, y don Juan Manuel García fue puesto a la cabeza de la comuna.
Era un hombre ya maduro, rico para aquel rincón y aquella época, muy bondadoso, muy conciliador enemigo de chismes y politiquerías, y a quien todos rodeaban de la consideración debida a un ente superior por la experiencia, la práctica y el buen sentido natural que ponía gustoso al servicio de cualquiera. Todos esperaban grandes cosas de él... ¡pero no tan grandes!
Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 51 visitas.
Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.
Febrero 10 de 18....
....Todo está en calma; el mundo parece dormir un sueño de muerte; la atmósfera pesada me sofoca; ni un suspiro del viento llega á estremecer las hojas de los árboles, todavia marchitas bajo los besos de fuego del sol; acaba de salir la luna, rodeada por un círculo de vapores luminosos, y su luz amarillenta hace palidecer el fulgor de las estrellas, perdidas en el manto indeciso de las nubes...
Todo está en calma; todo, menos mi corazón, que late violentamente, y mi cerebro que bulle como un volcán ...
El doctor Ávila me ha dicho que no puedo casarme; me ha amenazado con terribles desgracias para el porvenir; me ha hecho ver mi hogar, el hogar tantas veces soñado, presa de la desvastación terrible de la muerte, y haciéndose eco de los gritos sin piedad de la conciencia.
¡Y, sin embargo, yo no he dudado, y en el salón contiguo me esperan los que van á acompañarme al templo, los que van á ser testigos de mi crímen!...
¡Eh! ¡qué importa! ¡El dado está tirado, y no soy, más que otro, merecedor de las desdichas que me amenazan; la suerte se apiadará de mi, la suerte que hasta hoy me ha perseguido!..
Vamos á Elisa, á mi amada, á mi esposa en breve.
Sacudamos estos negros pensamientos, y miremos impávidos el futuro, lleno de sombras ó de luces, de fulgores ó de tinieblas. ¡Qué importa!...
¡Bebamos nuestra copa, amarga ó dulce, hasta las heces, sin que tiemblen el corazón ni la mano!...
Abril 12 de 18....
....¡Bien hacía yo en no dudar! La dicha más inmensa me sonrie; la felicidad más completa llena mi espíritu!
¡Soy el poseedor de la belleza tantas veces deseada, y la voz de Elisa llega hasta mí como música sublime que me extasía!...
Dos meses ha que la estreché por primera vez entre mis brazos ¡Dos meses que he vivido en el Paraiso!...
Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 50 visitas.
Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
Aquella mañana, con grande asombro de Pago Chico entero, apareció en el diario oficial, El Justiciero, la siguiente inesperada noticia:
OTRA LISTA DE CANDIDATOS MUNICIPALES
«Con importantes elementos políticos, pertenecientes al partido provincial, acaba de formarse un nuevo comité que en las elecciones de hoy sostendrá la siguiente lista de candidatos para municipales.
Don Domingo Luna
Don Juan Dozo
Don José Bermúdez
Este comité, que funciona en la calle Buenos Aires, número 17, cuenta
con numerosos miembros, y aunque formado a última hora puede disputar
el triunfo a los demás partidos con bastantes probabilidades de éxito.
En cuanto a los cívicos, demás parece repetir que tendrán que comer
cola.»
¿Qué acontecimientos habían ocurrido? ¿Era la influencia de Bermúdez tan poderosa que su descontento producía la escisión del partido oficial? No debía ser así, pues él mismo se sorprendió al leer la noticia, y lleno de entusiasmo se encaró con su mujer, y golpeando el diario con el dedo, exclamó gozoso:
—¿No ves, china, cómo todavía me necesitan, cómo todavía tengo quien me apoye? ¡Yo también soy candidato, y del mismo partido oficial! ¡Mirá la lista! ¡Aquí estoy con Luna y Dozo, y El Justiciero dice que muy bien podemos triunfar!
—¡Alguna picardía de Ferreiro! Lo mejor será que no te metás —replicó Cenobita, siempre desconfiada—. Cuando menos, te quieren sacar unos pesos pa'l'asao con cuero y la pionada...
—¡Vos siempre agarrás pa lao del miedo! —replicó Bermúdez que se echó inmediatamente a la calle, vibrando de entusiasmo y de esperanza.
Eran las siete, y faltaba una hora para la apertura oficial del comicio.
Dominio público
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Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.
... Con su canto acompasado y monótono, el vonciglero grillo rompe el silencio de la noche; solo su voz adormecedora es lo que se escucha. Después, todo es silencio...
La luna —paseante angusta— recorre con lentitud su camino, iluminado cariñosamente al mundo que duerme, y sin hacer caso de las estrellas que palidecen de envidia al verla tan hermosa.
Abajo, en la tierra, la brisa cansada de revolcarse en el polvo, bajo el ardiente rayo del sol, no tiene ya fuerza bastante para agitar las hojas de los árboles, ni deseos de entonar su cántico armonioso al deslizarse blandamente sobre la perfumada yerba de la llanura extendida....
No es tarde aún. Hace tres horas apenas que el sol poderoso se ocultó en el occidente, presentando á los ojos asombrados del hombre: el cielo convertido en una áscua roja y chispeante, en un infinito piélago de fuego.
Es el momento del descanso primero: todos los rumores se acallan, todas las aves duermen en sus nidos, todas las flores yacen mústias, agostadas ...
Dentro de poco, cuando la luna haya dado algunos pasos más, comenzarán á oirse esos rumores vagos, misteriosos, esas indecisas armonías de la naturaleza, notas suaves, cadenciosas, acordes, ideales , que luego susurran como un recuerdo lejano en el oido del músico y del poeta, que vanamente se esfuerzan por repetirlas, porque son intangibles, celestiales, infinitas, porque se desvanecen sin dejar rastros, porque el arte del músico y del poeta es demasiado pequeño para poder copiar esa mágica sinfonía que comienza á altas horas de la noche, para ir en crescendo hasta llegar al portentoso coro de la aurora, en que cada ser microscópico, cada yerba, cada grano de arena, cada irisada gotita de rocío, tiene una nota propia y original con qué saludar la llegada de las primeras claridades del nuevo dia...
Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 48 visitas.
Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
También acabó Silvestre por incomodar a los situacionistas que resolvieron castigarlo, igual que a Viera.
A este propósito hicieron que fuera a establecerse a Pago Chico, habilitado por ellos, un farmacéutico diplomado, cierto italiano Barrucchi, venido del país amigo a hacer fortuna rápidamente, así, sin otra condición, rápidamente.
La competencia fastidió mucho al criollo en un principio, como que hasta fue denunciado al Consejo de Higiene por ejercicio ilegal de la profesión. Pero estaba atrincherado tras de su regente, a quien hizo pasar una temporadita en el Pago, con pret, plus y otras regalías inherentes a la actividad del servicio.
—Al gringo l'enseñan —decía—, pero nada le ha'e valer. ¡A la larga no hay cotejo!
Y para dominar del todo la situación, halló manera de ¿cómo diremos? untar la mano al inspector enviado de La Plata.
«Untar la mano» es frase grosera, bien; pero ¿qué decir entonces, del hecho de untarla, y de dejársela untar?...
Nada. Punto. Y sigamos adelante con los faroles.
No se durmió Silvestre sobre los laureles de su primera defensa victoriosa, sino que atisbó, vichó, bombeó, supo cuanto hacía el italiano, le tendió lazos, le analizó preparaciones en que había substituido sustancias, publicó los resultados, formuló denuncias, y de perseguido convirtiose pronto en perseguidor, porque en aquella delicada materia se inmiscuía alguien más que los cabecillas pagochiquenses, y el Consejo de Higiene, no desdeñoso de multas, solía enviar inspectores cuando era a golpe seguro, y entre tantos alguno habría reacio a los ungüentos de marras.
Y apareció muy luego otro inspector.
Dominio público
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Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.
He aquí, textualmente, la versión de uno de los más ruidosos escándalos sociales de Pago Chico, oída de los veraces labios de Silvestre Espíndola, en el «mentidero» —como él le llamaba— de su botica:
—Pero cuando Cenobita lo derrotó fiero al pobre Bermúdez fue el verano pasado. Sólo que la derrota tuvo complicaciones...
Estaban los dos en el comedor, que da a la calle, y Bermúdez, en mangas de camisa, daba la espalda a la ventana. Hacía un calor bárbaro, un viento norte de no te muevas; el gato en el suelo, hecho una rosca, dormía con un ojo, y Cenobita y su marido estaban de un humor de perros, como ya verán.
Era la hora del almuerzo; la chinita Ugenia trajo la sopera y Cenobita sirvió a Bermúdez, que, en cuanto probó la primera cucharada rezongó de mal modo:
—Esta sopa está fría.
—¿Qué decís? ¡Cómo ha de estar fría si el cucharón me abrasa los dedos! —retrucó Cenobita, furiosa sin razón.
—¡Bah! ¡Cuando yo te digo que está fría!
—¡Pues yo te digo que no puede estar fría, ¿entendés?
—Pero si vos no la has probado y yo acabo de probarla. ¡Qué sabés vos!
—¿Que qué sé yo? ¡Repetí, a ver!
—Sí, te repetiré hasta cansarme, que está fría, que está...
Pero Cenobita no lo dejó concluir:
—Pues si está fría, tomá, refrescate...
Y ¡zas! le zampó la sopera en la cabeza. Mi hombre le hizo una cuerpeada; la sopera, aunque se le derramara encima, lo tocó de refilón, ¡plan! pegó en el suelo, se hizo añicos y un pedazo de loza fue a lastimar al gato, que saltó a la calle todo erizado y con la cola tiesa, a tiempo que pasaba Salustiano Gancedo, que, como ustedes saben, por chismes y envidias nada más, siempre ha andado a tirones con Bermúdez.
Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 48 visitas.
Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.
En un extremo del soberbio salón, la hermosa Elena conversa en voz baja con Marciana, su antigua amiga, mientras que Emilia, su madre, al lado de las altas ventanas, ocúpase en ejecutar un primoroso bordado que destina á la canastilla de bodas de su hija. De cuando en cuando la anciana señora levanta la vista de su labor, y fija sus ojos cariñosos en Elena, regocijándose con la alegría que resplandece en el rostro de la novia, Marciana, entre tanto, escucha con la mayor atención las palabras de su amiga, que víbran apenas en el silencio de la vasta sala.
—Tengo que comunicarte una noticia, una gran noticia... Ya te la hubiera dicho, pero como pareces olvidarte de mí ... como no vienes hace un siglo..
—¿Una noticia? preguntó Marciana afectando interés. ¿Cuál es ella?
—No, no te lo digo ... adivina si puedes, contestó la jóven, ruborizada, pero no sin cierta malicia.
—¿Lograste por fin que tu mamá accediera al proyectado viaje á París?
—Nó, nó, es mejor que eso, es mejor que eso! murmuró Elena con los ojos brillantes.
—Entonces ... no adivino.
—¿No sabes? dijo ella sonrojándose aun más. Estoy de novia ... me caso antes de tres meses!
—¿De veras?
—Oh! Y tan de veras! figúrate ... soy feliz! ¡Tan feliz!
—Y ¿quién es el afortunado?
La jóven miró á su amiga con expresión indefinible de contento y orgullo, y con volubilidad:
—Imajínate un hombre alto rubio, elegante, de bigote siempre correcto, ojos azules, boca sonriente, una cabeza artística ... y luego tan bueno, de tanto talento! .. y tambien ... tan enamorado de mí! ..
—Sí; el retrato puede ser exacto; pero no reconozco en él al retratado. ¿Quien es?
—¿No lo has reconocido? ¡qué tonta! si es Rodolfo, si es mi primo! ...
—¡Rodolfo! exclamó Marciana palideciendo.
—Sí, él, él mismo.
Dominio público
10 págs. / 17 minutos / 45 visitas.
Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
Fortín en tiempo de la guerra de indios, Pago Chico había ido cristalizando a su alrededor una población heterogénea y curiosa, compuesta de mujeres, de soldados, —chinas— acopiadores de quillangos y plumas de avestruz, compradores de sueldos, mercachifles, pulperos, indios mansos, indiecitos cautivos —presa preferida de cuanta enfermedad endémica o epidémica vagase por allí.
El fortín y su arrabal, análogo al de los castillos feudales, permanecieron largos años estacionarios, sin otro aumento de población que el vegetativo —casi nulo porque la mortalidad infantil equilibraba casi a los nacimientos, pero cuyos claros venían a llenar los nuevos contingentes de tropas enviados por el gobierno.
Mas cuando los indios quedaron reducidos a su mínima expresión —«civilizados a balazos»—, la comarca comenzó a poblarse de «puestos» y «estancias» que muy luego crecieron y se desarrollaron, fomentando de rechazo la población y el comercio de Pago Chico, núcleo de toda aquella vida incipiente y vigorosa.
Cuando ese núcleo provincial adquirió cierta importancia, el gobierno provincial de Buenos Aires, que contaba para sus manejos políticos y de otra especie con la fidelidad incondicional de los habitantes, erigió en «partido» el pequeño territorio, dándole por cabecera el antiguo fuerte, a punto ya de convertirse en pueblo. El gobierno adquiría con esto una nueva unidad electoral que oponer a los partidos centrales, más poblados, más poderosos y más capaces de ponérsele frente a frente para fiscalizarlo y encarrilarlo.
Como por entonces no existían ni en embrión las autonomías comunales, el gobierno de la provincia nombraba miembros de la municipalidad, comandantes militares, jueces de paz y comisarios de policía, encargados de suministrarle los legisladores a su imagen y semejanza que habían de mantenerlo en el poder.
Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 43 visitas.
Publicado el 1 de enero de 2021 por Edu Robsy.