Textos más populares esta semana de Rosario de Acuña disponibles | pág. 3

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autor: Rosario de Acuña textos disponibles


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Sobre la Hoja de un Árbol

Rosario de Acuña


Cuento


Terminaba el otoño; debajo del ancho esparragado de mi casa, toldo que fue de verdes hojas y hoy deja al descubierto los retorcidos sarmientos de las viejas parras, se extendía esa mullida alfombra con que el invierno viste la húmeda tierra; el viento del otoño, arremolinando las secas hojas de los vecinos árboles, trajo a mis plantas la de un castaño de indias, que entre varios formó en estío una fresca alameda propia para soñar venturas imposibles o para recordar dichas pasadas.

Sobre una de las hojas, entre los arrugados pliegues de sus libras secas y retorcidas, se contemplaba el poema de la vida en todas sus manifestaciones; ¡quien lo diría! Los actores de aquel poema, que tan grande parece, eran casi microscópicos, eran dos solas hormigas, la hoja era su mundo; millares de ellas, desprendidas de árboles y de plantas, girarían en aquel instante en el inmenso espacio de un hemisferio terrestre y, sin embargo, de aquellas dos hormigas, ajenas al infinito número de mundos que las rodeaba, sin conocer acaso otro universo que aquel estrecho recinto que con ímpetu vertiginosa las arrastraba en el espacio, se entregaban a la más encarnizada lucha por la existencia ¡como si su vida fuera algo en el concierto de las vidas superiores, y como si el mundo que en aquel momento habitaban fuese el perenne cimiento de los mundos; y no una mísera hoja seca perdida en el infinito número de sus semejantes!


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4 págs. / 7 minutos / 99 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Roca del Suspiro

Rosario de Acuña


Cuento


En las montañas de Vizcaya, bajo su cielo ceniciento, y en su costa bordada de escollos y salpicada por un mar casi siempre turbulento y sombrío, sobre un promontorio de granito que avanza en áspero talud entre las olas del océano, álzanse, en la misma roca asentadas, las ruinas de un castillo, medio cubiertas de zarzas y de hiedra, y solamente habitadas por el espantadizo búho y el medroso murciélago: como toda ruina, tiene su tradición o leyenda, y como toda leyenda, la suya aparece sencilla, apasionada y melancólica, levantándose como indecisa niebla ante el fulgor de la aurora, sobre aquellas piedras carcomidas por el paso del tiempo y el constante batir de las olas.

Cuentan que allá en lejanos días, cuando el castillo se elevaba arrogante, vivía en su recinto un anciano señor de noble linaje, aunque de escasas rentas, que por su mejor fortuna tenía una nieta bella como una mañana de primavera, y de alma tan angelical como la sonrisa de un niño; pobres y retirados a la morada de sus mayores, vivían con algunos fieles y antiguos vasallos, tan ajenos a las vanidades mundanas, como felices con su ignorada existencia.


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4 págs. / 8 minutos / 87 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Periquín

Rosario de Acuña


Cuento


Dedicada a las niñas Amparo y Luisa Calleja
 

¡Cuánto lloráis a vuestro pequeño gorrión! ¡Y en verdad que mereció esa pena! ¡Pobre Periquín! ¡Cómo aleteaba, entonando al compás de sus alegrías de pájaro el dulce «pío pío» de criatura mimada! ¡Qué bien os conocía y con qué mohines de ternura recibió de vuestras frescas y virginales bocas la migajas de pan y el sabroso cañamón! ¡Qué nidito tan blando y caliente encontraba cuando se arrebujaba bajo vuestro cuello! ¡Pobrecito! ¡Tan manso, tan cariñoso, tan dulce, tan confiado! Todo él era un destello de virtudes celestes encerrado en el pequeño núcleo de un corazón alado y, sin embargo, era un gorrión. Pertenecía a esa especie brava, audaz e impúdica que triunfa por fuerte en la lucha por la vida del mundo de las aves; era hijo, nieto, descendiente de esos tiranuelos que son gigantes fieros en la república de los pájaros pequeños. Su pico duro, arma resistente para combatir y herramienta para triturar, ¡parece mentira cómo sabía imitar el beso! Sus alas, llenas de fibras, estaban hechas para huir rápidamente del peligro o lanzarse con furia sobre la presa, no para acoclarse con temores de amor en torno a vuestro rostro.

¡Hoy reposa entre las raíces de un heliotropo, quién sabe si víctima de una debilidad, de una abdicación, por placidez y apocamiento, de sus herencias de gorrión soberbio y egoísta!... ¡La historia de siempre! El amor crucificado, la abnegación enterrada con los huesos de un pájaro, cuya existencia fue tan breve que aún dura la primavera que le dio vida... y la soberbia y el egoísmo triunfantes en los demás gorriones que canturrean sus alegrías cruzando libres montes y valles.


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3 págs. / 5 minutos / 81 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

Fuerza y Materia

Rosario de Acuña


Cuento


¡Ya vienen! ¡Ya surcan los azules campos del espacio batiendo el aire con sus negras alas! ¡Ya gorjean, alisándose las tenues plumas de su blanco pecho, mientras reposan del largo viaje sobre las toscas barra de la reja! ¡Ya están aquí las golondrinas!

Con cánticos de júbilo los reciben las aldeanas, que en ellas ven anunciadoras de las fiestas campestres que empiezan con las verbenas y finalizan con la vendimia.

Ellas traen al humilde hogar del pobre la paz de los cielos, puesto que con las armonías de su lenguaje indescriptible llenan el ambiente de melodiosos ecos, en tanto que cuelgan sus frágiles nidos en las ahumadas vigas de su techo.

* * *

¡El nido de una golondrina!

¿Qué es el espacio?... ¿Qué es el universo?... ¿Qué es el alma?... Masa inconsciente de inconsciente materia por sí misma llevada a la formación de los cuerpos; torbellino de átomos; infinito de monadas que en la vertiginosa carrera de sus deseos se unen a sus afines para latir en forma de sol, de planeta, de roca, de vegetal, de molusco y de hombre…

He aquí el credo del materialismo: Fuera del átomo no hay espíritu; fuera de la materia no hay fuerza.

* * *

¿Qué es el nido de una golondrina?


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2 págs. / 4 minutos / 75 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

El Cañamón Dorado

Rosario de Acuña


Cuento


Se erguía la mata de cáñamo sobre todas las del vallejo. Cuando las frescas brisas del anochecer bajaban por la cañada sembrando los perfumes del heno sobre los apretados cogollos de cañamones, se llenaba toda la hondonada de rumores como si de planta a planta se cruzaran besos de amor y suspiros de esperanza.

Entonces el hada de los prados, la que desparrama el rocío en perlitas de cristal sobre el cáliz de las campanillas y las hojitas del trébol; el hada pequeña y esbelta que vuela sostenida por alas de mariposas azules y blancas para proteger la vida de las plantas humildes empezaba a descender desde las alturas posándose, con delicadezas de libélula, sobre las cimbreantes hojas del cáñamo. A cada mata le hacía una caricia y, mientras besaba los capullos con sus antenas, iba recogiendo los deseos de todas aquellas menudas almas que, al fin como almas, ambicionaban algo fuera de sí. El hada oía, sonreía y volaba. Así llegose a posar en la soberana de la heredad.

La noche cerraba el horizonte de sombras; había llegado la hora de los misterios augustos, cuando la espiga ya madura, resquebraja, con último esfuerzo, su película para caer fecunda al primer beso del sol; había llegado la hora de las germinaciones desconocidas, de las vehemencias ignoradas, de las transformaciones sutiles, de todo ese vivir del mundo vegetal que se estremece, con incógnitas vibraciones, para ofrecerse a la aurora, rebosante de color y de perfume.


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7 págs. / 13 minutos / 71 visitas.

Publicado el 28 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

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