Textos más vistos de Rudyard Kipling disponibles | pág. 2

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autor: Rudyard Kipling textos disponibles


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El "Ankus" del Rey

Rudyard Kipling


Cuento


Cuatro cosas hay que nunca están contentas,
que siempre son insaciables: la boca de Jacala
el buche del milano; las manos de los monos y
los ojos del hombre.

(Adagio de la selva)


Kaa, la enorme serpiente pitón de la Peña había mudado su piel quizás por ducentésima vez desde su nacimiento, y Mowgli, que nunca olvidó que le debía la vida a Kaa por aquella noche en que ella trabajó tanto en las moradas frías —como acaso recordarán ustedes—, fue a felicitarla. La muda de la piel siempre hace que una serpiente se sienta irritable y deprimida, lo que dura hasta que la piel nueva empieza a mostrarse hermosa y brillante. Ya no volvió Kaa a burlarse de Mowgli, sino que lo aceptó, como lo hacían los demás pueblos de la selva, como amo y señor de ésta, y le traía cuantas noticias podía naturalmente escuchar una serpiente pitón de su tamaño. Lo que Kaa no sabía acerca de la selva media, como la llamaban —la vida que se desliza por encima o por debajo de la tierra entre piedras, madrigueras y troncos de árbol—, podría ser escrito en la más pequeña de sus escamas.

Aquella tarde Mowgli estaba sentado en el círculo que formaban los grandes repliegues del cuerpo de Kaa, manoseando la escamosa y rota piel vieja que estaba entre las rocas formando eses y enroscada, tal como Kaa la había dejado. Kaa, con mucha cortesía, se había hecho un ovillo bajo los anchos y desnudos hombros de Mowgli, de tal manera que el muchacho descansara en un sillón viviente.

—Es perfecta hasta las escamas de los ojos —dijo Mowgli entre dientes, jugando con la piel vieja—. ¡Qué extraño es ver uno mismo, a sus pies, la cubierta de su propia cabeza!

—Sí, pero yo no tengo pies —respondió Kaa—; y como es esta la costumbre de toda mi gente, no lo encuentro extraño. ¿No se te vuelve la piel vieja y áspera?


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23 págs. / 41 minutos / 220 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Quíquern

Rudyard Kipling


Cuento


Cual la nieve que pronto se derrite,
es la gente de los hielos orientales;
piden de limosna café y azúcar a los hombres blancos,
y vánse tras ellos.

Aprende a robar y luchar la gente
de los hielos de Occidente;
venden sus pieles en la factoría,
y a los hombres blancos su alma.

La gente de los hielos del Sur
con los balleneros comercian;
con cintajos adórnanse las mujeres,
pero pocas y miserables son sus tiendas.

Pero la gente del hielo primitivo, al Norte,
lejos del dominio del hombre blanco,
hace sus lanzas de diente de narval:
allí del hombre es el postrer límite.


—Abrió los ojos. ¡Mira!

—Mételo de nuevo en la piel. Será un perro muy fuerte! Cuando cumpla cuatro meses le pondremos nombre.

—¿Para quién será? —dijo Amoraq.

Miró Kadlu en redondo la choza de nieve cubierta de pieles, y luego miró a Kotuko, muchacho de catorce años, que se hallaba sentado en el banco—cama, y que tallaba un botón en un diente de morsa.

—Para mí —respondió Kotuko, con una mueca—. Algún día lo necesitaré.

Kadlu sonrió a su vez y sus ojos parecían enterrados en las gruesas mejillas, y asintió con un movimiento de cabeza dirigiéndose a Amoraq, en tanto que la feroz madre del cachorro gruñía al ver que el pequeñuelo se agitaba fuera de su alcance en la bolsa de piel de foca que se hallaba colgada sobre la lámpara de grasa de ballena para que estuviera calentita.


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Dominio público
32 págs. / 57 minutos / 125 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Milagro de Purun Baghat

Rudyard Kipling


Cuento


La noche que sentimos
que la tierra se abriría,
lo hicimos, tomado de la mano,
en pos nuestro venirse.
Porque lo amábamos con el amor
aquel que conoce pero no entiende.
Y cuando de la montaña
el estallido percibióse,
y todo hubo caído
como lluvia extraña,
lo salvamos nosotros,
nosotros, pobre gente;
pero, ¡ay! siempre
permanece ausente.
¡Gemid! Lo salvamos,
pues también aquí,
entre esta pobre gente,
hay sinceros amores.
¡Gemid! No despertará
nuestro hermano.
Y su propia gente
nos echa de nuestro remanso.

(Canto elegíaco de los langures.)


En la India había una vez un hombre que era primer ministro de uno de los estados semi—independientes que hay en el noroeste del país. Era un brahmán de tan alta casta, que las castas ya no tenían ningún significado para él; su padre había tenido un importante cargo entre la gentuza de ropajes vistosos y de descamisados que formaban parte de una corte india a la antigua.

Pero, conforme Purun Dass crecía, notaba que el antiguo orden de cosas estaba cambiando, y que si cualquiera deseaba elevarse, era necesario que estuviera bien con los ingleses y que imitara todo lo que a éstos les parecía bueno. Al mismo tiempo, todo funcionario debía captarse las simpatías de su amo. Algo difícil era todo esto, pero el callado y reservado brahmancito, ayudado por una buena educación inglesa recibida en la universidad de Bombay, supo manejarse bien, y se elevó paso a paso hasta llegar a ser primer ministro del reino; esto es, disfrutó de un poder más real que el de su amo, el Maharajah.


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Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 276 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Casa de Kaa

Rudyard Kipling


Cuento


Del leopardo orgullo son sus manchas,
honor del búfalo son sus cuernos.
¡Limpio! Pues del que caza se juzga
a fuerza por el color de su piel.
Si acaso el toro te embiste y aterra,
o una cornada del sambhur recibes,
por narrarlo el trabajo no abandones,
pues cosa es que tenemos ya olvidada.
Nunca del cachorro débil y ajeno abuses;
cual a un hermano debes mirarle,
que, aunque débil y torpe, es probable
que a una osa —puede ser— tenga por madre.
Nadie corno yo! —jáctase el cachorro
cuando a sus plantas ve la primera pieza.
Pero él es pequeño, y grande, la Selva:
que medite en calma, porque ahora apenas empieza.

Máximas de Baloo.


Narramos aquí lo que sucedió algún tiempo antes de que Mowgli fuera expulsado de la manada de lobos de Seeonee y tomara venganza de Shere Khan, el tigre.

Era el tiempo en que Baloo lo instruía acerca de la ley de la selva. Muy contento y ufano estaba el serio, viejo y enorme oso pardo con aquel discípulo tan listo, pues a los lobatos no les gusta aprender de la ley de la selva sino lo que se refiere a su propia manada y tribu, y se escapan en cuanto aprenden de memoria estas palabras de la Canción de Caza: "Pies que pisan sin el menor ruido; ojos que ven en plena oscuridad; orejas capaces de oír los diferentes vientos desde el cubil; blancos y afilados dientes: características son todas estas de nuestros hermanos, exceptuando a Tabaqui, el chacal, y a la hiena, que odiamos."

Pero Mowgli, como hombrecito que era, tuvo que aprender muchas cosas más.


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33 págs. / 59 minutos / 213 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Selva Invasora

Rudyard Kipling


Cuento


Hierba, flor, enredadera,
tended un velo sobre todo esto:
hay que borrar de esta raza
hasta el más mínimo recuerdo.

Negra ceniza cubra sus altares,
luego de la lluvia sutil
la leve huella quede por siempre
impresa en ellos.

El campo yermo sea
del gamo el lecho; nadie a asustarlo vaya
ni a turbar a sus pequeñuelos.

Derrúmbense los muros cediendo
a su propio peso;
que nadie lo sepa,
ni nadie en pie de nuevo los vea.


Después de leer los primeros cuentos de esta obra, debemos recordar que, una vez que Mowgli clavó la piel de Shere Khan en la Peña del Consejo, dijo a cuantos quedaban en la manada de Seeonee que de ahí más, cazaría solo en la Selva; entonces, los cuatro hijos de papá Lobo y de su esposa dijeron que ellos también cazarían en su compañía.

Mas no es cosa fácil cambiar de vida en un momento... sobre todo en la selva. Lo primero que hizo Mowgli cuando se dispersó la manada al marcharse los que la formaban, fue dirigirse a la cueva donde había tenido su hogar y dormir allí durante un día y una noche. Después les refirió a papá Lobo y a la mamá cuanto creyó que podrían entender de todas las aventuras que había corrido entre los hombres. Luego, cuando, por la mañana, se entretuvo en hacer que brillara el sol sobre la hoja de su cuchillo (que le había servido para desollar a Shere Khan), confesaron ellos que algo había aprendido.

Después Akela y el Hermano Gris hubieron de narrar la parte que habían tomado en la gran embestida de los búfalos del barranco; con tal de oírlo todo, Baloo subió penosamente la montaña, y por su parte Bagheera se rascaba de gusto al ver cómo había dirigido Mowgli su batalla.


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 185 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Enterradores

Rudyard Kipling


Cuento


Quien le llame al chacal "hermano mío"
y comparta su comida con la hiena,
es como el que pacta tregua con Jacala,
vientre que en cuatro patas corre.

Ley de la selva.


—¡Respeto para los ancianos!

Era una voz pastosa... una voz fangosa que os hubiera hecho estremecer... una voz como de algo blando que se parte en dos pedazos. Había en ella un quiebro, algo que la hacía participar del graznido y del lamento.

—¡Respeto para los ancianos, compañeros del río!... ¡Respeto para los ancianos!

Nada podía verse en toda la anchura del río, excepto una flotilla de gabarras, de velas cuadradas y clavijas de madera, cargadas de piedras para construcciones, que acababa de llegar bajo el puente del ferrocarril siguiendo corriente abajo. Hicieron que se movieran los toscos timones para evitar el banco de arena que el agua había formado al rozar en los estribos del puente, y mientras pasaban de tres en fondo, la horrible voz empezó de nuevo:

—¡Brahmanes del río, respetad a los ancianos y achacosos!


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29 págs. / 50 minutos / 142 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

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