Los Zorritos
Rudyard Kipling
Cuento
Un zorro salió de su madriguera en las orillas del gran río Gihon, que fluye por Etiopía. Vio a un hombre blanco cabalgando entre los agostados campos de mijo y, para que el hombre pudiera cumplir su destino, el zorro aulló.
El jinete se detuvo entre los campesinos y se volvió, apoyándose en el estribo.
—¿Qué es eso? —preguntó.
—Eso —respondió el jefe de la aldea— es un zorro, su excelencia nuestro gobernador.
—¿No es un chacal?
—Nada de chacal. Es Abu Hussein, el Padre de la Astucia.
—Soy el mudir de esta provincia —dijo el hombre blanco alzando un poco la voz.
—Cierto —exclamaron los campesinos—. Ya, Saart el Mudir («su excelencia nuestro gobernador»).
El gran río Gihon, acostumbrado a los caprichos de los reyes, fluía entre sus riberas de más de un kilómetro de ancho en dirección al mar, mientras el gobernador alababa a Dios con un grito inquisitivo y sonoro jamás oído por el río.
Cuando el gobernador hubo retirado el dedo índice de detrás de la oreja derecha, los aldeanos le hablaron de sus cosechas de centeno, de mijo, de cebollas y otros cultivos similares. El gobernador estaba de pie sobre los estribos. Veía al norte una franja de sembrados verdes de varios metros de ancho, tendida como una alfombra entre el río y la línea rojiza del desierto. Esta franja se extendía por espacio de noventa kilómetros ante sus ojos y otros tantos a sus espaldas.
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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.