Los Hermanos de Mowgli
Rudyard Kipling
Cuento
Desata a la noche Mang, el murciélago;
en sus alas acarréala Rann, el milano;
duerme en el corral la vacada
y de corderos duerme el atajo;
tras las reforzadas cercas se esconden
pues hasta el amanecer con libertad vagamos.
Orgullo y fuerza, zarpazo pronto,
prudente silencio: es nuestra hora.
¡Resuena el grito! ¡Para el que observa
la ley que amamos, caza abundante!
Canción nocturna en la selva.
En las colinas de Seeonee daban las siete en aquella bochornosa tarde. Papá Lobo despertóse de su sueño diurno; se rascó, bostezó, alargó las patas, primero una y luego la otra para sacudirse la pesadez que todavía sentía en ellas. Mamá Loba continuaba echada, apoyado el grande hocico de color gris sobre sus cuatro lobatos, vacilantes y chillones, en tanto que la luna hacía brillar la entrada de la caverna donde todos ellos habitaban.
—¡Augr.! .—masculló el lobo padre—. Ya es hora de ir de caza de nuevo.
Iba a lanzarse por la ladera cuando una sombra, no muy corpulenta y provista de espesa cola, cruzó el umbral y dijo con lastimera voz: —¡Buena suerte, jefe de los lobos, y que la de tus nobles hijos no sea peor! ¡Que les crezcan fuertes dientes y que nunca, en este mundo, se les olvide tener hambre!
Dominio público
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Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.