Textos más cortos de Rudyard Kipling etiquetados como Cuento | pág. 4

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autor: Rudyard Kipling etiqueta: Cuento


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La Foca Blanca

Rudyard Kipling


Cuento


¡Duérmete, niñito! Llegó la noche;
negra es el agua que verde brillaba.
La luna, sobre las olas, nos mira
recostadas en su seno dormir.
Tu lecho pon donde chocan revueltas,
y allí ve y descansa,
revuélcate bien, la cola torciendo:
no ha de despertarte tormenta airada,
ni tiburón osado hará de ti presa.
¡Duerme al arrullo del mar que te mece!

(Canción de cuna de las focas.)


Lo que voy a narrar ocurrió muchos años hace, en un lugar llamado Novastoshnah, o Cabo del Noreste, en la Isla de San Pablo, allá por el mar de Behring. Todo esto me lo refirió Limmershin, el reyezuelo de invierno, cuando el viento lo arrojó contra la arboladura de un barco que llevaba rumbo al Japón; yo lo recogí y me lo llevé a mi camarote; lo calenté y lo alimenté durante dos días, hasta que se recuperó lo suficiente para volar y regresar a San Pablo. Limmershin es un pajarillo de un carácter bastante raro, pero no sabe mentir.

Nadie acude a Novastoshnah, excepto para negocios y los únicos seres que tienen allí siempre negocios que ventilar son las focas. Acuden en los meses de verano por centenares y por millares, saliendo del mar frío y gris; porque la playa de Novastoshnah tiene las mejores cualidades del mundo para hospedar a las focas.


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25 págs. / 44 minutos / 342 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Toomai de los Elefantes

Rudyard Kipling


Cuento


Quiero pensar en lo que fui
y olvidar cadenas y lazos;
recordar tiempos idos
y del bosque cuanto vi.
Venderme no quiero al hombre
por un montón de cañas,
sino huir hacia los míos
y entre los míos perderme.
Quiero vagar en el alba
sentir el viento que corre
y recibir el beso de las aguas.
Olvidar quiero mis cadenas
pesadas y mi dolor todo;
revivir mis viejos amores,
y ver a mis camaradas.


Kala Nag, que quiere decir "serpiente negra", sirvió al gobierno de la India de todos los modos posibles en que puede hacerlo un elefante, durante cuarenta y siete años, y como tenía veinte bien cumplidos cuando lo cazaron, el total da cerca de setenta ....... la edad madura de un elefante.


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25 págs. / 45 minutos / 149 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

El Alba Malograda

Rudyard Kipling


Cuento


C’est moi, c’est moi, c’est moi!
Je suis la Mandragore!
La fille des beaux jours qui s’éveille à l’aurore—
et qui chante pour toi!

CHARLES NODIER

En los extraordinarios días que precedieron a los Juicios, un genio llamado Graydon anticipó que los progresos en la educación y en el nivel de vida provocarían una avalancha de lecturas normalizadas bajo la cual quedaría sepultado cualquier indicio de inteligencia, y a fin de satisfacer esta demanda decidió crear el Sindicato para el Suministro de Ficción.

Comoquiera que en un par de días trabajando para él ganaban más que en una semana en cualquier otra parte, su empresa atrajo a numerosos jóvenes, hoy eminentes. Graydon les pidió que no perdieran de vista esos libros baratos del género romántico, además del catálogo de pertrechos navales y militares (que les proporcionaría contexto y decorados a medida que las modas fueran cambiando) y El amigo del hogar, un semanario sin rival especializado en emociones domésticas. La juventud de sus colaboradores no fue óbice para que algunos de los diálogos amorosos incluidos en títulos como Los peligros de la pasión, Los amantes perdidos de Ena o el relato del asesinato del duque en La tragedia de Wickwire —por nombrar sólo algunas de las obras maestras que hoy nunca se mencionan por miedo al chantaje— no desmereciesen en absoluto los trabajos que sus autores firmaron con su nombre real en tiempos más distinguidos.

Figuraba entre estos jóvenes cuervos motivados por la ambición a posarse temporalmente en la percha de Graydon un muchacho del norte llamado James Andrew Manallace, pausado y lánguido, de esos que no se inflaman por sí solos sino que es necesario detonar. Resultaba inútil proporcionarle un esbozo de trama, ya fuese verbalmente o por escrito, pero con media docena de imágenes era capaz de escribir relatos asombrosos.


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26 págs. / 46 minutos / 112 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Extraña Galopada de Morrowbie Jukes

Rudyard Kipling


Cuento


O vivo o muerto: no hay otro modo.

Proverbio indio

No hay invención en este relato. Jukes topó por accidente con un pueblo de cuya existencia se tiene conocimiento cierto, aunque él tan sólo sea el inglés que estuvo allí. Floreció en otro tiempo un lugar en cierta manera similar en los alrededores de Calcuta, y se cuenta que si uno se adentra hasta el corazón de Bikanir, que es lo mismo que decir el corazón del gran desierto indio, se encontrará no ya con un pueblo, sino con una ciudad donde los muertos que no murieron pero que tampoco pueden vivir han establecido su cuartel general. Y, siendo del todo veraz que en ese mismo desierto existe una maravillosa ciudad a la que se retiran los acaudalados prestamistas tras amasar sus fortunas —fortunas tan vastas cuyos propietarios ni siquiera pueden confiar en la mano dura del gobierno para su protección, de ahí que se refugien en las arenas resecas—, quienes conducen suntuosas calesas, compran hermosas muchachas y decoran sus palacios con oro, marfil, madreperla y azulejos Minton, no veo razón alguna para que la historia de Jukes no sea real. Es ingeniero de caminos, entiende de mapas, distancias y asuntos parecidos, y no creo yo que se tomara la molestia de inventar trampas imaginarias. Podía ganar mucho más cumpliendo con su trabajo legítimo. Nunca introduce variaciones en su relato, y se enardece y enfurece cuando recuerda el infame trato que recibió. Lo escribió primero de un tirón, aunque ha retocado algunos pasajes y añadido reflexiones morales; así:


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26 págs. / 46 minutos / 64 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Hermanos de Mowgli

Rudyard Kipling


Cuento


Desata a la noche Mang, el murciélago;
en sus alas acarréala Rann, el milano;
duerme en el corral la vacada
y de corderos duerme el atajo;
tras las reforzadas cercas se esconden
pues hasta el amanecer con libertad vagamos.

Orgullo y fuerza, zarpazo pronto,
prudente silencio: es nuestra hora.

¡Resuena el grito! ¡Para el que observa
la ley que amamos, caza abundante!

Canción nocturna en la selva.


En las colinas de Seeonee daban las siete en aquella bochornosa tarde. Papá Lobo despertóse de su sueño diurno; se rascó, bostezó, alargó las patas, primero una y luego la otra para sacudirse la pesadez que todavía sentía en ellas. Mamá Loba continuaba echada, apoyado el grande hocico de color gris sobre sus cuatro lobatos, vacilantes y chillones, en tanto que la luna hacía brillar la entrada de la caverna donde todos ellos habitaban.

—¡Augr.! .—masculló el lobo padre—. Ya es hora de ir de caza de nuevo.

Iba a lanzarse por la ladera cuando una sombra, no muy corpulenta y provista de espesa cola, cruzó el umbral y dijo con lastimera voz: —¡Buena suerte, jefe de los lobos, y que la de tus nobles hijos no sea peor! ¡Que les crezcan fuertes dientes y que nunca, en este mundo, se les olvide tener hambre!


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Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Ellos

Rudyard Kipling


Cuento


Una vista llamaba a otra; una cima a su compañera, hacia la otra mitad del condado, y como responder a la invitación no requería mayor esfuerzo que el de tirar de una palanca, encomendé el camino a mis ruedas y me dejé llevar. Las llanuras del este, tachonadas de orquídeas, daban paso al tomillo, las encinas y la hierba gris de los promontorios cretáceos del sur, y éstos a los fértiles trigales y a las higueras de la costa, donde el ritmo regular de la marea me acompañó a mano izquierda por espacio de veinte kilómetros sin interrupción; y al girar tierra adentro, entre un cúmulo de bosques y colinas redondeadas, abandoné definitivamente todos los límites conocidos. Una vez pasada esa aldea concreta que se conoce como madrina de la capital de Estados Unidos, encontré pueblos perdidos donde las abejas, las únicas criaturas despiertas, zumbaban entre los tilos de veinticuatro metros de altura que descollaban sobre las grises iglesias normandas; milagrosos arroyos que se zambullían bajo puentes de piedra construidos para soportar un tráfico más pesado del que jamás volverían a padecer; graneros diezmales más grandes que sus iglesias; y una vieja herrería que proclamaba a los cuatro vientos su antigua condición de sala de los caballeros templarios. Y encontré gitanos en unas eras, donde aulagas, brezo y helechos combatían entre sí a lo largo de un kilómetro y medio de calzada romana; y un poco más adelante espanté a un zorro rojo que retozaba como un perro bajo el crudo sol.


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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Correteos Primaverales

Rudyard Kipling


Cuento


¡El hombre retorna al hombre!
Corred la voz por la selva;
se marcha el que era nuestro hermano.
Escucha, pues, ahora, y juzga,
pueblo de la selva.
Responde: ¿quién detenerlo puede,
o quién tras él irá?

¡El hombre retorna al hombre!
Está llorando en la selva:
el que era nuestro hermano, llora su dolor.
¡El hombre retorna al hombre!
(¡Oh, y cuánto se le amaba en la selva!)
Allí seguirle, imposible es ya.


Dos años después de la gran lucha contra los perros rojizos y de la muerte de Akela, Mowgli andaba por los diecisiete años. Parecía mayor, pues el rudo ejercicio, los buenos alimentos y los baños siempre que el calor o el polvo lo molestaban, habían hecho que sus fuerzas y su desarrollo fueran superiores a su edad. Podía balancearse de un modo continuo durante media hora sosteniéndose de una rama con una sola mano, cuando quería curiosear entre los árboles. Podía detener a un gamo en su carrera y tirarlo por tierra asiéndolo de la cabeza. Podía incluso voltear hasta a los enormes y feroces jabalíes azulados que viven en los pantanos del norte. El pueblo de la selva, que antes lo temía por su ingenio, lo temía ahora por su fuerza, y cuando procedía él a sus correrías silenciosas, el mero rumor de que se acercaba hacía que se despejaran todos los senderos del bosque. Sin embargo, su mirada siempre era bondadosa. Inclusive cuando luchaba, sus ojos nunca llameaban como los de Bagheera. Tan sólo se habían vuelto más atentos y mostraban mayor excitación, y era esto una de las cosas que la misma Bagheera nunca llegó a entender.

Preguntóle a Mowgli acerca de ello, y el muchacho se rió y dijo:

—Cuando yerro un golpe, me incomodo. Cuando tengo que estar dos días sin comer, me esfuerzo. ¿No se nota entonces en mis ojos el mal humor?

—Tu boca puede tener hambre —respondió Bagheera—, pero tus ojos no lo demuestran.


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Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Sin Pasar por la Vicaría

Rudyard Kipling


Cuento


Antes de primavera coseché las ganancias del otoño;
a destiempo mi campo se vistió de grano blanco.
Y a mi pena le confió el año sus secretos.
Desflorada y forzada, una estación enferma a la otra sucedía,
dio misteriosamente la abundancia paso a la escasez;
vi llegar el ocaso antes de que otros contemplaran el día,
yo, que sé demasiado de lo que no debiera.

BITTER WATERS

I

—Pero ¿y si fuera niña?

—No, por Dios. Tantas noches he rezado y tantas ofrendas he enviado al altar de Sheij Badl, que estoy segura de que Dios nos dará un hijo… un varón que se convertirá en un hombre. Debes estar contento. Mi madre será su madre hasta que yo pueda ocuparme de él, y el mullah de la mezquita pastún anunciará su nacimiento… ¡Dios quiera que nazca en hora auspiciosa! Y entonces tú nunca te cansarás de mí, tu esclava.

—¿Desde cuándo eres tú una esclava, mi reina?

—Desde el principio… desde que esta bendición vino a mí. ¿Cómo podía estar segura de tu amor, sabiendo que me habías comprado con plata?

—No; eso fue la dote que le pagué a tu madre.

—Que la enterró y se pasa el día entero sentada encima de ella, como una gallina clueca. ¡Qué dices de dote! Me compraste como a una bailarina de Lucknow, no como a una muchacha.

—¿Y lamentas la compra?

—Lo he lamentado; pero ahora estoy contenta. ¿Verdad que nunca dejarás de amarme? Di, mi rey.

—Nunca… nunca. No.

—¿Ni siquiera cuando las mem-log, las mujeres blancas de tu propia sangre, te ofrezcan su amor? Recuerda que las he visto pasar en coche por las tardes, y son muy hermosas.

—Y yo he visto centenares de cometas. Y he visto la luna; y ya no quiero ver más cometas.

Amira aplaudió y rió.


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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Rickshaw Fantasma

Rudyard Kipling


Cuento


No turben mi reposo malos sueños,
ni me asedien las Fuerzas de lo Oscuro.

Himno vespertino

Una de las pocas ventajas que tiene la India sobre Inglaterra es su mayor familiaridad. Al cabo de cinco años de servicio un hombre conoce directa o indirectamente a doscientos o trescientos funcionarios de su provincia, las cantinas de diez o doce regimientos y baterías, y cerca de mil quinientas personas ajenas a la casta funcionarial. En diez años puede haber duplicado su número de conocidos, y en veinte tener conocimiento o amistad con todos los ciudadanos ingleses del Imperio y viajar a cualquier destino sin pagar facturas de hotel.

Algunos trotamundos para quienes la diversión es un derecho han ido borrando esta calidez de trato incluso en mi memoria, pese a lo cual las casas todavía siguen abiertas a todo aquel que pertenezca al círculo íntimo, siempre y cuando no sea un zafio o una oveja negra, y nuestra pequeña comunidad es muy, pero que muy amable y servicial.

Rickett, de Kamartha, se alojaba con Polder, de Kumaon, hará cosa de quince años. Pensaba pasar dos noches con él, mas cayó enfermo de fiebres reumáticas y por espacio de seis semanas desorganizó el establecimiento de Polder, impidió trabajar a Polder y a punto estuvo de morir en el dormitorio de Polder. Polder aún hoy se comporta como si hubiera contraído una importante deuda con Rickett, y todos los años envía a los pequeños de la familia Rickett un paquete con regalos y juguetes. En todas partes sucede lo mismo. Hombres que no se toman la molestia de ocultar que a uno le tienen por un zopenco inútil, y mujeres que mancillan la reputación de uno y no comprenden las diversiones de su esposa, se dejarán la piel por uno si cae enfermo o se ve en graves problemas.


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Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

En el Mismo Barco

Rudyard Kipling


Cuento


—El origen de muchos delirios es un latido venoso —dijo el doctor Gilbert con dulzura.

—¿Cómo entonces quiere que le explique lo que me pasa? —la voz de Conroy se elevó casi hasta quebrarse.

—Desde luego, pero debería haber consultado con un médico antes de usar… paliativos.

—Me estaba volviendo loco. Y ahora no puedo pasarme sin ellos.

—¡No será para tanto! Uno no adquiere hábitos fatales a los veinticinco años. Piénselo una vez más. ¿Se asustaba usted cuando era niño?

—No lo recuerdo. Todo empezó cuando era un chaval.

—¿Con o sin los espasmos? Por cierto, ¿le importaría describirme de nuevo cómo es el espasmo?

—Bueno —dijo Conroy, rebulléndose en el asiento—. Yo no soy músico, pero imagínese que fuera usted una cuerda de violín… vibrando… y que alguien lo tocara con un dedo. ¡Como si un dedo rozase el alma desnuda! ¡Es terrible!

—Como una indigestión… o una pesadilla… mientras dura.

—Pero ese horror me acompaña durante días. Y la espera es… ¡y para colmo está esa adicción al medicamento! ¡Esto no puede seguir así! —Se estremeció al decirlo, y la silla crujió.

—Mi querido amigo —dijo el doctor—, cuando sea usted mayor comprenderá las cargas que soportan incluso los mejores. Cada espartano tiene su zorro.

—Eso no me ayuda. ¡No puedo! ¡No puedo! —exclamó Conroy rompiendo a llorar.

—No se disculpe —dijo Gilbert cuando el paroxismo hubo pasado—. Estoy acostumbrado a que la gente se… desahogue un poco en esta sala.

—¡Son esas tabletas! —Conroy dio un ligero pisotón mientras se sonaba la nariz—. Me han vuelto loco. Yo era un hombre sano. He probado a hacer ejercicio, de todo. Pero si me quedo sentado un minuto cuando llega el momento… aunque sean las cuatro de la madrugada, ya no me deja en paz.


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28 págs. / 50 minutos / 76 visitas.

Publicado el 5 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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