LA CANCIÓN DE RASPAR, EN «VARDA»
Alta la mirada ante los peligros,
los muchachos siguen el vuelo de Psyche,
vueltos hacia arriba los rostros sudorosos,
con redes azotan los vacíos cielos.
Sigue su caída entre los zarzales,
se pinchan los dedos con copas de pinos.
Tras mil arañazos y otros tantos golpes
enjugan sus frentes, y la caza cesa.
Viene luego el padre a tranquilizarlos
y calma el derroche de dolor y pena,
diciendo: «Hijos míos, id hasta mi huerto
y de él traedme una hoja de col.
»Hallaréis en ella montones de huevos
grises y sin lustre, que, bien protegidos
en larva se tornan y luego en docenas
de Pysches radiantes y resucitadas».
«El Cielo es hermoso; es fea la Tierra»,
dijo el sacerdote tridimensionado.
No busques a Psyche nacer donde yacen
babosa y lombriz… ¡Ésa es nuestra muerte!
ERIK JOHAN STAGNELIUS
—¿ No le
resulta raro este asunto de Marconi? —preguntó el señor Shaynor, con tos
ronca—. Al parecer no le afecta nada, ni tormentas, ni montañas… nada;
si es verdad, mañana lo sabremos.
—Pues claro que es verdad —respondí, pasando detrás del mostrador—. ¿Dónde está el anciano señor Cashell?
—Ha tenido que irse a la cama por la gripe. Dijo que seguramente vendría usted por aquí.
—¿Y su sobrino?
—Dentro, preparándolo todo. Me ha contado que en su último intento
instalaron una antena en el tejado de uno de los grandes hoteles; las
baterías electrificaron el agua y —soltó una risotada— las damas
recibieron calambrazos al tomar sus baños.
—No lo sabía.
Información texto 'La Radio'