Textos más largos de Ryunosuke Akutagawa publicados por Edu Robsy etiquetados como Cuento | pág. 2

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autor: Ryunosuke Akutagawa editor: Edu Robsy etiqueta: Cuento


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La Mandarina

Ryunosuke Akutagawa


Cuento


Fue un día nublado de invierno. Yo esperaba distraído el silbato de partida, arrinconado en un asiento de segunda clase de la línea Yokosuka con rumbo a Tokio. Extrañamente, no había ningún otro pasajero dentro del vagón, que ya se había iluminado con luz eléctrica desde hacía mucho tiempo. Más extraño todavía, pude confirmar, con un vistazo al exterior, que en la plataforma tampoco había una sombra de gente que viniera a despedirse, y sólo distinguí a cierta distancia un perrito enjaulado que ladraba de cuando en cuando de tristeza. Era un paisaje que se sintonizaba, como una obra de magia, con mi estado emocional; un cansancio y hastío inexpresable se anclaba con todo su peso como una nube oscura que anuncia la inminente caída de la nieve. Yo permanecía inmóvil con las dos manos en los bolsillos de la gabardina, sin ánimo para sacar el periódico vespertino que tenía guardado en uno de ellos.

Pronto sonó el silbato. Sintiendo un alivio con la cabeza recargada contra el marco de la ventana, me preparé sin emoción alguna a contemplar el retroceso de la plataforma que iba a dejar atrás según la marcha del tren.

Antes, sin embargo, se escucharon unas pisadas estrepitosas que se acercaban a la portilla, y en seguida se abrió con brusquedad la puerta de mi vagón de segunda clase para permitir la entrada precipitosa de una muchachilla de trece o catorce años, acompañada por los insultos del conductor.

Casi simultáneamente, el tren comenzó a moverse con una fuerte sacudida.

Las columnas pasaban ante la vista una tras otra, el vagón portador de agua permanecía en otra vía como abandonado, el cargador de maletas le agradecía la propina a algún pasajero —todo esto se quedó a mis espaldas, no sin cierto rencor, envuelto en el humo polvoso que golpeaba la ventana.


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4 págs. / 7 minutos / 231 visitas.

Publicado el 22 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El hilo de la araña

Ryunosuke Akutagawa


Cuento


Amanece en el paraíso. El sublime Buda camina despacio por las márgenes del Lago de Loto. Las flores, de espléndida blancura, tienen estambres dorados que exhalan, día y noche, un suave perfume.

El sublime Buda permanece un poco junto al lago, para ver lo que ocurre bajo el manto de las flores de loto. Mirando a través del agua cristalina, contempla durante algunos instantes, en el remoto fondo de este lago celeste, las profundidades del infierno. Observa claramente, como imágenes en un límpido espejo, el río Styx, y la siniestra Montaña de las Agujas. Su mirada capta la forma de un hombre, de nombre Kandata, que se debate entre los demás condenados.

Kandata fue en vida un notorio malhechor, culpado de robos, incendios y muertes. Pero el sublime Buda se acuerda de la única buena acción por tal hombre practicada. Cierto día, atravesando un denso bosque, Kandata avistó una araña pequeñita que se arrastraba descuidada por el suelo. Sin pensar, levantó el pie para aplastarla, pero se contuvo. “No, no”, pensó. “Aunque no pase de una cosa insignificante, esta araña es un ser vivo. No debo quitarle la vida sin motivo.” Y siguió su camino.

El sublime Buda considera lo que acaba de ver. Teniendo en cuenta que Kandata había perdonado la vida a una araña, decide, por esta única buena acción, encontrar un medio de sacarlo del infierno. Mirando atentamente la superficie del lago, descubre, sobre una hoja de loto de color jade, una araña del paraíso, que engendra su hilo plateado. Satisfecho con el hallazgo, el sublime Buda toma el hilo cuidadosamente y lo hace descender por un espacio entre las bellas flores de loto, hasta las profundidades cavernosas del infierno.


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3 págs. / 5 minutos / 518 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Kappa

Ryunosuke Akutagawa


Cuento


Extrañamente, experimentaba simpatía por Gael, presidente de una compañía de vidrio. Gael era uno de los más grandes capitalistas del país. Probablemente, ningún otro kappa tenía un vientre tan enorme como el suyo. ¡Y cuán feliz se le ve cuando está sentado en un sofá y tiene a su lado a su mujer que se asemeja a una litchi y a sus hijos similares a pepinos! A menudo fui a cenar a la casa de Gael acompañando al juez Pep y al médico Chack; además, con su carta de presentación visité fábricas con las cuales él o sus amigos estaban relacionados de una manera u otra. Una de las que más me interesó fue la fábrica de libros. Me acompañó un joven ingeniero que me mostró máquinas gigantescas que se movían accionadas por energía hidroeléctrica; me impresionó profundamente el enorme progreso que habían realizado los kappas en el campo de la industria mecánica.

Según el ingeniero, la producción anual de esa fábrica ascendía a siete millones de ejemplares. Pero lo que me impresionó no fue la cantidad de libros que imprimían, sino la casi absoluta prescindencia de mano de obra. Para imprimir un libro es suficiente poner papel, tinta y unos polvos grises en una abertura en forma de embudo de la máquina. Una vez que esos materiales se han colocado en ella, en menos de cinco minutos empieza a salir una gran cantidad de libros de todos tamaños, cuartos, octavos, etc. Mirando cómo salían los libros en torrente, le pregunté al ingeniero qué era el polvo gris que se empleaba. Éste, de pie y con aire de importancia frente a las máquinas que relucían con negro brillo, contestó indiferentemente:

—¿Este polvo? Es de sesos de asno. Se secan los sesos y se los convierte en polvo. El precio actual es de dos a tres centavos la tonelada.


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2 págs. / 3 minutos / 187 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Cuerpo de Mujer

Ryunosuke Akutagawa


Cuento


Una noche de verano un chino llamado Yang despertó de pronto a causa del insoportable calor. Tumbado boca abajo, la cabeza entre las manos, se había entregado a hilvanar fogosas fantasías cuando se percató de que había un pulga avanzando por el borde de la cama. En la penumbra de la habitación la vio arrastrar su diminuto lomo fulgurando como polvo de plata rumbo al hombro de su mujer que dormía a su lado. Desnuda, yacía profundamente dormida, y oyó que respiraba dulcemente, la cabeza y el cuerpo volteados hacia su lado.

Observando el avance indolente de la pulga, Yang reflexionó sobre la realidad de aquellas criaturas. "Una pulga necesita una hora para llegar a un sitio que está a dos o tres pasos nuestros, aparte de que todo su espacio se reduce a una cama. Muy tediosa sería mi vida de haber nacido pulga..."

Dominado por estos pensamientos, su conciencia se empezó a oscurecer lentamente y, sin darse cuenta, acabó hundiéndose en el profundo abismo de un extraño trance que no era ni sueño ni realidad. Imperceptiblemente, justo cuando se sintió despierto, vio, asombrado, que su alma había penetrado el cuerpo de la pulga que durante todo aquel tiempo avanzaba sin prisa por la cama, guiada por un acre olor a sudor. Aquello, en cambio, no era lo único que lo confundía, pese a ser una situación tan misteriosa que no conseguía salir de su asombro.


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1 pág. / 2 minutos / 179 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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