Asamblea General
Serafín Estébanez Calderón
Cuento
De los caballeros y damas de Triana, y toma de hábito en la orden de cierta rubia bailadora
Mientras el Conde-Duque
pierde al Rey la España,
perla bailadora,
solázame y baila.
Que tu pie tan sólo,
si pulido danza,
pintando en los aires,
saltando en las tablas,
podrá y tu hermosura
borrarme del alma
pensamientos tristes,
amargura y ansias;
y tu lindo aseo
y donaire y gracia
el placer y gusto
sacarme a la cara.
(Comedia Verdadera)
El día de la convocatoria era domingo; la hora fue al punto del
crepúsculo vespertino, y el lugar en cierta casa ubicada en la capital
del mundo, cabeza visible de la España (el barrio de Triana), con
frontispicio a la calle Non plus ultra, que es la de Castilla, y
con tapiales al mar de los ríos y al río de la gloria, quinto del
Paraíso, a quien al presente los nacidos llamamos Guadalquivir. Si este
palacio por su humilde sobrescrito y modesta apariencia no lo hubiera
escogido por suyo ningún Dux de Venecia, en cambio no lo desdeñara para
regalada mansión nocturna el visir más amigo de frescuras y de perfumes,
si le dejaran contemplar el paisaje mágico y la vista deliciosa que
desde el jardín de la casa se alcanzaba. Y si una tarde del mes de mayo
se sintiera halagado en los sentidos por el aroma de las flores y por el
manso ruido de las aguas y de los árboles que allí se goza,
desabrochando aquéllas sus capullos y columpiándose éstos al impulso del
viento que consigo trae el murmullo lejano del río y que se lleva tras
sí el sonoroso estruendo de los inmediatos raudales desprendidos de la
alta alberca; no hay más decir, sino que, dejando los pensiles del
Oriente, vendría a tomar asiento en Sevilla y a avecindarse en Triana.
Aquel vergel y cerco de verdura era en verdad agradable por extremo.
Dominio público
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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.