Oíd, que os quiero contar
del niño Amor los enredos
y sirva mi voz de antorcha
que alumbra cuidados ciegos.
(Romancero general)
En el baile del Ejido
(nunca Menga fuera al baile)
perdió sus corales Menga
un disanto por la tarde.
(Góngora)
No juzguen mis amables lectoras que voy a entretenerlas el ocio,
relatándoles el cómo y cuándo este palacio magnífico o aquella quinta
deliciosa viene a llenar de gozo, por un azar feliz de lotería, la
esperanza de dos recién casados, que, arriesgando a la fortuna unos
pocos ducados, pueden concluir su luna de miel en una mansión encantada
por los atractivos del placer primero y por las comodidades del lujo.
Estas agradables peripecias son tan peregrinas, por no decir imposibles,
que sería cargo de conciencia despertar sensaciones y deseos que no se
pueden cumplir, y yo, dijes de mi alma, no quisiera más que moveros un
antojo para satisfacerlo a renglón seguido, reservándome empero siempre
una pizca, un tantico de placer para mi justo pago.
Tampoco mi Rifa es de las que vemos cada noche en toda
tertulia; quiero decir, que no es de aquellas en que tal bujería, o cual
lindo bordado suele echarse a la mayor de espadas con mucha zambra y
algazara de señora abuela y tía, que no sé por cual sortilegio son
siempre las afortunadas en tales ferias. Esto es trivial por todo
extremo, y sería daros enfado emprendiendo cuento, señoras mías, que
pasa por vuestros ojos cuotidianamente. Si lo imposible no me gusta, lo
muy trivial me enfada en mucho más, y así por la región media emprende
hoy su vuelo el razonamiento mío, para contaros sabrosamente los puntos y
señales de una Rifa Andaluza.
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