Después de cuanto he dicho por mi cappa, aún la extrañas, y me
preguntas que cómo pude por ella trocar la toga. ¿Qué mucho, si por ella
tal vez se trocó el ceptro y la corona?
[...]
Puesta la cappa en los hombros, como no es cerrada, puede derribarse
del uno o tenerse en ambos. Aunque se prende al coello, no le aprieta ni
carga. No causa cuidado alguno de conservar fieles los pliegues.
Fácilmente se toma, fácilmente se trae y fácilmente se dexa; con la
misma facilidad se manda y maneja y con esa facilidad propia se adereza.
(La Cappa de Tertuliano, cap.V)
Dévese considerar que se podría el cavallero hallar con una de
tres capas, o capa corta, o capa de luto larga, o ferreruelo: si se
hallase con capa corta, sea capa terciada, que es mejor: y soy de
parecer que no le ponga fiador al cuello, porque parece muy mal en la
carrera.
(Ejercicios de la Jineta, por el capitán Vargas Machuca)
Muy de sobretarde entrábamos en Sevilla de vuelta de cierta
partida de caza en Bollullos del Condado, seis compañeros alegres y
regocijados, así por los buenos azares que hubimos en el monte, como por
las pláticas agradables y un tanto chistosas con que logramos engañar
las horas del camino. Al atravesar Triana, D. Juan, estrecho amigo mío, y
que tenía su posada al otro lado de San Román, volviéndose a los de la
camarada, les habló así:
—Para hacer recuento y partija de nuestros despojos venatorios, y
refrescarnos algún tanto de la fatiga y cansancio después de
despolvoreados, me ha encargado nuestro compañero (y me señalaba a mí
como su faraute para esta ocasión) que ruegue a todos vosotros que
entren en su casa, que la hallaremos al paso, en donde el solaz logrará
aumento con algunas aguas heladas y conservas que nos servirán los
insignes Capita y Puntillas, los dos fieles servidores del amigo Solitario, famosos por sus raras habilidades.
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