Los Gusanos
Silverio Lanza
Novela corta
Primera parte. De la virtud y de los beneficios que proporciona
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca ó ya la frente,
silencio avisen ó amenacen miedo.
(Quevedo)
No me caso con Petra —dijo Manolo— hasta que yo no tenga una casa mía, para que á mi mujer no la puedan echar de ninguna parte: ni el casero.
Y Manolo, que era mozo de mulas, y ganaba nueve reales diarios, dejó de fumar, de beber vino, de jugar al mus, de ir al baile, y hasta de ir á paseo. Cuando estaba libre, tejía capachos de esparto para los molinos aceiteros, y se los pagaban bien. En un año ahorró setecientos quince reales. No quiso prestarlos á réditos; y cuatro años después, compraba á Crisanto una casita que poseía de ochocientas cincuenta pesetas.
Lo supo el tío Gusano y dijo á Manolo:
—Hombre: ya sé que has fincado. Que sea enhorabuena. Y, ¿a quién le has robado la casa?
—Yo no robo á nadie.
—Parece milagro.
—Abur.
—¿Convidas?
—Ya tiene usted de más con lo que tiene.
—Lo mismo digo.
Dominio público
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Publicado el 13 de enero de 2018 por Edu Robsy.